El Ejército, con el apoyo de la Marina, la Fach y el ministro de Defensa, expresó en duros términos su rechazo a un programa satírico emitido en la televisión. Desde otras perspectivas se han cursado llamadas oficiales a los propietarios de algunos medios de comunicación para acusar a quienes trabajan en ellos. Y no es lo único que se ve como una amenaza contra la libertad de expresión.
Como reacción, cuando se conmemoró el 3 de mayo el Día Mundial de la Libertad de Prensa se produjo en Chile un contundente despliegue de opiniones. La Universidad de Chile, otras casas de estudio, el Colegio de Periodistas y un grupo de profesionales que han recibido el Premio Nacional de Periodismo, entre otros, fueron categóricos al expresar su preocupación
La fecha empezó a celebrarse en 1993.
Aunque en nuestro caso preferimos hablar de libertad de expresión más que de libertad de prensa, su significado es el mismo desde la “Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano” de 1789. Se dijo al respecto:
*Puesto que la libre comunicación de los pensamientos y opiniones es uno de los más valiosos derechos del hombre, todo ciudadano puede hablar, escribir y publicar libremente, excepto cuando tenga que responder del abuso de esta libertad en los casos determinados por la ley.
En las últimas décadas, en especial después de la Segunda Guerra Mundial, este enunciado se ha ido complementando en todos con diversas declaraciones. Se mantiene en ellas la afirmación crucial: sin libertad de expresión no puede haber auténtica democracia.
En el ámbito latinoamericano, en octubre del 2000 se aprobó la Declaración de Principios sobre Libertad de Expresión, Señala en su primer párrafo: “La libertad de expresión, en todas sus formas y manifestaciones, es un derecho fundamental e inalienable, inherente a todas las personas. Es, además, un requisito indispensable para la existencia misma de una sociedad democrática”.
En nuestro país, desde los comienzos de la república, estas ideas han formado parte permanente de nuestro ordenamiento jurídico. Ha habido no pocos altibajos.
Paradojalmente, en el último tiempo, cuando es inminente el comienzo del trabajo de una nueva Constitución, se han planteado nuevas dudas y acusaciones. Es la explicación de la fuerte defensa que se escuchó la semana pasada. Lo sintetizaron los premios nacionales de periodismo de este siglo:
“Convocamos a todos los sectores a trabajar para profundizar el acceso a la información y libertad de expresión. En tiempos en que muchas veces las redes sociales se utilizan como medios de circulación de noticias falsas, como instrumento de polarización y ocultamiento de la verdad, llamamos a nuestros colegas a no cejar en el ejercicio del buen periodismo, a mantener el compromiso con la sociedad y la democracia”.
Complementariamente, cada uno de los firmantes destacó algún punto. En mi caso, subrayé el convencimiento de que los periodistas no consideramos que la libertad de prensa sea un privilegio nuestro. Por el contrario, creemos que es un derecho de la sociedad en su conjunto.
Como profesionales de la comunicación debemos capacitarnos para brindar el mejor servicio posible. Y se nos exige, sobre todo, asumir que el precio de la libertad de expresión es la responsabilidad ética.