Este domingo 25 de septiembre del 2022, tal cual estaba previsto, ganó la ultraderecha italiana. Giorgia Maloni es la gran triunfadora con tan solo 45 años, la edad de mi hijo. Me asombra cómo el postfascismo está retrotrayéndonos a tiempos que creíamos superados.
Pero como bien sabemos, el ser humano parece ser un animal capaz de tropezarse más de una vez con la misma piedra.
En términos futbolísticos diríamos que la delantera encabezada por la ultratrechista Meloni y secundada por dos bufones como son Salvini y Berlusconi, ha ganado por goleada. Cuesta entender cómo el discurso ramplón, populista, simplista del fascismo de la 2GM haya encontrado eco en la Italia actual, al igual que en no pocos otros países. La comprensión de este fenómeno es todo un desafío para lo que se supone es el sentido común. Su discurso es el clásico fascista, nacionalista, homofóbico amparado en su condición de mujer, madre, cristiana e italiana.
En un mundo que está siendo preso de una inseguridad desde los más diversos frentes, el mayor atractivo de Meloni parece ser el de no ser de medias tintas; de no admitir grises, es sí o es no, es blanco o negro, estás conmigo o contra mí. Azuzan a las multitudes levantando un enemigo al cual lanzar sus dardos, sea éste el comunismo, el feminismo, la inmigración, el globalismo. Enemigos que identifican como los responsables de todos los males. Un discurso que a la vuelta de la esquina se desploma no sin antes dejar una estela de tragedias.
El triunfo de Meloni no es un caso aislado, es consecuencia de un efecto dominó, de un período signado por el miedo, la incertidumbre. Ha sido precedido por Trump y Bolsonaro y Orban, en EEUU, Brasil y Hungría. En Francia el ascenso de Marine Le Pen alcanzó a ser detenido a duras penas. En Suecia y Polonia los nacionalismos andan a la orden del día, y para qué hablar de Putín, quien se ha nutrido del nacionalismo ruso para invadir Ucrania.
Italia en Europa pareciera ser lo que es Bolivia en nuestro continente, donde sus gobiernos tradicionalmente han sido de corta duración. Podríamos tranquilizarnos con que en Italia todo puede ser, con que sus gobiernos son de corta duración, que más temprano que tarde, el gobierno de Meloni caerá y que la vida sigue igual.
¿Cuál es el mar de fondo tras este resultado? Me temo que es el hastío, el cansancio con una casta política que por décadas se ha dado vueltas en sí misma. La corrupción reinante también está haciendo lo suyo, la clásica avivada que termina socavando los cimientos de cualquier sociedad que se precie de tal. Lamentablemente me temo que la ciudadanía termine apelando a los peores. Como quien dice, poniendo a los gatos a cuidar la carnicería. Ojalá me equivoque!
Rodolfo Schmal S.