En una reciente entrevista de la BBC News Mundo al filósofo australiano Roman Krznaric nos llamó mucho la atención su expresión de que estamos inmersos en una constante distracción digital y en un “cortoplacismo frenético”.
Algo similar hemos compartido en estas columnas cuando hemos descrito el inmediatismo exacerbado que predomina en nuestra cultura occidental y nacional capitalina especialmente.
Para él, la tecnología “está diseñada para sacar a relucir nuestro cerebro de corto plazo” y dio como ejemplo con el “Clikee Aquí y Compre YA!
Otro tema importante para Krznaric es la existencia de un problema con la democracia y es que no se les da “derechos o una voz representativa a las generaciones futuras”. Como bien lo expresa, se sabe que los políticos apenas pueden ver más allá de las próximas elecciones o del último titular. Pero como también se sabe que nuestras acciones están teniendo consecuencias en todas las generaciones futuras, nos da la buena nueva sobre una tendencia o movimiento, denominado Diseño Futuro, el que fundado en distintas culturas ancestrales, se ha extendido bastante. Donde incluso muchas ciudades progresistas del mundo podrían adoptar este mecanismo para revitalizar la democracia, para reinventarla y así darle una voz a las generaciones futuras usando la imaginación.
Cuando Gran Bretaña colonizó Australia en los siglos XVIII y XIX, según relata este australiano, “se basaron en una doctrina legal ahora conocida como terra nelius, la tierra de nadie”, comportándose como si no hubiesen indígenas. Y como era obvio que había, para este filosofo, de una forma similar hoy en día “tratamos el futuro, como si no hubiera nadie allí”. Suena similar a lo que ha ocurrido en nuestros confines del sur de América.
Mirando el presente como una oportunidad, con el covid-19 imperando, esto representaría “un momento para mirar hacia atrás y ver si aprendimos algo sobre la importancia de pensar a largo plazo”. Es bueno sacar lecciones de las crisis, como desde antaño se nos viene diciendo, éstas representan oportunidades de aprendizaje. Otra cosa es que habiendo ya pasado se nos suelen quedar las ideas en el tintero.
Por lo tanto, es clave cuando expresa que “debemos aprender a convertirnos en pensadores de catedrales”, haciendo un paralelo con la construcción de estas grandes obras, ocurridas a lo largo de muchísimos años en la historia global. Se hace necesario para él, empezar a planificar a largo plazo. Si no se aprende esta lección de 2020, “no habremos aprendido casi nada y eso será una tragedia.”
Para Krznaric, si podemos ser buenos antepasados, para lo cual “no podemos simplemente responder al presente”, sino que “debemos pensar a largo plazo, ya sea que hablemos de la ecología del planeta o de los riesgos tecnológicos o de la próxima pandemia que pueda estar en el horizonte.” De hacer esto, bien podríamos ser, “los ancestros que merecen las generaciones futuras”.
Una constatación positiva ha sido comprobar que “junto a todas las tragedias, Covid-19 nos ha dicho algo sobre nuestro yo social, que somos homo empathicus, no sólo homo self-centricus”. Para él, somos el mamífero más sociable que existe y eso se está viendo en el nivel comunitario. Aunque todavía muy egocéntricos y atrapados en el corto plazo.