Corría el 2017 y el mal llamado bus de la “libertad” recorría distintas ciudades de Chile, haciendo campaña en contra de la ley de identidad de género, esparciendo un discurso que atentaba en contra de toda la comunidad LGTBQI+, el cual además era alentado por diferentes congregaciones religiosas de corte conservador.
El 26 de julio de 2017 el bus llegó a Talca, recuerdo que muchos lo esperábamos solo para manifestarnos en contra, porque su sola existencia violentaba y amenazaba la nuestra. No me sorprendió ver entre quienes esperaban al bus del odio con regocijo, a los pastores y la congragación de la iglesia “Fuente de vida para las naciones”, la cual por años me aplicó terapia de conversión a la heterosexualidad y hasta hoy la sigue aplicando a adolescentes. Tampoco me sorprendería si los vuelvo a ver apoyado a Marcela Aranda.
Como mujer, lesbiana y cristiana, creo firmemente en que Dios nos ama a todos y todas por igual y que si Jesús hubiera vivido en nuestros días, sería el primero en manifestarse en contra de todos los discursos de odios y echaría a estos supuestos cristianos que dicen predicar el amor de Dios, de los templos de su Padre, tal cual lo hizo con los fariseos. Amar los unos a los otros y estar donde están los que sufren ¿no es tan difícil cierto?
En Chile desde 2007 a la fecha los delitos de odio contra la población LGBTIQ+ se han disparado, según cifras publicadas se produce un ataque cada seis días y ello ha ido en aumento al revisar la prensa reciente. El 68% de los niños y niñas LGBTIQ+ han sido víctimas de bullying, además ser LGBTIQ+ representa 4 veces más riesgo de cometer suicidio que en comparación a la población heterosexual. La pandemia COVID 19 solo ha empeorado las cosas con el confinamiento, al menos un 24% declara sentirse agobiado por expresar su identidad LGBTIQ+ en sus hogares, con el riesgo de violencia que ello conlleva.
Hoy, terminando el año 2020, en medio de una ola de crímenes de odio en contra de la comunidad LGTBQI+, Marcela Aranda anuncia que el bus de la “libertad” volverá a Chile y recorrerá Santiago y Valparaíso.
Y aquí es donde yo me pregunto ¿cómo aún hay personas que no ven todo el daño que hacen? ¿Cómo puede ser posible que ni siquiera se cuestionen el rol que tienen dentro de toda la violencia que ejercen en contra de nosotres?
Con la difusión de estos mensajes en el espacio público niegan el derecho a existir de las personas diversas, les impiden vivir en igualdad y sin violencia a las personas LGBTIQ+ lo que constituye un acto de discriminación intolerable.
Sólo queda demandar lo que en derecho corresponde, tal como lo ha señalado la Corte Interamericana de Derechos Humanos: “ninguna norma, decisión o práctica de derecho interno, sea por parte de autoridades estatales o por particulares, pueden disminuir o restringir, de modo alguno, los derechos de una persona a partir de su orientación sexual, su identidad de género y/o su expresión de género.” Entonces que el Gobierno de Chile tome las medidas que sean necesarias para detener estos mensajes que propagan odio y contribuyen a vulnerar los derechos humanos.
Lo mínimo es poder caminar por las calles con la tranquilidad de que la sociedad respeta tu proyecto de vida y te protege contra todo acto de violencia, no podemos pedir menos, ya que lo único que pedimos es dignidad.