“Es un bruto” esgrimió el Ministro de la Secretaría General de la Presidencia Alvaro Elizalde… “¿Me dijo que era un bruto?”, preguntó el senador Felipe Kast… “Sí, ¿cómo no vamos a poder conversar”, replicó Elizalde. Un intercambio coloquial de palabras ocurrido esta semana en el Congreso, pero que en algo reflejan la tensa relación entre el gobierno y la oposición, o al menos parte de ella.
Si bien la discusión anterior se dio en el marco de la ley de usurpaciones, algo menos coloquial, no necesariamente menos tenso, también ocurrió en la comisión del trabajo de la Cámara de Diputados a propósito de la aprobación de la idea de legislar el aumento del salario mínimo, pero sin avanzar en su discusión en particular bajo el argumento opositor de que previamente se debe conversar con los empleadores.
Si bien, es celebrable la intención de buscar acuerdos, el avance del Estado en la búsqueda de una sociedad menos desigual no puede quedar supeditada al parecer del poder económico.
Sin embargo, lo que hay de fondo y que será parte de la discusión que viene son dos visiones distintas del modelo económico imperante en Chile: un enfoque más conservador o de derecha fundamentado en el pensamiento neoliberal de Milton Friedman, quienes históricamente han sido más reacios al aumento del salario mínimo bajo el argumento que es el mercado y su crecimiento económico los que naturalmente lo regulan.
Es decir, aplican las curvas de oferta y demanda: a mayor precio (en esto caso el salario como precio del uso de fuerza de trabajo), se produciría una menor demanda de trabajo por parte de las empresas. Esto fue llevado al paroxismo hasta 1990, cuando bajo el imperio dictatorial de los Chicago Boys el salario mínimo llegó a ser extremadamente bajo.
El segundo enfoque o pensamiento es el de John Keynes que cuestionó el razonamiento anterior pues solo considera, en términos macroeconómicos, la mantención de salarios bajos con tal de maximizar las utilidades. En un modelo neoliberal dominado por los intereses del mercado desregulado, la tendencia es a bajar el salario mínimo aún más, y con estos generar más dividendos para que las empresas reinviertan y generen más trabajo, pero siempre a salarios deprimidos. Más allá del problema social que esto significa no considera un factor económico que sí plantea Keynes: Un salario más alto aumenta las ventas y las utilidades potenciales de las empresas que venden bienes a los asalariados y sus familias.
El pensamiento keynesiano, más en armonía con los lineamientos progresivos de corrientes de izquierda o centro izquierda, no es un cuestionamiento hacia la empresa, sino al rol del Estado. La lógica de mercado es maximizar utilidades minimizando costos de producción, donde la remuneración del empleado no es más que uno de los tantos eslabones de la cadena productiva. Las empresas son indispensables para la economía y cumplen su función, pero pretender entregarles a estas labores que son propias del Estado, como políticas contra la desigualdad a través de la reinversión, parece francamente un despropósito.
Es en este ámbito donde cobra importancia el aumento del salario mínimo como política estatal, ya que a diferencia de quienes conservadoramente sostienen que aumentarlo atentaría contra la contratación de más trabajadores, lo cierto es que el efecto es precisamente lo contrario, esto es, su aumento le da dinamismo a la economía porque incorpora al trabajador como elemento consumidor y le confiere dignidad para hacerlo sentir parte efectiva de la sociedad a la que pertenece. El premio Nobel de economía (2008) Paul Krugman declaró el año 2021 que la lección de esta evidencia es que salvo que los salarios mínimos sean elevados de manera exagerada, “subir el mínimo no va a tener efectos negativos mayores en el empleo, pero tendrá beneficios significativos en términos de ingresos mayores y reducción de la pobreza”.
El Día Internacional de los Trabajadores conmemora la huelga por los trabajadores de distintas empresas de Chicago iniciada el 1 de mayo de 1886 para reivindicar la jornada laboral de 8 horas, siendo algunos de ellos detenidos tras sucesivas protestas, y cinco de ellos terminaron condenados a muerte, los llamados “mártires de Chicago”.
Que este día histórico ayude a la comprensión que una sociedad justa pasa necesariamente por retribuir a nuestra gente con un sueldo digno que abrece su integración social… ¡Feliz día del trabajador!
José Ignacio Cardenas Gebauer
Abogado autor de libros como “El Jaguar Ahogándose en el Oasis” y “La Trampa de la Democracia”
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