En Francia las encuestas fueron tuvieron un acierto. El domingo 10 de abril, los resultados de las elecciones fueron muy cercanos a las predicciones. El presidente Emmanuel Macron obtuvo el 27,8 por ciento y la ultraderechista Marine Le Pen un 23,2 por ciento. Macron, candidato a la reelección, subió respecto del 24,01 por ciento logrado hace cinco años en la primera vuelta. Su adversaria de entonces y ahora, Le Pen, mejoró igualmente; en 2017 obtuvo 21,30 por ciento.
Lo más probable es que el 24 de este mes, en la segunda vuelta, Macron resulte reelecto. Pero no será fácil que repita su éxito de 2017. Entonces en el balotaje casi duplicó a la candidata Le Pen. Esta vez tiene el significativo apoyo del tercero en la llegada (21 por ciento), el izquierdista Jean-Luc Mélenchon, quien fue enfático: “No hay que darle ni un solo voto a Le Pen”. Coincidieron con él la conservadora Valerie Pécresse (4,8 por ciento), y la socialista alcaldesa de París, Anne Hidalgo, quien tuvo una aplastante derrota con el 1,7 por ciento y cuyo partido, según Le Monde, quedó “reducido a la nada”. El cuarto más votado fue Éric Zemmour, también de ultraderecha, a la cabeza del partido llamado Reconquista con 7.1.
El argumento de Pécresse fue tajante: “No soy la dueña de los sufragios recibidos, pero pido a mis electores que me han honrado con su confianza que sopesen en los próximos días las consecuencias potencialmente desastrosas para nuestro país y las generaciones futuras de cualquier decisión diferente a la mía”.
Ambos candidatos se pusieron en campaña de inmediato. Marine Le Pen ha usado la invasión rusa como una señal de alerta para los nacionalistas franceses. Macron debe hacer un esfuerzo para repetir su triunfo en segunda vuelta en 2017. Ahora lo complican su reacción “europeísta” ante la invasión rusa en Ucrania, la inflación y variadas protestas, especialmente la de los “chalecos amarillos”. Pese a la abundancia de postulantes (doce), la elección se caracterizó por la concentración de los votos (75 por ciento del total) en los tres candidatos principales. Es lo que se llama el “voto útil”, sin románticos saludos a la bandera en un país que se ha dividido profundamente.
Los franceses ya olvidaron los ideales de la revolución de los estudiantes en 1968, cuando pedían “lo imposible”. Lo demostró en esta elección la crisis de los partidos tradicionales y la influencia los movimientos “transversales”.
Macron cuenta con el apoyo de La République en marche, Agir, Horizons, el Modem y el Partido Radical. Ha reconocido que su principal preocupación debe ser la reforma del sistema de pensiones. El sistema es uno de reparto, en el cual las pensiones actuales se financian con las cotizaciones de los trabajadores activos.
El lunes dijo que se abría a reajustar su reforma de las pensiones, añadiendo también que estaba dispuesto a “abrir la puerta” a subir la edad de jubilación a los 64 años en lugar de a los 65, que contempla su propuesta actual. El sistema de pensiones para el sector privado fue creado en 1945. Al régimen general está afiliado el 68 por ciento de las personas activas y es altamente insatisfactorio.
Pero, obvio, igual que en otros países, no es el único problema.
Abraham Santibáñez
Premio Nacional de Periodismo