En nuestro país se maneja un concepto de empresa, propio del sistema neoliberal, que aparentemente está llegando a su fin. Desgraciadamente la mayoría de los ciudadanos y durante muchos años, ha estado fuertemente influenciado por dos conceptos de empresa y me refiero a la empresa capitalista tradicional y a la empresa estatal de corte marxista o socialista.
Estas dos tienen un amplio espectro social crítico que las rechaza; la primera porque provocaría desigualdad y un menoscabo en la dignidad de las personas y la segunda porque eliminaría la posibilidad de sumar propietarios y porque se administra por el poder político de turno a través de funcionarios estatales.
Los sectores políticos chilenos, hasta la fecha, aparentemente se inclinan solo por uno de estos dos conceptos y los medios de comunicación y los colegios y universidades, destacan en sus enseñanzas, también estos dos tipos de empresa. Este hecho da mucho qué pensar.
Estimados lectores, existe otro tipo de empresa que se practica o se usa en muchos países desarrollados, aquella en que el concepto no solo es el capital y el trabajo, sino también la tecnología y la co-propiedad.
¿Saben los chilenos que muchas empresas en Alemania y Japón (solo por nombrar dos países que a la mayoría impresiona), tienen en su directorio representantes de los trabajadores y esto desde hace muchos años?
En estos países se convencieron primero que la mayoría de sus paisanos, ojalá todos, llegaran a ser algún día propietarios y no tan solo propietarios, porque el ser humano no solo se satisface con el dinero, sino que también necesita satisfacer su dignidad personal y espiritual y por esto hicieron que los trabajadores (co-propietarios) participaran en la dirección de la empresa (directorio) para así satisfacer su otra parte, su dignidad como ser humano, participando en el qué producir, qué y cómo vender, etc.
En los países que he mencionado como ejemplo, esta idea surgió desde la misma civilidad y ciertamente por su nivel educacional e intelectual. En los pueblos latinoamericanos como el nuestro, probablemente no surgirá esto de motu proprio y allí se necesita un Estado fuerte que dicte las reglas, para que el actual paradigma que se usa en estos países pobres o eternamente en vías de desarrollo no se cumpla.
Claro, para esto necesitamos una mayoría en el legislativo que realmente quiera ayudar a sus connacionales. Ahora contamos con una mayoría que no le gusta el actual sistema empresarial y tienen la oportunidad, aunque sea por esta única vez, en pensar en la gente de su patria, y modificar sustancialmente la relación capital y trabajo; pero no para hacer a todos proletarios, sino dignos propietarios.