Una cosa es segura: a Donald Trump la creatividad no lo abandona. Después de casi dos meses en que se ha resistido a reconocer su derrota, todavía sigue inventando recursos cuando ya todos parecen agotados.
Tras una seguidilla de perdones presidenciales para favorecer a sus cercanos, ahora estaría pensando en dejar anticipadamente la Presidencia para su beneficio. Lo planteó la procuradora (Fiscal) general de Nueva York, Letitia James: “El presidente puede indultar a las personas, (pero) la gran mayoría de los juristas han indicado que no puede perdonarse a sí mismo”. “Lo que podría hacer es dimitir y permitir que el vicepresidente Pence lo perdone”.
En ese caso, Mike Pence (el Breve) debería cerrar el gobierno y -lo más importante- podría otorgarle a Trump el perdón por los cargos federales que enfrenta. Pero, de ser así, según la fiscal James, el mandatario no se libraría de enfrentar a la justicia estadual de Nueva York.
Es lo que se llama propiamente “una noticia en desarrollo”. Pero hay más. Allá, acá y en casi todas partes. Dos periodistas de The New York Times han recordado que en noviembre de 2018, en el vocabulario de Donald Trump existía la expresión “comicios justos”.
Entonces el protagonista no era él, sino dos pavos puestos a competir por el “perdón” presidencial antes de la tradicional cena del Día Acción de Gracias. Según una costumbre bastante insólita, en la Casa Blanca se debate públicamente la suerte del protagonista del plato principal, precisamente un pavo. Hace dos años, el pavo perdedor de los comicios, según el propio Trump, “no quiso reconocer su derrota (y) exigió un recuento de votos”. En ese momento, consignó la información del diario, “la multitud estalló en risas, y Trump sonrió un poco”.
Este año, en cambio, no hubo sonrisas. Algunos íntimos han confidenciado que Trump ha empezado finalmente a asumir su derrota.
Detrás de esta mezcla desconcertante de mal manejo del Covid-19 y los patéticos esfuerzos por ganar la elección por secretaría, crece el temor ante el eventual estallido una crisis de fondo. Ya sabemos que ninguna democracia es perfecta, pero por algo ha durado por siglos.
Para los griegos era un buen sistema, aunque consagraba la esclavitud. Mucho después, Winston Churchill la definió como el menos malo de los regímenes de gobierno.
Lo de ahora es un fenómeno nuevo y no solo afecta a Estados Unidos. La revolución tecnológica, Internet y las redes sociales, permiten que cada persona, desafíe impunemente al mundo entero y sus instituciones y en definitiva ponga en peligro la subsistencia misma de la democracia.
Hasta cierto punto ya está ocurriendo en Chile. Una generación joven postula que solamente quienes están libres de todo pecado pueden aspirar a la construcción del futuro.
Estos neofundamentalistas aseguran que eso es lo que cree la mayoría luego del estallido social y del plebiscito. No hablemos de su manifiesto desprecio por los “ancianos con pañales”, la condena del proceso ejemplar del término de la dictadura, la torpe incitación a “saltarse los torniquetes”, las celebraciones clandestinas en cuarentena o -suprema irresponsabilidad- el rechazo al uso de las mascarillas.
Es el populismo en su peor expresión, convertido en pandemia.
Hasta ahora, no tenemos vacuna.
Abraham Santibáñez
Premio Nacional de Periodismo