La creciente variabilidad climática está dejando huellas profundas en la sociedad y la economía chilena. A fines de 2023, uno de los casos más emblemáticos del impacto de este fenómeno fue el cierre de la planta Licancel, en la Región del Maule, que operaba en la industria forestal desde 1992. Este hecho refleja los desafíos que actualmente enfrentan las empresas frente a eventos climáticos extremos, los cuales no solo amenazan su operatividad, sino también el bienestar de los trabajadores y las comunidades que dependen de ellas.
Pero, ¿qué es exactamente la variabilidad climática? Eugenia Gayó, investigadora del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2), lo explica: “Se refiere a las fluctuaciones naturales que ocurren en la Tierra a lo largo del tiempo, tanto en escalas cortas como largas, es decir, desde días hasta millones de años”.
“Se debe a fenómenos naturales, como los ciclos en la órbita del planeta, la actividad volcánica, los cambios en la configuración de los continentes o las interacciones oceánicas; pero también a factores humanos como los gases de efecto invernadero. Estas oscilaciones pueden manifestarse a través de cambios de temperatura, precipitaciones y humedad”, añade.
En el caso de Licancel, la prolongada escasez de agua en la zona central fue determinante, limitando su disponibilidad para los procesos industriales y afectando la productividad. Pero no solo la sequía la golpeó. En agosto de 2023, las intensas lluvias provocaron el desborde del río Mataquito, inundando la planta y obligando a paralizar indefinidamente sus operaciones.
En aquel entonces, a través de un hecho esencial enviado a la Comisión para el Mercado Financiero (CMF), Arauco (dueña de Licancel) informó que la paralización se debía a “La extrema variabilidad climática, inundaciones consecutivas del río Mataquito durante este invierno (2023), períodos extremos de sequía que ocasionaron reiteradas detenciones en veranos anteriores, incendios forestales de alto impacto que han generado una significativa baja en la disponibilidad de madera a nivel industrial, sumado a los años de operación de los equipos principales”.
La detención de la planta dejó a más de 500 familias sin sustento económico directo, además de afectar gravemente a proveedores y pequeñas empresas locales que dependían de su actividad.
Este caso no es aislado. En los últimos años, sectores clave como la agricultura, la minería y la energía han enfrentado pérdidas millonarias debido a fenómenos climáticos extremos. En la región de Coquimbo, por ejemplo, las intensas lluvias de 2022 dañaron los canales de regadío, mientras que la sequía prolongada ha disminuido la producción de vid en un 45%, de hortalizas en un 30% y de frutas en un 20%.
“Chile enfrenta una megasequía, un evento marcado por una reducción significativa y persistente de las precipitaciones. Durante más de una década, esta situación ha afectado especialmente a la zona central del país, disminuyendo la disponibilidad de agua para riego en regiones clave. Esto ha tenido un impacto en la seguridad alimentaria y en la economía agrícola, donde pequeños productores y comunidades desarrollan economías tradicionales”, explica la investigadora del CR2.
Expertos hacen un llamado a la acción conjunta
“Es fundamental que las instituciones estatales vinculadas al agua —como la DGA, DOH, Senapred, CNR y SMA— trabajen de manera más ejecutiva y coordinada con todos los actores del sector, especialmente con las Organizaciones de Usuarios de Agua, que enfrentan directamente los efectos de sequías e inundaciones cada vez más extremas”, comenta Emilio de la Jara, CEO de Capta Hydro, startup especializada en gestión de recursos hídricos.
En los últimos años, Chile ha experimentado de primera mano los estragos de un clima extremo: desde la desaparición de actividades agrícolas debido a la sequía, hasta devastadoras inundaciones que han afectado especialmente al centro del país. Al respecto, de la Jara afirma que para enfrentar esta situación es urgente avanzar en la digitalización de la infraestructura de aprovechamiento de recursos hídricos para la toma de decisiones de largo plazo.
“La medición en tiempo real de las extracciones de recursos hídricos subterráneos y superficiales ha permitido optimizar como nunca antes el reparto del agua según derecho en períodos de escasez y activar alertas en tiempo récord ante crecidas. Sin embargo, un problema poco conocido es que gran parte de nuestra infraestructura hídrica aún tiene un nivel muy precario en relación a los desafíos que enfrentamos”, explica el experto.
Eugenia Gayó, en tanto, cree que “tanto instituciones públicas como privadas deben tomar medidas coordinadas que no solo aborden los impactos inmediatos de la variabilidad climática, sino que también preparen al país a largo plazo. Para esto, es necesario fortalecer la Ley Marco de Cambio Climático y sus medios de implementación, como los planes nacionales de adaptación sectoriales y sub-nacionales”.
“También es fundamental fortalecer los sistemas de monitoreo climático y desarrollar alertas tempranas para eventos extremos como sequías, olas de calor y tormentas, promover el diálogo entre distintos actores sociales y fomentar la participación ciudadana a través de la educación ambiental”, añade finalmente.