Calidad, sabor, textura y larga vida de postcosecha, parecieran ser los principales atributos de las nuevas variedades de vides. ¿Cuáles son las más importantes? ¿Hacia dónde se dirigen los nuevos materiales que comenzarán a verse en los próximos años? ¿Qué variedades está demandando el mercado?
Sin duda, el reemplazo de las variedades antiguas de uva de mesa por las nuevas está reconfigurando el mercado de la industria de la uva de mesa, un negocio que actualmente vive uno de los momentos más críticos de su historia. De 40 mil hectáreas actualmente hay entre 28 y 30 mil hectáreas, una disminución que aún no ha terminado.
La aparición de nuevas especies que están afectando el mercado global de la uva de mesa, el surgimiento de países productores emergentes como Perú e India, la sequía, escasa disponibilidad mano de obra, cambio en el consumo, mayores exigencias de certificaciones, sumado a problemas logísticos y alza en los costos de productos importados son algunos de los temas habituales con que tiene que lidiar este rubro.
Ante este complejo panorama se suma la genética del recambio en uva de mesa donde el consumidor pide atributos de sabor, color, firmeza, calibres más grandes, textura crocante, que sean productivas, de fácil manejo y buenas viajeras.
Para hablar del recambio varietal, de los desafíos y oportunidades que se abren para la genética nacional, conversamos con la Ingeniero Civil en Biotecnología, Paola Barba, investigadora de INIA LA Platina que lidera el Programa Mejoramiento Genético en Vides del INIA. Le hicimos algunas preguntas y estas fueron las respuestas.
¿Da lo mismo de dónde venga la genética en vides. Me refiero a si es una variedad chilena o extranjera?
“No da lo mismo. La mejora genética se basa en la selección de individuos con características que son mejores que sus progenitores. Cuando este proceso se realiza en Chile, estamos seleccionando las mejores vides para las condiciones edafoclimáticas del territorio nacional. Son años de evaluaciones que se realizan, bajo nuestras condiciones cambiantes, y que nos permiten saber, por ejemplo, cómo se comportan en años con fenómenos del Niño o de la Niña. En cambio, cuando se traen variedades desarrolladas en otros países no se sabe a priori como se comportarán acá. La prueba de eso es que las nuevas variedades que han sido exitosas son pocas comparadas con la oferta varietal existente.
Asimismo, tener programas de mejoramiento genético en Chile nos permite satisfacer las necesidades de los productores y exportadores nacionales, como, por ejemplo, una buena calidad y condición después de una guarda prolongada en frío como la que sufre la fruta cuando se exporta. Los productores de Estados Unidos o Europa tienen sus mercados al lado, y no necesitan este plus en sus variedades. Por lo tanto, es probable que las variedades que vienen de esos países no hayan sido desarrolladas con ese objetivo”.
¿Cuáles atributos priorizan en las nuevas variedades?
“Las nuevas variedades deben ser productivas sí o sí, de otra forma no tienen cabida en el mercado. También queremos variedades con buena postcosecha, saludables, agradables de comer, firmes a crocantes, con buen calibre y que sean simples de manejar. Idealmente, buscamos llenar las ventanas de cosecha temprana, media y tardía con variedades blancas, rojas y negras que cumplan con estas características. Las variedades tempranas son de especial interés para nosotros, ya que pueden reducir sus requerimientos de agua antes que las variedades más tardías en las zonas con escasez hídrica o pueden ser cosechadas antes de las lluvias en las zonas más australes, y por lo tanto no necesitan cubiertas de plástico.
Otra línea de trabajo muy interesantes es el uso de resistencia natural a enfermedades fungosas, específicamente el oídio. Estas resistencias son normales en las vides silvestres, y mediante mejora genética tradicional, es decir, cruzar, observar y seleccionar, la estamos combinando con características de fruta comercial. Las futuras variedades con resistencia natural a oídio reducirán la necesidad de aplicar pesticidas, lo que tiene un impacto positivo para el medio ambiente y los trabajadores”.
¿Esta nueva genética viene asociada con un paquete tecnológico?
“Las variedades desarrolladas en INIA vienen con un paquete tecnológico que fue probado en distintas regiones del país por varias temporadas. Por lo tanto, en un comienzo son un producto más confiable que las vides extranjeros que vienen con pautas desarrolladas en sus países de origen. En definitiva, para que sea exitosa, una nueva variedad debe venir de la mano con un paquete tecnológico que le de base a los productores para sacar el mayor potencial en sus predios en el plazo más corto posible”.
Actualmente, el contexto de la industria de la uva de mesa presenta diferentes problemas, estamos frente a un rubro golpeado y desanimado por diferentes aspectos. ¿Son necesarias las nuevas variedades en el actual modelo productivo?
“Sí. Las nuevas variedades son necesarias en la medida que son mejores que las tradicionales, que estas mejoras son estables en el tiempo, y no vienen de la mano con otros defectos. Obtener más cajas con los mismos costos, reducir costos por menor necesidad de manejos o insumos, u obtener mejores precios por tener calibres, firmezas o postcosecha superiores son algunas de las ventajas que ofrecen. Sin embargo, aún no existe la variedad perfecta, y por lo tanto es importante que los productores tengan a mano la información de los pro y los contra de cada variedad, de forma de evaluar cuidadosamente a la hora de decidir un recambio varietal”.
Cuál es su mirada de la sustentabilidad de los Programas de Mejoramiento Genético de Vides tanto nacionales como extranjeros, más aún ahora en un contexto de un rubro que vive momentos complejos?.
“El trabajo de los programas de mejoramiento genético, tanto extranjeros como nacionales es y ha sido fundamental en este proceso de adopción de nuevas variedades por parte de la industria de la uva de mesa.
Los programas comerciales extranjeros partieron muchos años antes que los nacionales y en estos momentos ya se encuentran maduros, con decenas de variedades registradas, lo que les ha permitió reinvertir fuertemente en investigación y desarrollo. Por ejemplo, durante el último año han inaugurado nuevos edificios para la producción de plantas y evaluaciones de postcosecha, tema que han incorporado en sus objetivos de mejora.
En Chile, los programas de mejora nacionales tuvieron un fuerte impulso por parte de CORFO y privados por al menos 10 años, lo que nos ha permitido sentar y asentar las bases para el desarrollo de productos. Al alero de estos proyectos el programa de uva de mesa ha registrado 4 variedades y hemos generado miles de plantas que están en etapa de evaluación. Tenemos resultados interesantes. Sin embargo, los programas chilenos aún no están suficientemente maduros como para sostenerse solos, y la falta de recursos para investigación y desarrollo nos ha planteado muchos desafíos que estamos enfrentando de la mejor forma para continuar con el registro de variedades nacionales”.
Datos de interés
En Chile los programas de uva de mesa son dos: El Consorcio INIA y Biofrutales, y el Consorcio de la Fruta de Asoex con la PUC. Hasta ahora, este último no tiene un producto comercial en el mercado, pero se apresta a ofrecer comercialmente una o dos nuevas variedades de uva de mesa en corto tiempo.
El Programa de Mejoramiento Genético de Vides (PMGV) se inició en el Centro Regional del Instituto de Investigaciones Agropecuarias INIA La Platina en el año 1988, bajo la dirección de Jorge Valenzuela. Desde esa fecha el foco ha sido utilizar cruzamientos dirigidos de variedades con atributos comerciales, enfocados principalmente en producción, calidad de exportación y buen comportamiento en postcosecha. Apunta a variedades amigables con el productor, es decir, de fácil manejo, que ayuden a mitigar los problemas de mano de obra, agregar sabores y facilidades para que sea amigable con el medioambiente en términos de menor uso de plaguicidas y sobretodo en el control de enfermedades como hongos.
En estos momentos el programa tiene tres variedades protegidas: una variedad de color negro Maylen® (‘Iniagrape-one’ cv.) registrada en 2012, y dos variedades rojas INIA-G2 e INIA-G3 en estudios de escalamiento.
Los últimos 10 años, Chile ha tenido acceso a una oferta importante de nuevas variedades de uva de mesa que vienen de programas extranjeros y chilenos.
En el mundo existen más de 200 variedades de uvas en diferentes fases de desarrollo. Pero, los principales programas de mejoramiento genético del mundo son la empresa SunWorld de California, SNFL Group (Special New Fruit Licencing), la empresa genetista International Fruit Genetics (IFG), Grapa, Polar Fresh Group, entre otras.