Con la usurpación de los partidos al movimiento del estallido social (única manera de sobrevivir), me detuve a reflexionar por qué están tan desprestigiados y casi nadie cree en ellos en nuestro país. Traté de encontrar uno con identidad, que por lo menos tuviera un suave tinte de ideología, como para poder identificarlo en el mapa de Chile, pero fue imposible. No existen partidos con ideologías y con identidades propias.
A modo de aclaración, digo que una ideología política es un conjunto de ideas o postulados fundamentales que son característicos a los partidos políticos para reproducir la sociedad espejo de ellos, en relación a cómo deberían trabajar las instituciones de un país, una población o un grupo de personas, llegando a la siguiente conclusión: Una de las principales ocupaciones de una ideología política es cómo el poder debería asignarse y a cuáles fines debería concertar.
La gran reflexión que cada día me hago y no deja de abordarme, es por qué motivo nos cuesta tanto encontrar la identidad de los partidos y reconocernos en ella, como lo expuse en el párrafo anterior.
La explicación puede estar, quizás, de manera sustantiva, en la misma crisis de los partidos, -que, con total desvergüenza, sin importarles a quienes representan, siempre recurren al absurdo de consensuar entre ellos, para seguir subsistiendo-, que no encontrando otra salida a su desesperada situación convaleciente, desde el momento en que la mayoría de los partidos a nivel internacional convergieron, producto de la guerra fría, hacia el centro, teniendo que enfrentar después al ajuste con la presencia de la globalización, dieron paso, en este proceso, a un modelo que difumina los límites políticos y programáticos de todos los partidos.
Esto debiera ponerlo entre paréntesis, pues no sé bien porqué mis pensamientos me condujeron a la más odiosa mentira histórica, que es la expresión misma de la versión kafkiana de Macondo: el acto de contrición de muchos socialistas por su participación en el gobierno de la UP, que deja a cubierto, sin culpas y totalmente inocentes a los militares, carabineros incluidos (encargados de la seguridad pública, como lo demuestran disparando a niños del SENAME), que dieron el golpe y sostuvieron una brutal dictadura.
¿Hay alguien que no sepa que los militares sólo se preparan para la guerra y que el pensamiento militar en asuntos de política siempre ha sido nulo, pues en los cuarteles –al igual que en sus escuelas matrices- no hay costumbre de pensar, reflexionar, discutir ni preguntar sobre temas políticos, sean ellos relativos a las ideologías o a las tiendas partidistas?
Además de la desclasificación de documentos reservados en EE.UU., sobre su intervención en Chile antes y durante el Gobierno de Salvador Allende y la participación de los partidos de derecha para, precisamente, hacer actuar a los militares y dar el golpe, pretender que matando, asesinando, torturando a militantes de los partidos de izquierda, era posible derribar una ideología o una tienda partidista, fue cuestión en la que sólo los militares que acompañaban a Pinochet –debido a su innegable brutalidad e ignorancia- podían creer a pie juntillas.
Y hablando de los partidos de derecha de nuestro país, han puesto persistentemente en el centro del debate, una clase media que aparece en el panorama social no hace mucho.
Asimismo, lo hacen los demás partidos, sin exclusión. ¿Pero existe alguien que pueda definir que es clase media? Recurriendo a la historia, valga la siguiente explicación: Si el proletariado fue la clase revolucionaria con todas las posibilidades de cambiar el orden constituido, la clase media jugó un papel “contrarrevolucionario”, sin alterar los equilibrios de la sociedad capitalista.
Los cambios estructurales de sociedades industriales a sociedades de servicios, de sociedades autárquicas a sociedades abiertas y otras, modificaron el papel de esa “denominada clase social” y conforme avanzaba el siglo XX, la clase media se constituyó, en muchos partes del mundo, en la clase numéricamente mayor, siendo fundamental en el ejercicio electoral, transformándose en el instrumento deseado de los partidos políticos, como la fuerza capaz de determinar la agenda política y la batería de la mayoría de las reformas que se adoptan. Por ese sólo motivo, egoísmo bárbaro mediante, no hay partido político en la geografía chilena, que no aspire a representar a esta clase.
Lo cierto es que con la pauperización de este sector de la sociedad, la clase media es la clase del desencanto, la decepción, la frustración y la indignación porque su futuro es incierto y tan oscuro como las noches de invierno escandinavas. El tipo de sociedad que les aportaba una vida estable y trayectorias laborales sostenidas y ascendentes se está desintegrando. Se tiene menos recursos y menos oportunidades y sus esperanzas de mejorar o mantener la calidad de vida que han tenido son tan escasas, como su confianza en el sistema. La mentada clase media creía que una buena formación intelectual abría puertas y que la honradez y el trabajo se recompensaban. ¡Esto se acabó!
Concuerdo en mucho con el libro “El Fin de la Clase Media” de Esteban Hernández, que explica que sin las transformaciones que están constituyendo una clase totalmente peculiar, formadas por personas que pertenecen a las capas medias en cuanto a formación, mentalidad y atributos, pero que se encuentran con condiciones vitales propias de los estratos más bajos, no se pueden entender fenómenos como el Frente Nacional en Francia, Syrisa en Grecia o Podemos en España.
La polarización se hace notar producto de la estratificación social, que puede definir un mundo en el que el 10% o el 15% de los ciudadanos será rico, mientras gran parte del resto tendrá sus salarios estancados o descendientes. La conclusión de algunos cientistas y analistas políticos, es que esta polarización supondrá el final de la sociedad liberal o, más bien, el final de la democracia.
Mario Toro Vicencio
Escritor – poeta