Hoy tuve que ir de compras a una farmacia, de aquellas “modernas”, con sistema de números de turno. Algo que me hacía sentir que se pisaba suelo nivelado y parejo a todo aquel que se encontrara en el interior del local. Al igual que Galileo que amaba la simetría, yo la amo en todos los planos y contextos de la vida y ese sentimiento provocaba en mí ese ámbito de “atención justa”. Grande fue mi sorpresa y desconsuelo, cuando al ver mi número en pantalla, una dama –que no resultó serlo- se abalanzó sobre el farmacéutico con todo desparpajo para que la atendieran. Me acerqué al mostrador e hice presente que era mi turno, percatándome de la ira de la mujer que, lejos de dar disculpas, se retiró del local enfadada.
La situación me retrotrajo a los saqueos, después del terremoto del 2010, que dejaron en evidencia el precario vínculo entre normas, reglas, conductas, cultura y naturaleza humana de nuestra gente en Chile y el manifiesto abandono de todos los partidos a la razón existencial del Ser en la sociedad, que determina que el individuo se transforma en “alguien”, vale decir persona, en su relación y organización con otros hombres, en una fusión moral y de amor universal.
Hay algunos historiadores que plantean que la historia es cíclica porque lo que sucedió durante la revolución francesa, que se produjo la insurrección como consecuencia directa en las cuales las fuerzas del ancíen régime ya no fueron capaces de dominar la sociedad y, las clases que habían apoyado la revolución estaban divididas y agotadas para ejercer el poder; el ejército se proclamó guardián de la sociedad e instauró el mando de las armas, una forma de gobierno netamente usurpadora. Mientras en Inglaterra, la usurpación se encarnó en una sola persona: Cromwell, que dirigió primero a los Comunes contra la Corona y, después como Lord Protector, usurpó las prerrogativas tanto de la Corona Como de los Comunes.
Dándole la razón a aquellos que aseguran que la historia es cíclica, en nuestro país, los partidos políticos, llámense de derecha, izquierda, centro-derecha, centro-izquierda, más algunos parlamentarios independientes, atemorizados de perder al poder, producto del estallido social, se citaron para consensuar un plebiscito lejos de la ciudadanía, usurpando el logro del movimiento que había generado las condiciones de cambio.
Son los mismos partidos usurpadores los que piden reunirse, dialogar, debatir, en un “equivocado” lenguaje al hacer el llamado a establecer puentes con el “electorado”. Uso la palabra “equivocado”, y agrego “extemporánea” ya que en todo el país se habían iniciado esas instancias abiertas y transversales de debate y diálogo, denominadas Cabildos y, que se equivocaron en el contacto con el “electorado”, queriendo quizás decir, en realidad, la sociedad civil o ciudadanía.
Hoy, nos enfrentamos a una crisis política en Chile que produce desconcierto en la gente que se manifiesta con suma desconfianza ante los partidos políticos –las encuestas evidencian la desafección de la ciudadanía con los partidos políticos en Chile-
La ceguera societal de los partidos chilenos ha determinado una larga secuencia de debâcles políticas, inclinándose a confiar en la actividad espontánea de la sociedad civil y descuidando las funciones, directrices y organizadoras de los propios partidos. Ninguna instancia partidaria, se ha dado la tarea de dar expresión a los estados de ánimo, o a las aspiraciones concretas de los desposeídos y postergados, sino, más bien, consideran que deben “amasar y moldear” esos estados de ánimo viéndose a sí mismos como tutores de este sector poco esclarecido de la sociedad.
Si se analiza a nuestro país con esa lógica, podemos constatar que los partidos políticos deben abordar con premura “su vigencia”, que implica asumir la tarea de reconstruir una cultura colectiva e inclusiva tanto en sus estructuras internas, como en la sociedad chilena.
Según el diario El Mostrador “Chile es el fiel reflejo de lo que representa el continente. Su autorreferencia a ser país OCDE hoy se estrella con una realidad que muestra un desarrollo parcial e inequitativo. Resulta paradójico que el incremento de las proyecciones económicas más favorables en un escenario de recesión sea con el aporte autogenerado por los propios trabajadores, producto de sus ahorros en un sistema privatizado de seguridad social. La falta de más ayuda y estímulo por parte del Gobierno podría crear más y más divergencias entre los “ricos” y los “pobres” de nuestra sociedad”.
Agrega que “sin duda, el comentario del ex ministro de Salud, Jaime Mañalich, respecto de su desconocimiento de las condiciones de la población, develó la desconexión de este Gobierno y las élites económicas respecto de la realidad de la población chilena, que producto de esta crisis trajo a la memoria, tal y como en los años 80, las dolorosas imágenes del hambre, hacinamiento y pobreza graficadas, tal y como durante la dictadura, en miles de ollas comunes. Hoy otros rostros y no solo en poblaciones y conventillos. La actual crisis es “la hora más oscura para la humanidad, una gran amenaza ante la que debemos estar unidos para proteger a los más vulnerables”.
Solo “la unidad de Chile y los días de un país justo y solidario en dignidad y derechos, será la casa común”.
En ese contexto expreso que el atraso o desarrollo de los pueblos para muchos economistas siempre tiene connotancias económicas (crecimiento versus desarrollo), siendo la acumulación cultural tanto o más importante que la acumulación de capital, toda vez, que las costumbres, la ética y los asuntos cotidianos afectan, también, los asuntos de estado. Esta visión de acumulación cultural es dotar de personalidad humana a los pueblos, que supuestamente carecen de ella, de brindarle dignidad al individuo y atención a los débiles.
Esto último, me permite llamar la atención hacia el gobierno que, lejos de fomentar y estimular la solidaridad y propiciar una cultura inclusiva de la casa común, antes de las festividades de Fiestas Patrias, hace un llamado a “delatar” a los vecinos que incurran en falta.
Por Mario Toro Vicencio