Con el gobierno encabezado por Boric se inicia un nuevo ciclo político de ruptura con la clase política responsable de la transición democrática. Todo indica que hay un fuerte recambio generacional fruto de un cierto cansancio con viejos hábitos de los viejos tercios. Es primera vez que ninguno de los partidos y coaliciones que dominaron la escena política en estas décadas, estará en el gobierno. Se está en una suerte de punto de quiebre que se expresa no solo por un relevo generacional sino que por una fragmentación política donde los partidos políticos tradicionales están quedando a la vera del camino. Está por verse cuáles son los que sobrevivirán o cuáles son los nuevos partidos que emergerán.
Se sospecha que se tendrá un presidente menos personalista, más empático, mas proclive al trabajo colectivo, donde el foco mediático no esté centrado en su persona, sino que en sus colaboradores, en las regiones. Delegar, delegar pareciera ser su slogan.
Habrá que ver si a la hora de la verdad resiste la tentación de llevar el pandero, pero existe la sensación que se está adportas de un nuevo liderazgo, blando, no explícito, lo que sería algo un tanto inédito en un país como Chile caracterizado por su centralismo y presidencialismo.
Imposible soslayar que lo expresado tropezará con una realidad dramática: luego de décadas de éxtasis, de triunfalismo, de consumismo desenfrenado, ahora habrá que pisar tierra, aterrizar, asumir que vienen tiempos complejos, donde se tendrán que recorrer nuevos y desconocidos senderos. La pandemia y la realidad obligan a repensarlo todo.
Desde la derecha, con motivo de la explosión social gatillada el 2019, surgieron voces tales como “no lo vimos venir”, a pesar que no pocos advertían de un malestar que se venía incubando desde hace años. La revolución pingüina del 2006 fue un primer aviso, la rebelión universitaria del 2011 fue un segundo aviso. O como en los días del estallido del 2019, cuando Cecilia Morel, esposa de Piñera, con cierta angustia atinó a afirmar que “parece que vamos a tener que ceder algunos privilegios”.
Todo esto vendrá adobado, endulzado o amargado en paralelo con una convención constitucional (CC) que ya está en marcha, no sin contratiempos, y un nuevo parlamento donde el gobierno estará en minoría. Una CC, cuya responsabilidad es la de elaborar una nueva constitución que deje atrás la del 80. Una CC inédita a nivel mundial donde muchos de sus integrantes provienen de movimientos sociales y que por lo mismo no está meramente constituida por expertos, sino que por personas de a pie.
De esta CC aún se desconoce qué es lo que saldrá. Desde la derecha recalcitrante se asegura que no puede salir sino un mamarracho, un desastre de una convención donde las clásicas élites tradicionales se encuentran en franca minoría. Desde la otra acera se vaticina que emergerá algo esplendoroso, nuevo, sorprendente que recoja las grandes aspiraciones nacionales. Aspiraciones que tienen que ver con el término de los abusos, la producción de bienes públicos, una relación más equilibrada entre el factor trabajo y el factor capital, entre el mundo público y privado, y con la forma con que nos relacionamos con el medio ambiente.
En cualquier país, en un contexto como el que está viviendo Chile, muy probablemente el resultado de la CC va a depender fuertemente del clima y de la relación que se logre con los poderes ejecutivo y legislativo que se instalen en marzo de este año. De esa relación y del clima imperante dependerá si se sale hacia adelante con una nueva constitución que sea la casa de todos y no de unos pocos.
Confío en las virtudes difíciles de encontrar en otras latitudes. Virtudes centradas en nuestra capacidad de resurrección, de caernos y levantarnos ante los terremotos, los cataclismos a los cuales estamos habituados, donde de la noche a la mañana todo se nos viene abajo para al otro día tener que volver a empezar a reconstruirnos, a reinicializarnos, a resetearnos. A ello cabe agregar un espíritu solidario a prueba de balas, en especial de quienes poco o nada tienen, que se mantiene vivo contra viento y marea.