Un estudio reciente del Instituto Tecnológico de Massachusetts y su MIT Media Lab, encendió las alarmas sobre los efectos del uso intensivo de modelos de inteligencia artificial como ChatGPT. Los hallazgos surgidos de esta investigación señalan que recurrir a estas herramientas para tareas académicas puede debilitar la actividad cerebral y disminuir la capacidad de pensamiento independiente.
El análisis, realizado durante cuatro meses con una muestra de 54 estudiantes, reveló que quienes utilizaron ChatGPT para redactar sus trabajos mostraron una conectividad cerebral significativamente más baja que aquellos que trabajaron sin apoyo de la IA. En todas las frecuencias estudiadas, los usuarios asistidos por la herramienta presentaron una actividad cerebral reducida.
Entre los resultados más llamativos está que el 83% de quienes escribieron con ayuda de ChatGPT no recordaban ni una sola frase del texto generado, frente a solo un 11% en el grupo que elaboró sus ensayos de forma autónoma.
Ante la pregunta “¿La IA nos está volviendo tontos?”, el propio ChatGPT respondió: “Sí, si dejamos de pensar críticamente. Si solo aceptamos lo que la IA dice sin cuestionarlo, corremos el riesgo de perder habilidades como el análisis, la creatividad o la resolución de problemas”. La herramienta subrayó también que delegar incluso tareas básicas, como redactar un correo o tomar decisiones, puede atrofiar nuestras capacidades cognitivas si no participamos activamente en el proceso.
La mirada académica
Consultado por este medio, Jorge Bozo, director de la Escuela de Ingeniería Civil Informática y Telecomunicaciones de la Universidad Finis Terrae, advierte que el estudio del MIT pone sobre la mesa el riesgo de generar una “deuda cognitiva” al recurrir en exceso a la IA. “Esto no significa que la IA deba ser evitada, sino que se debe fomentar un uso equilibrado y consciente”, sostuvo.
A su juicio, el verdadero valor de estas herramientas radica en cómo se integran al proceso formativo. Propone, por ejemplo, que los estudiantes confronten sus ideas con las respuestas generadas por la IA, evaluando argumentos y desarrollando juicio crítico. “La clave es mantener la intención formativa y no solo operativa del aprendizaje”, puntualizó.
Por su parte, Darío Rojas, director de la Escuela de Ingeniería Civil en Inteligencia Artificial y Realidad Virtual, consideró “lógico y razonable” que el uso indiscriminado de IA afecte la capacidad de pensar de forma independiente. Según el académico, la clave está en no usar estas tecnologías como un reemplazo, sino como una herramienta que enseñe a realizar las tareas.
“Hoy se está perdiendo la característica más rica de la IA: el diálogo. Se ha reducido su funcionalidad a la búsqueda de respuestas, desaprovechando su capacidad de interactuar y estimular el pensamiento”, señaló Rojas, quien aboga por una transformación profunda de la didáctica para incorporar la IA de forma crítica y productiva.