Macabros. Historia de asesinos despiadados que intentaron el crimen perfecto (Catalonia, 2020), de César Biernay Ahumada, reconstruye siete casos policiales que conmovieron a la sociedad chilena. Entre ellos, el Caso del Hotel Princesa (1968); el Caso Yuraszeck (2004) y el Caso de los hermanos Rojo (2008). “La muerte siempre está al acecho”, precisa el autor mientras apura una taza de café, durante la conversación con www.elmauleinforma.
César, ¿cuál fue el criterio de selección?
-La historia criminal chilena ofrece muchísimos casos en el amplio abanico de delitos tipificados en el Código Penal. Seleccionar solo un puñado para su análisis y narrativa es un desafío de largo aliento pues requiere muchas horas de búsqueda de información, revisión y lectura. Los siete casos que brinda el primer tomo de Macabros obedecen a tres criterios fundamentales: lo espeluznante del crimen (y su modus operandi), el acertijo inicial (generalmente con ausencia de pistas relevantes) y la intuición policial, aquella corazonada que no se enseña en las salas de clases sino que despunta en el hábil Investigador Policial en base a su experiencia, perspicacia y una cuota de instinto.
¿Qué importancia para su investigación fue tener acceso al archivo histórico de la PDI?
-Muchas fuentes de información abordan los casos policiales bajo el paradigma del periodismo sensacionalista, en tanto otras se empeñan en descalificar los servicios del aparataje estatal. Acceder a las fuentes primarias de información permite disponer de información, valga el pleonasmo, veraz y confiable.
¿Qué materiales tiene este archivo?
-La Colección Histórica de la Brigada de Homicidios compendia los casos emblemáticos de esta afamada unidad, rescatando el patrimonio inmaterial de la institución en base a informes policiales, partes y recortes de prensa. Este material bibliográfico puede ser consultado por chilenas y chilenos, principalmente estudiantes, investigadores e historiadores, en la Biblioteca de la jefatura.
¿Se siente en la línea de escritores como René Vergara?
-La pregunta por si sola me enorgullece. Ambos pertenecemos a la misma institución y compartimos el mismo sentimiento de identidad y pertenencia hacia la PDI. Si bien él levantó muchas evidencias en el sitio del suceso y participó en muchas concurrencias, la diferencia entre ambos es que René Vergara noveló sus casos, en tanto yo incorporo el enigma en el relato, pero respetando fielmente el desarrollo de los hechos.
Muerte en el Hotel Princesa
El 24 de enero de 1968, una joven agraciada, de cutis blanco, pelo castaño y corte regular se desplazaba por el centro de Santiago, precisamente en el sector aledaño a la Iglesia San Francisco. No sabía que pronto se encontraría con la muerte de una manera brutal.
César, ¿quién era Marta Matamala Montecinos?
-Fue una patinadora del centro de la capital. Así se les denominaba a las prostitutas en la trasnochada década del sesenta. Oriunda de San Fernando, fue conocida en los medios por su trágica muerte en el hotel parejero de la adoquinada calle Londres. Había llegado del sur a los dieciséis años…
¿En qué circunstancias conoce a su victimario?
-El 24 de Enero de 1968, a las 03:10 de la madrugada, frente al restaurant “Il Bosco” de Santiago centro, un cliente de baja estatura, mal vestido y con rasgos indígenas le solicita sus servicios, tras lo cual se encaminan juntos hacia el Hotel Princesa ubicado a dos cuadras de la alameda.
¿Cómo suceden los hechos?
-Tras alquilar la habitación número dos de la medieval mansión, el cliente se negó a cancelar por anticipado sus servicios, sacó un cuchillo desde el bolsillo del pantalón y le infirió dos cortes en el cuello provocándole la muerte. No abusó de ella ni le robó dinero, solo dejó corriendo el agua de la ducha para simularla viva y salió corriendo en dirección hacia Santa Rosa donde se le perdió la pista.
¿Por qué el caso causó tanta conmoción en la sociedad chilena?
-Por la alevosía del crimen, por atentar contra una de las patinadoras más conocidas de la bohemia santiaguina (muy atractiva además) y porque el homicida se mantuvo prófugo casi diez años. Se cuenta que el crimen impactó tanto a la sociedad chilena que en el hampa buscaban al homicida para entregarlo a la policía.
¿Por qué en un principio la policía inculpó a una persona que no había tenido participación en el crimen?
-Ese hecho hoy parece sacado de un thriller hollywoodense, pero lo cierto es que en ese entonces la confesión era considerada un medio de prueba en los tribunales de justicia. El imputado, que buscaba aparentar un cartel en la escena delictual, ofrecía, además de un perfil homicida, un relato pormenorizado de la forma en que se citó con Marta Irenia y de cómo le quitó la vida. El juez dictó su condena y la percepción de seguridad volvió a la normalidad.
¿Qué permite llegar al verdadero autor y que pasó con él?
-Mientras el falso homicida cumplía su condena en la Penitenciaria de Santiago, y tras casi diez años del alevoso crimen, una pareja de detectives identifica a un sujeto en la esquina de calle Estado con Agustinas, con los mismos rasgos del retrato hablado que circuló en el país hace aproximadamente una década. Los inspectores Marchant y Carmona, al consultar su identidad, verifican que se trata del criminal más buscado de los años sesenta, apodado por sus características antropomórficas como “El Enano Maldito”, siendo procesado por este mediático crimen. Se trataba de Jorge González Agüero que no alcanzó a estar tres años en prisión quedando en libertad en 1980. Muere en 1986.
César, uno de los relatos de Macabros, escapa un poco a la muerte, aunque también la encuentra. Se trata de la historia de Anker. ¿Qué podría contarnos de ella y qué importancia tuvo en la historia de la PDI?
-Ese relato trata la historia de vida y de muerte del primer y único canino mártir de la policía civil chilena. En las páginas se narra con especial detalle el entrenamiento que sostuvo el perro policial, la relación con su guía y la deleznable circunstancia en que el can entregó su vida por el servicio policial. Hoy Anker es recordado en la PDI por su legado de valentía, el aporte patrimonial a la institución y otros antecedentes imperdibles para los lectores que disfrutan del misterio y el enigma.
Mario Rodríguez Órdenes