El “dieciocho” próximo nos pone en disposición anímica especial. La exigente habitualidad del trabajo y la rutina se interrumpen. El tiempo cobra así una significación diferente. Son los preparativos de los festejos.
La memoria colectiva y la enseñanza republicana nos sitúan en el 18 de septiembre. Es el día de la constitución de la primera Junta de Gobierno, que marca un hito en el proceso emancipador del dominio español, cuando la Corona padece la invasión de Napoleón en la península ibérica.
Ahora bien, para la independencia, fueron necesarios muchos sucesos: no sólo gestas heroicas de batallas, sino, también maduración de ideas, organización, visión de país; disputas entre patriotas, y hasta fracasos. Todo lo cual hizo posible la hazaña de llegar a ver nacer la República. Pues bien, el 18 es la fiesta que rememora el origen de la patria nueva.
A propósito de este día, el historiador Roberto Hernández Cornejo, allá por 1941, escribió apasionado: “¡El dieciocho! Tal vez no hay en nuestro vocabulario popular una palabra más rica en sentido, más henchida de esperanzas alegres, de recuerdos heroicos, y de júbilo patriótico. ¡Qué número más decidor! El dieciocho, es una palabra mágica, en la cual viejos y jóvenes, hombres de todas las clases y condiciones, ignorantes e ilustrados, lee cuanto su corazón desea”.
Por eso están los preparativos. Un ambiente de contento lo encontramos visible en guirnaldas de colores, banderas al viento, música, danzas, programas, etc. Es que, se trata de un aniversario que no declina ni cae en el olvido. En efecto, el aniversario de la independencia, según nuestro autor: “vuelve todos los años como vuelven las tibias brisas, las flores y los días serenos llevando por doquiera la franca alegría que brota del corazón, el entusiasmo a los grandes y a los pequeños y ese mundo de cosas que encierra la palabra “fiesta” a todos los hogares”. (La Unión, Valparaíso, 18 de septiembre de 1941).
Es que la patria nos convoca a celebrar.
Puede ser en la casa, el monte o la plaza; a la ribera del río o en la costa; en el desierto o el solitario extremo austral. Cada hogar hace flamear la tricolor por los rincones de nuestra geografía. Vemos a la bandera mecerse al viento anunciador de la primavera, que permite a los niños junto a sus padres, jugar y elevar volantines; a las familias, reunirse, y asistiendo a “fondas” o “ramadas”, para bailar la cueca, compartir, y saborear la comida criolla.
Sí, la fiesta del dieciocho, nos vuelve amables y fraternos, por recobrar la conciencia agradecida de la común pertenencia.
¡Viva Chile!
Horacio Hernández Anguita
Fundación Roberto Hernández Cornejo