El Presidente Gabriel Boric dirigió un mensaje a la nación en el tercer aniversario del llamado “Estallido social” registrado el 18 de octubre de 2019.
El texto del discurso leído en La Moneda la mañana de este martes es el siguiente:
Muy buenos días:
Muchísimas gracias por estar aquí con nosotros y, a través de los medios de comunicación, permitirnos entrar en los hogares de los chilenos y chilenas.
Hace tres años miles de personas se manifestaron expresando un malestar acumulado por largo tiempo, que clamaba por mayor justicia, igualdad y el fin de los abusos. Se manifestaron para que ni el tamaño de la billetera ni el lugar de nacimiento fueran condición para acceder a una vida segura, a una salud digna, a una educación de calidad y por la necesidad de contar con pensiones que garanticen jubilaciones dignas tras una vida de esfuerzo.
Sin embargo, durante estos últimos tres años, los distintos sectores políticos hemos asumido una interpretación de los eventos posteriores a octubre del 2019, que pareciera no hacer más que reafirmar nuestras creencias y convicciones previas.
El 18 de octubre debiera desafiarnos a todos y todas y, en cambio, lo hemos usado como una razón para reafirmar lo que ya pensábamos desde antes. A tres años el Estallido Social ya es tiempo de que salgamos de nuestra zona de confort para interpretar lo que ahí pasó,
las lecciones que debemos sacar de este proceso y actuar.
El Estallido no fue una revolución anticapitalista y tampoco, como han querido instalar en los últimos días, fue una pura ola de delincuencia.
Fue una expresión de dolores y fracturas de nuestra sociedad que la política, de la cual somos parte, no ha sabido interpretar ni dar respuestas.
Cuando leemos el Estallido sólo para reafirmar nuestras concepciones estamos eludiendo su mensaje y enseñanza. Como Presidente de Chile no voy a cometer ese error y estamos trabajando desde nuestro Gobierno y las fuerzas políticas que nos apoyan para no caer en lo mismo. Una ruptura de esta magnitud debe desafiar nuestros puntos de vista y empujarnos a mirar lo que no queremos ver.
El Estallido Social expresó y trajo consigo mucho dolor y ha dejado enormes secuelas. No vamos a permitir que sea en vano, no podemos ser los mismos como sociedad después de esta experiencia, no podemos cometer los mismos errores ni quedarnos arrinconados en nuestras cómodas veredas.
Quiero invitar a todos a hacer lo mismo, a la Oposición, a la ciudadanía, también al mundo empresarial. El mundo nos observa y ahí donde nosotros vemos la enorme magnitud de la tarea que tenemos por delante, desde otros países observan la oportunidad que hemos producido entre todos los chilenos y chilenas al transformar este tremendo quiebre en un proceso de cambios institucionales y democráticos. Eso es el proceso constitucional, esas son las reformas que tenemos en carpeta.
Insisto, una vez más, en Chile los problemas de la sociedad los enfrentamos con más democracia y no con menos. Y este tiene que ser un aprendizaje que entre todos hagamos para que nuestras diferencias se resuelvan sin que nunca más lleguemos a la fractura que explotó un día como hoy hace tres años. Y eso es lo que haré y es el mandato que entiendo tengo como Presidente de Chile.
En esos días del Estallido se dijeron y se hicieron muchas cosas excesivas. Nos agredimos unos a otros y creo que somos muchos los que sentimos que en ese periodo las cosas llegaron a un extremo que no debieran haber llegado. Sin embargo, no basta con constatarlo ni apuntar al del frente, sino preguntarnos por qué nos pudo pasar esto, por qué hubo tanto destrozo, por qué tanto enojo, por qué tanto desborde.
Se escuchan a veces opiniones que se limitan a explicar el 18 de octubre como si fuera una pura explosión de violencia, como si esa violencia hubiese brotado sólo de la delincuencia o de la falta de control policial. Sin embargo, quienes promueven en estos días esa mirada se les olvida que hubo un día, el 25 de octubre, en el que más de 1 millón de personas salió a las calles en Santiago y miles en el resto del país.
Y hubo un periodo largo, que no fue una o dos semanas, sino de meses y meses en que más del 70% de la población apoyó el Estallido Social y se sintió interpretado por este. No pretendamos negar la historia.
¿Cómo pudo pasar aquello, por qué y qué es lo que hemos hecho como sociedad y hoy día nosotros como Gobierno para remediarlo? En los carteles que portaban la gran mayoría de manifestantes pacíficos y en sus respuestas a las encuestas de la época se encuentran ideas que se repiten una y otra vez: dignidad, salud, pensiones, educación, salud mental, cuidado de la infancia, paz, el derecho de vivir en paz.
Una de las razones por las que llegamos a este punto fue por la incapacidad que tuvimos en el mundo político de durante mucho tiempo acordar soluciones para estos problemas. Pasaron años y años, hubo muchas advertencias del malestar ciudadano y esos acuerdos no se produjeron. Y la verdad es que desde entonces hasta ahora hemos avanzado poco en cambiar las cosas en este plano.
Ha habido esfuerzos durante todos estos años, sin lugar a dudas, no pretendo negarlo, pero todavía no concretamos las reformas que resuelvan la debilidad de los derechos sociales de los chilenos y chilenas, y así nos los dice la gente permanentemente en la calle.
Al contrario, la pandemia y la crisis mundial causada por la guerra en Ucrania han aumentado la fragilidad y las necesidades. El mandato de nuestro Gobierno, entonces, es poner fin a este largo periodo de sequía en que las reformas no se concretan por falta transversal de acuerdo en el mundo político y, además, de hacernos cargo de las urgencias del momento.
De eso se trata nuestra reforma tributaria, de financiar derechos sociales; de eso se trata nuestra reforma provisional, de asegurar pensiones dignas que son urgentes; de eso se trata la reforma a la salud para que ésta sea oportuna, digna y sin listas de espera eternas.
Por eso aumentamos, en conjunto con el empresariado, los trabajadores y las Pymes el sueldo mínimo y por eso estamos impulsando la reducción de la jornada laboral a 40 horas semanales.
De eso y no está de más recordarlo se trata, también, el proceso constitucional.
Pero nuestro mandato sabemos no es sólo empujar estas reformas, sino también lograr que se aprueben y para ello hay que construir puentes y dialogar y en los últimos días pareciera que nos hemos alejado de aquello.
Quiero que sepan que está en la voluntad de nuestro Gobierno construir esos puentes y no dinamitarlos, con sectores políticos que no piensan igual que nosotros y también con la sociedad. Se equivocan quienes piensan que el compromiso con las reformas se juega solamente en no ceder y en no dialogar con quien piensa distinto. El compromiso y la responsabilidad se juega en concretarlas para mejorarle la calidad de vida a nuestros compatriotas y para hacerlo hay que actuar sobre la realidad que tenemos y no sobre la que desearíamos tener, con un Congreso con dispersión de fuerzas políticas y en donde hoy día necesitamos más diálogo que nunca para sacarlas adelante. Así se cambia la realidad, no sólo quejándose de ella, sino que actuando sobre ella.
Sabemos que Chile nos pide reformas, pero no le está dando un cheque en blanco a quienes las estamos impulsando. Y las reformas que pide no siempre coinciden con las que promovemos los reformistas. El primer proceso constitucional fue, de hecho, una prueba de ello y el resultado del plebiscito así lo ha dejado claro. Como Gobierno estamos trabajando para recoger este mensaje y actuar en consistencia porque reconocemos que nuestra lectura de los cambios sociales que el país necesita estuvo muchas veces nublada por nuestras ideas preconcebidas.
Hoy vemos que las personas que tienen exigencias materiales, del día a día, están, muchas veces, alejadas de las recetas políticas de unos y de otros. Quieren derechos sociales garantizados, pero también quieren defender su autonomía y su posibilidad de elección. Quieren un Estado que proteja, pero no que ahogue. Quieren igualdad y reivindican, a su vez, su libertad. El desafío, entonces, es político y nos plantea un desafío tremendo. Yo creo que esto es el mandato más elocuente del Estallido Social, salir, justamente, de estas trincheras.
Ahora, también, y no podemos olvidar que el Estallido Social fue también un momento doloroso desde el punto de vista de los derechos humanos. Personas que estaban ejerciendo un derecho legítimo en democracia sufrieron lesiones y abusos ante los cuales no podemos ser indiferentes. Como Estado debemos asumir que el control policial de esos meses sobrepasó los límites de lo aceptable, hubo muertos, hubo abusos sexuales, hubo mutilaciones oculares y eso no puede quedar impune, y no se puede volver repetir.
Es indispensable que en democracia los abusos policiales se investiguen y se sancionen: no sólo es un acto de justicia a las víctimas, sino también es un acto de justicia con la institución policial, cuya labor no debe ser confundida con actuaciones que fueron gravísimas y condenables, porque no son representativas de la labor diaria que más de 60.000 carabineros realizan día a día a lo largo y ancho de nuestro país. Por eso, cuando pedimos sanciones contra los abusos policiales no dejamos, ni por un segundo, de valorar el trabajo que las policías hacen todos los días para proteger a la población y frenar la delincuencia.
El Estallido Social fue un campo fértil para la expansión de conductas violentas destructivas, que también han dejado víctimas y secuelas, y desde todas las posiciones políticas tenemos que decirlo con claridad. Esa violencia se volvió contra las propias causas del Estallido al producir una creciente ola de rechazo en la sociedad, cansada de ver cómo el vandalismo destruye los barrios, el comercio y el patrimonio, abriéndole paso a acciones que son delictuales. Este tipo de violencia no es inocente. Causa daño. Alienta el odio, genera inseguridad y termina fomentando regresiones políticas antidemocráticas que no queremos para Chile.
Desde la Izquierda debemos ser más categóricos que nadie en poner un dique a esas conductas, en enfrentarlas sin complejos, denunciarlas y castigarlas. La protesta social no puede ser sinónimo de violencia, no puede cobijarla ni justificarla, porque va en contra de sus principios y sus propósitos, y en contra de su vocación de mayoría para cambiar la realidad. No podemos construir un país más justo quemando los buses en que se transportan los ciudadanos y ciudadanas o dejando a personas sin semáforos para cruzar la calle o a los emprendedores y trabajadores sin su fuente de ingreso. Simplemente no es aceptable, como tampoco lo es ir a atacar a policías, que son, a fin de cuentas, funcionarios del Estado que están cumpliendo un servicio que les encomienda el sistema democrático. Para ser claro, las violaciones a los derechos humanos, como daños oculares, agresiones sexuales, lesiones graves, hasta muertes, no son aceptables y, a la vez, Carabineros cuenta con todo nuestro respaldo para combatir la delincuencia y asegurar el control del orden público en el marco del estado de derecho. No hay una dicotomía entre ambas posiciones y lo vamos a defender.
Chilenos y chilenas:
Tenemos hoy, a tres años del 18 de octubre del 2019, una nueva oportunidad para construir las bases de una sociedad justa, menos desigual, digna y no la podemos desaprovechar. En este esfuerzo, desde nuestras diversas posiciones que constituyen nuestro amplio arco político, debemos estar todo y todas, especialmente sabiendo las dificultades que genera el actual estado de incertidumbre en nuestra sociedad que ya ha sido duramente afectada par la pandemia y la crisis económica mundial. El pueblo de Chile no nos quiere ver peleando no quiere ver solucionando.
La política debe estar a la altura de las demandas y de los sueños de todo el país. No olvidemos que las grandes mayorías esperan que nos pongamos de acuerdo para solucionarles sus problemas cotidianos urgentes, el alzan en el costo de la vida, la delincuencia, la falta de la vivienda, la oportunidad de la salud. Este es el momento de actuar.
Quiero que sepan, compatriotas, que en este camino van a contar con todo el apoyo y respaldo de nuestro Gobierno y de mí, en particular, como Presidente de la República.
Nuestro compromiso es trabajar con urgencia y es por ello que he instruido a nuestro Gobierno para que se despliegue en terreno en todo el país para solucionar las necesidades más sentidas de todos nuestros habitantes, tal como lo hicimos la semana pasada conmigo en Antofagasta y con el resto de nuestros Ministros en cada una de las regiones de nuestra Patria haciendo lo que hay que hacer, lo que debemos hacer: gobernar, tomando decisiones, escuchando y haciéndonos cargo de las urgencias, mejorando de manera palpable, ¡ya!, la vida de nuestros habitantes.
No tenemos ni un minuto que perder. Los diagnósticos están. Pongamos toda nuestra voluntad para avanzar.
Muchísimas gracias.