Siempre preocupado por la cosa pública, Agustín Squella es abogado, periodista y político de tendencia liberal. En 2009 obtuvo el Premio Nacional de Humanidades y de Ciencias Sociales. Entre 1990 y 1998 fue rector de la Universidad de Valparaíso. Squella acaba de publicar Dignidad (Ediciones Universidad de Valparaíso, 2021), una serie de libros, entre ellos, Democracia y Libertad, para profundizar en palabras claves del proceso constitucional que vive el país. En conversación con El Maule informa analiza las circunstancias de la coyuntura que vive el país.
Agustín, Chile se encuentra en un momento crucial de su historia. ¿Qué significa para usted participar en este proceso?
– Una oportunidad que no me esperaba a estas alturas de mi vida y menos habiendo hecho de esta una dedicación exclusiva al trabajo académico en Valparaíso.
Acaba de ser elegido constituyente, ¿qué considera que deben de tener presente los que escribirán la nueva Constitución?
-Que lo que tenemos entre manos es algo realmente único en la historia de Chile y que todos debemos aplicarnos, conversar y escucharnos para que el proceso siga adelante tan bien como ha ido hasta ahora. El camino recién comienza y es necesario recorrerlo bien y por completo. La contingencia, o sea, el presente, es siempre importante, sobre todo en medio de una pandemia que parece no acabar jamás, pero Chile, sin desconocer ni dejar de prestar atención crítica a la contingencia, decidió levantar la mirada más allá de ella y proponerse una nueva Constitución para el futuro. Es el futuro el que está en manos de la Convención y no la administración del presente, que seguirá entregada a los gobiernos, el Congreso Nacional, las autoridades administrativas a nivel nacional, regional y comunal, y los tribunales de justicia.
¿Le preocupa la carta firmada por 34 convencionales constituyentes llamando a no subordinarse al acuerdo del 15 de noviembre de 2019?
-Claro que me preocupa, puesto que aunque no haya sido esa la intención de los firmantes, podría complicar la instalación de la Convención u obstaculizar su futuro trabajo, y la verdad es que haya o no buena Constitución en Chile depende, ante todo, de los 155 que fuimos elegidos para estudiarla, discutirla, concordarla, redactarla y proponerla al país para que sea este el que finalmente decida por medio de un plebiscito. Estaremos acompañados de la ciudadanía en este trabajo, pero la principal responsabilidad es nuestra.
¿Considera que se espera demasiado de la nueva constitución?
-Creo que tanto los constituyentes como en general la ciudadanía hemos ido comprendiendo cada vez mejor qué es lo que se puede esperar de la nueva Constitución, que no es poco, y qué es lo que quedará entregado al futuro, que también es mucho, para que, en el marco que ella fije, los próximos gobiernos, parlamentarios, autoridades administrativas y jueces tomen las decisiones adecuadas para llegar a tener un mejor país y, ante todo, una sociedad más justa. La nueva Constitución, con ser un punto de llegada del proceso que estamos comenzando, será a su vez el punto de partida para un país mejor.
¿Qué se puede esperar de ella?
-Que regule materias tan importantes, a la altura del siglo XXI, como los derechos y deberes fundamentales de los que habitamos y pertenecemos a este país, un mejor y más equilibrador régimen político del país, una efectiva descentralización, un más adecuado control de constitucionalidad de sus leyes, un compromiso con el medio ambiente y la biodiversidad de la naturaleza a la que también pertenecemos como especie humana. Habrá también otros asuntos, por cierto, como introducir modalidades de democracia directa que mejoren la calidad de nuestra democracia representativa, pero ahí tiene usted un conjunto de materias de primerísima importancia.
En este proceso es indispensable el diálogo y los acuerdos. ¿Cómo alcanzarlos?
-Conversando. Pidiendo la palabra y dejando que otros también la pidan y hagan uso de ella. Escuchándonos unos a otros y no sólo oyéndonos. Volviendo a estudiar y debatir los temas allí donde no haya acuerdo y no se logre el quórum de aprobación de las nuevas normas constitucionales.
¿Posiciones extremas pueden entrampar el proceso constituyente?
-Las posiciones extremas entraban siempre todo, en cualquier orden de cosas, y aquí también tenemos ese riesgo, aunque creo que, si las hubiere, serán posiciones minoritarias que tendrán que resignarse a ser tales y a mantener siempre viva la conversación con la o las mayorías. La democracia es gobierno de la mayoría, pero con respeto por la minoría, y ambas, mayoría y minoría, o, mejor, mayoría y minorías, deben comportarse lealmente unas con otras.
¿Qué relevancia puede tener la alta abstención ciudadana en la elección de los constituyentes?
-Todos habríamos querido una mayor participación. Lo menos que puede hacerse en democracia es ir a votar, especialmente si se trataba de una nueva Constitución. A veces reclamamos por falta de participación y ni siquiera votamos. Desde mi punto de vista, ojala la nueva Constitución repusiera el voto obligatorio. El mensaje que se envió al aprobar la inscripción automática y el voto voluntario fue tan negativo y poco republicano como esto, sobre todo de cara a los jóvenes: no se molesten en inscribirse y tampoco se molesten en ir a votar los días en que haya elecciones.
El poder de las palabras
Agustín Squella Narducci (Santiago, 1944), realizó sus estudios primarios en el Colegio Sagrados Corazones de Viña del Mar y los secundarios en Seminario San Rafael de Valparaíso. Sus estudios de derecho los efectuó en la Universidad de Chile, sede Valparaíso, actual Universidad de Valparaíso. Es doctor en derecho por la Universidad Complutense de Madrid.
Acaba de publicar Dignidad, una serie de libros relacionados con la experiencia de vivir en una sociedad abierta.
¿Considera que su buen uso puede ayudar a entendernos?
-Claro que sí. Se trata de una palabra importante, ya de vuelta en el lenguaje político y moral de los chilenos, y espero que se la consagre como el valor superior del nuevo ordenamiento constitucional. Otros libros míos anteriores estuvieron dedicados a otras palabras importantes, uno por cada una de estas: igualdad, libertad, fraternidad, democracia, derechos humanos, y desobediencia. Y espero seguir con esta otra: justicia.
¿Acaso los chilenos hemos perdido el buen uso del idioma?
-No solo el buen uso. Perdemos cada día más palabras, y cuando se pierden ellas lo que se pierde es más que palabras: se pierden las cosas que designábamos con las palabras. Perder lenguaje es perder realidad.
¿Le parece que entre el significado de la palabra y su uso efectivo hay un abismo?
-Las palabras admiten más de un uso, más de un significado. Así es su riqueza, de manera que cuando las perdemos, extraviamos todos esos usos o significados. A veces no las perdemos y lo que hacemos con ella es tan malo como banalizarlas, degradarlas, y también hay que tener cuidado con esta tendencia. ¿Acaso la dictadura que tuvimos en Chile no degradó la palabra “democracia” al hablar de que tendríamos una democracia protegida?
Ha señalado en una entrevista que la dignidad es una conquista y un logro reciente. ¿Comparte que está lejos de ser para todos?
-Claro que sí, y por eso hay que recuperarla y extenderla a todos sin excepciones. La dignidad, o sea, el especial, único e irrenunciable valor que los seres humanos nos reconocemos unos a otros a fin de tratarnos con pareja consideración y respeto y de considerarnos cada cual como fines y no como medios al servicio de otros, es una conquista reciente de la humanidad. Piense usted en que la esclavitud existía hasta hace relativamente muy poco, ¿y puede haber una institución más indigna que esa?
¿Cómo visualiza la dignidad en el Chile de hoy?
-Al alza. Así la veo. Y la nueva Constitución irá por el mismo camino.
¿Le parece relevante que se le cambie el nombre a la Plaza Baquedado y se le coloque Plaza Dignidad?
-Me parece muy bien el nuevo nombre, que ojalá pronto sea la denominación oficial de esa plaza.
¿Comparte que uno de los grandes problemas que tenemos es la gran desigualdad de la sociedad chilena?
-Ese es el gran problema: agudas, persistentes e injustas desigualdades no solo en el trato, sino en las condiciones materiales de existencia de las personas y sus familias., muchas de ellas sin acceso garantizado a bienes básicos o primordiales de salud, educación, vivienda, ingresos justos por el trabajo y previsión, sin los cuales nadie puede llevar una existencia digna, responsable y autónoma.
¿Cómo podría la nueva constitución abordarlos adecuadamente?
-A nivel de algunos de sus principios y, desde luego, declarando que Chile será un Estado social y democrático de derecho. No más Estado subsidiario y sí Estado solidario, Estado protector, Estado presente, jugando de titular en la cancha y no como de reserva sentado en la banca y esperando a que lo llamen solo cuando queda una grande en el campo de juego, como por ejemplo, una crisis económica mundial o una pandemia.
¿Es un desafío que no se puede seguir postergando?
-Claro que sí, y es mucho lo que podría avanzarse desde ya para tener una sociedad másigualitaria, sin perjuicio de lo que haga al respecto la nueva Constitución.
Después de una larga trayectoria pública, ¿en qué momento de la vida se encuentra?
-Ya le digo: en un momento que no me esperaba, y que procuraré enfrentar con compromiso, con convicciones, con racionalidad, con escucha, y desde luego en paz.
Mario Rodríguez Órdenes