Muchas veces hemos escuchado que la vida nos ofrece segundas oportunidades. Sin embargo, la ceguera puede que no te permita tomarlas. Y si a la ceguera agregamos sordera y arrogancia pueden pasar al frente de nuestras narices no solo segundas, sino también terceras, cuartas y más oportunidades desaprovechadas e ignoradas.
Con el estallido social, Piñera pasó a la historia como un presidente que perdió una oportunidad histórica para liderar, o a lo menos intentar hacerlo, este enorme proceso ya en marcha, prefiriendo permanecer en un plano secundario, sin opinión, como quien hace las veces de un mediador que busca una solución al conflicto que se avecina.
Su falta de visión de Estado no le permitió comprender que ya estábamos inmersos en un proceso irreversible, y un sistema tan presidencialista como el nuestro, exigía del presidente de Chile una empatía que condujera por las vías democráticas la voluntad popular y encauzara a través de las instituciones aquel malestar que en muchos casos con violencia se hacía y hace sentir en las calles.
No comprendió la dimensión del 18 de octubre: comer pizza con los nietos mientras el país protestaba en las calles creo que es un buen reflejo de aquello. Pudo haberse anticipado al recrudecimiento del conflicto si hubiese escuchado a los alcaldes de su propio sector que exigían rápidas medidas y ejecución de ideas como cabildos o conversaciones ciudadanas destinadas a encausar el malestar de las calles… por supuesto hubo silencio.
También hubo silencio y falta de acción para lograr acuerdos, lo que derivó en que haya sido el propio Congreso, con ausencia del presidente de Chile, el que haya asumido tal liderazgo para dar paso a la firma del “Acuerdo por la paz y la nueva Constitución” del día 15 de noviembre de 2019. Falta de entendimiento y visión por haber permitido que el cambio estructural más grande de la historia de Chile de los últimos 40 años, como fue el plebiscito constitucional, lo anunciara el ministro del interior, vestido informalmente, en la calle, a medianoche, y sin la imagen del presidente de Chile. Podría agregar otras, pero lo cierto y más relevante es que el proceso de cambio constitucional ha pasado frente a los ojos impávidos de Piñera, quien ni siquiera esbozó una postura electoral frente a una oportunidad tan relevante para la historia de nuestro país.
Sin embargo, la actual pandemia inesperadamente le otorgó una nueva oportunidad para asumir con la debida empatía un liderazgo frente al sufrimiento, a ratos insoportable, de miles de chilenos que ven como sus esfuerzos de toda una vida se desmoronan o lo que es aún más angustiante, se enfrentan a la imposibilidad de subsistir económicamente por sus propios medios.
Ante a este dolor desesperante, nuestro presidente nuevamente no está a la altura de una respuesta económica desde el Estado, perdiendo tres oportunidades seguidas para asumir lo que todo Chile esperaba de quien se supone estaba llamado y obligado a hacerlo. Tal desidia en apoyos económicos directos que llegaran a toda la población obligó a recurrir, con la ayuda del Congreso, a la peor solución de todas: nuestros ahorros previsionales.
Pero como si esto fuera una comedia del absurdo el señor Piñera sale de su indiferencia no para apoyar sino para entorpecer lo que con urgencia esperaban gran parte de los chilenos. Finalmente, esta comedia logró su final feliz pero inesperado, ya que quienes en el pasado fueron los villanos del Tribunal Constitucional, tal como ocurrió con el virus de Mañalich, se transformaron en buenos para poner un freno a lo que ya era la sinrazón de nuestro presidente.
En fin, lo que Chile demandaba de su presidente era liderazgo, no la espalda a esta gran cantidad de oportunidades que la misma ciudadanía le confirió, y tal liderazgo, ante un gobierno minoritario, exigía negociar, ofrecer alternativas, en fin, conversar con la oposición e incluso con parte de su propio sector para lograr los acuerdos que la misma ciudadanía reclamaba abrumadoramente, es decir, hacer política. Recién ahora, ya tarde, muy tarde, y completamente solo, esboza un tímido y auto forzado auxilio para que le arrojen un salvavidas ante el ahogo inminente.
Y como ocurre ante tantas oportunidades ignoradas y vacíos de liderazgo, aparecen otra(o)s quienes sienten la responsabilidad y el llamado democrático a asumirlo dando paso a un liderazgo necesario, positivo, resiliente y con cara de mujer… el tiempo dirá el futuro que le depare a nuestra actual presidenta del Senado.
José Ignacio Cárdenas Gebauer