Chile está demostrando que la institucionalidad presidencial es la más débil en casi 50 años. Por cierto que no es la única. Las FFAA y Carabineros de Chile no gozan ya de prestigio en la ciudadanía; tampoco los partidos políticos, la Iglesia Católica ni la ANFP; asimismo la TV estatal y parte de la privada, salvo algunos periodistas y programas que inclusive han debido enfrentar la presión del establishement o de empresas que amenazan de terminar contratos publicitarios en esas entidades. Ni que decir de los empresarios cuyos de colusión y sobornos y de indolencia ante la pandemia recaen en el reduccionismo microeconómico expresados también en lobby y funestas entrevistas de prensa.
Es que el mercado absorbió al estado como ninguna otra parte del mundo en el marco de una constitución política controlada por la elite económica y política.
Grave situación ésta.
Pero ello tiene solución, y la oportunidad empezará en las elecciones de constituyentes en un par de semanas más que puede cambiar el Estado subsidiario actual por uno Estado Benefactor o de Bienestar como los que impera en los países más desarrollados del planeta.
Es que también bien sabemos que en ningún país el agua se encuentra privatizada, o que no podemos nacionalizar el litio pero sí el Estado Chino puede adquirir la propiedad tal mineral; o que las AFP son créditos y no efectivamente fondo de pensiones con el cerrojo legal de impedir que cada ciudadano real dueño de esos dineros pueda usarlo cuando lo necesite.
Insólito.
De hecho ni en los países más neoliberales del mundo ello existe, tampoco en EEUU, Gran Bretaña, Canadá, Japón, Corea del Sur… mucho menos en los países escandinavos.
Claro, así cualquier país crece económicamente, y puede ostentar de ello recibiendo los aplausos de inversores y de subordinadas clasificadoras de riesgos foráneos cuyos términos de intercambio y ganancias nos le ofrece ningún otro país de la tierra.
Tenemos en una medida considerable no emprendedores sino “yanaconas” empresariales y políticos serviles del capital extranjero que venden la patria por unos dólares más.
Esto es más grave aún.
Ello no se pudo, o no se supo, evitar a tiempo por quienes sabían de esta relación incestuosa entre el capital y la política.
Pero ya no tiene por qué ser así.
En efecto, es imperioso el equilibrio en Mercado y Estado; la transparencia en las empresas y en la política; la probidad y consecuente credibilidad de nuestras instituciones en todos sus puntos y sentidos.
Las empresas son fundamentales en toda sociedad pues efectivamente aportan soluciones a problemas concretos, crean empleo y merecen ganar por ello, y por el riesgo; sin embargo, cuando se salen de ese marco y pretenden controlar la política y las otras instituciones pierden su naturaleza.
La política es esencial también en toda sociedad pero no debe resolver a escondida, o refugiarse en la “cocina” para legislar y ejecutar a espalda de la ciudadanía.
Las FFAA debe proteger a chilenas y chilenos y a la Patria, pero jamás deliberar, defraudar al fisco ni menos amenazar pues para ello se le ha entregado el monopolio de las armas.
Roles tan simples, son posible de institucionalizar pues la actual espuria Constitución rechazada por el 80% de los ciudadanos –salvo esa elite encerrada en el ghetto de tres comunas metropolitanas y los incautos en algunas regiones- exigen no un cambio, sino una transformación de Chile pues el individualismo egoísta se enquistó en lo que en Cardenal Silva Henríquez llamó una vez: el Alma de Chile.