En una de las redes sociales vinculadas al mundo del trabajo apareció una queja expresada como sigue: “Me quiero cambiar de trabajo, llevo 5 años de jefe de Área y no veo oportunidades para subir de cargo”. Queja proveniente de quien con tan solo 31 años se veía estancada, sin mayores horizontes, pero que es cada vez más frecuente, particularmente entre los más jóvenes o quienes inician su vida profesional.
Las preguntas que hago cuando me encuentro con quienes así se plantean, es ¿para qué quieres “subir de cargo”? ¿Crees que la vida es una carrera?
Esta conducta proclive al cambio laboral al interior de una empresa, o a otra empresa, es consecuencia de estar inmersos en una sociedad que estimula el “aprovechamiento de las oportunidades”, o que asocia el cambio al emprendimiento, a la innovación o a la creatividad.
Sin querer queriendo, se alienta una visión de la vida como si de una carrera se tratara, de andar galopando por la vida buscando ascender, ganar más. Son quienes vinculan el éxito al ascenso laboral y/o salarial; en tanto que el fracaso se relaciona con la permanencia en un mismo puesto de trabajo, en una misma empresa. Desprecian la estabilidad privilegiando la volatilidad, la ambición.
Entre los gurúes o quienes ofician de coach, suelen afirmar que querer es poder, para lo cual interrogan a quienes recurren a sus servicios: ¿dónde quieren estar en 10 años más?
En base a la respuesta proponen elaborar un plan, una hoja de ruta con el propósito de estar donde se quiere estar.
La vida me dice que se trata de una pregunta de difícil respuesta, o sin respuesta. Se requiere una lucidez y una clarividencia que está reservada para unos pocos. La mayoría nos movemos en las penumbras, somos como hojas a merced de vientos que no manejamos. Como dijera en su tiempo Ortega y Gasset, uno es uno y sus circunstancias, las que no manejamos ni controlamos. Circunstancias que nos superan, que acotan nuestro espacio de decisiones, que limitan nuestra elección y que no podemos soslayar, pero que sí debemos reconocer para una suerte de ajuste mutuo.
Por lo señalado, difícilmente podemos proyectarnos laboralmente, así como afirmar que nuestras vidas han sido tal cual las planeamos, tal cual quisimos que fueran.
Ver la vida como una carrera encierra costos no menores, tanto en términos de salud, como familiares, que no son despreciables. No todo lo que brilla es oro. El sosiego, la reducción de las ambiciones, una forma positiva de ver las cosas, la estabilidad, reporta beneficios no despreciables que al final de este trayecto de vida, se agradecen. Al final del día, lo que nos da sustancia, es lo que somos, más que lo que hacemos o tenemos, nuestro interior, nuestros valores, nuestro bagaje cultural, nuestra capacidad para relacionarnos con los demás y con la naturaleza.