Cuando se entregaron los resultados del plebiscito de octubre del año pasado, los partidarios del apruebo cantaron victoria gracias al porcentaje alcanzado, casi el 80%. No era para menos, pero olvidaron que se trataba de un partido con al menos dos tiempos. Solo había terminado el primero. Faltaba el segundo tiempo, el de la elección de convencionales. Por lo que estamos viendo, el contundente triunfo del apruebo llevó a un exitismo tal que indujo cantar victoria antes de tiempo.
Con razón dicen que las derrotas enseñan más que los triunfos. La derecha, que perdió por paliza el plebiscito, se reconfiguró al percibir que para evitar una derrota definitiva no tenía más alternativa que ir en una única lista de convencionales. Es así como para las elecciones del próximo mes, si la pandemia no dice otra cosa, hicieron la vista gorda dejando de lado sus diferencias, y fueron capaces de elaborar una única lista conformada por quienes se identifican con la ultraderecha hasta la centroderecha.
Aprendieron.
Por el lado de quienes estuvieron por dejar atrás la constitución del 80, que ganaron con contundencia en el plebiscito, no hallaron nada mejor que ir en una multiplicidad de listas, con un alto número de candidatos que en su gran mayoría pocos conocen. Lo expuesto es señal de que el exitismo es mal consejero y con consecuencias no menores que se pagarán caro.
No aprendieron nada.
La alta votación del apruebo se disgregará en muchas listas, y la baja votación del rechazo se concentrará en una única lista. Las consecuencias no se harán esperar. Aunque la lista de la derecha obtenga menos del 40% de los votos, la dispersión de las listas opositoras, hará que inevitablemente la proporción de constituyentes partidarios del mantenimiento de la actual constitución, superará en mucho dicho porcentaje.
De acuerdo a las reglas definidas, ello le permitirá vetar con creces los cambios constitucionales a los que aspira la mayoría del país.
Después no habrá espacio para llorar. Para sortear esto que se ve venir, la única posibilidad, remota por lo demás, reside en que la votación se concentre en una única lista, o a lo más dos listas. Esto implicaría recurrir al concepto del voto útil, opuesto al voto testimonial, renunciar al voto por quien no tiene opción alguna, para evitar que el voto se pierda.
En consecuencia, el panorama, tal como se avizora, pinta de color negro para quienes se han forjado expectativas de cambios sustantivos a nivel constitucional.
Y pinta de buen color para quienes aspiran a mantener la columna vertebral de la actual constitución. Pero el partido ni siquiera termina con la próxima elección de convencionales. Solo se podrá dar por terminado cuando se tenga un nuevo texto constitucional aprobado por la población.
Elegidos los convencionales habrá que efectuar un seguimiento de sus posturas y de los debates que tengan lugar. Mal que mal lo que está en juego es, ni más ni menos, que la distribución del poder y de la riqueza del país. Recién ahí sabremos quienes ganaron y quienes perdieron.
Rodolfo Schmal S.