Henry Ford ya no goza de la mítica fascinación que generaba en nuestros abuelos. En el imaginario popular lo desplazó un puñado de emprendedores que empezaron en el garaje de sus casas y hoy manejan miles de millones de dólares gracias a sus prodigiosas creaciones tecnológicas.
Ford le puso un motor a las cuatro ruedas de un coche de caballos y cambió el mundo. Fue él quien planteó una vez que “el verdadero progreso es el que pone la tecnología al alcance de todos”. Los gurúes de hoy proclaman su acuerdo con esta afirmación, pero se parecen cada vez más al aprendiz de brujo, incapaces de controlar la fuerza desatada por sus poderes mágicos.
La prueba más dramática de este cambio se ha producido en el escenario político. Desde hace algún tiempo, se puso de moda la idea de que la democracia está en crisis en todo el mundo. El ejemplo más reciente es el de Estados Unidos país considerado históricamente como una democracia ejemplar. Donald Trump puso en marcha la peor asonada de su historia cuando incitó a rebelarse a los más fanáticos de sus partidarios. La violenta toma del Capitolio no es un caso cerrado y su recuerdo perseguirá a Trump para siempre.
¿Cómo lo hizo?
Pese a la sideral distancia que hay entre la capital de Estados Unidos y Lebu, lo ocurrido en ambas localidades con un mes de diferencia tuvo un componente crucial en el abuso de las redes sociales. No hay, por cierto, similitud entre la trágica historia de un niño en Chile y la derrota en las urnas no reconocida de Trump. Pero el caso de Tomasito se parece al de Trump como demostración del daño que pueden provocar los mensajes irresponsables en las redes sociales.
Trump alentó a sus fanáticos diciéndoles: “Caminaremos hasta el Capitolio y vitorearemos a nuestros valientes senadores y congresistas”. Como sabemos, tras años de repetir la misma consigna, miles de seguidores hicieron caso de manera agresiva de su llamado.
En Lebu una serie de mensajes en las redes sociales movilizó a cientos de “voluntarios”. Una malentendida solidaridad provocó un daño irreparable al “sitio del suceso”. La afluencia masiva a una localidad pequeña obligó a las autoridades a pedir por favor que terminara. Pero lo peor fue el desorientador diluvio de mensajes.
Lo más grave fue el daño producido. Las indicaciones falsas, malintencionadas o no, generan frustraciones cuando no dan resultados. Ello significó en este caso, un retraso considerable.
Además, el impacto más doloroso fue en la propia familia de Tomasito.
No solo eso. Como denunció la mamá del niño, ella fue víctima del peor tipo de acoso. En entrevista en la televisión, Estefanía Gutiérrez resumió la situación diciendo que “muchas videntes decían que (Tomás) estaba en un río, que estaba pidiendo ayuda, que estaba en una quebrada, otro que estaba cerca del mar… (Hubo incluso) una vidente que no está bien de su cabeza, que dijo que yo había asfixiado a mi hijo… Voy a tomar acciones cuando aparezca mi hijo, voy a tomar acciones legales contra esa mujer”.
En Estados Unidos las principales plataformas de redes sociales impusieron un veto a las cuentas de Trump. Aunque el hecho es discutible porque afecta la libertad de expresión, es una desesperada respuesta a mensajes irresponsables o falsos.
¿Ocurrirá lo mismo en Chile?