La realidad política que estamos viviendo, que no se limita a Chile sino que se extiende a otros países también, es digna de Ripley. Tenemos por un lado un gobierno que hace agua por todos lados, y por el otro lado una oposición dividida a más no poder. En circunstancias normales, un gobierno como el actual sería imposible que pudiese ser sucedido por otro de similar signo.
Dicho de otro modo, el actual gobierno se la está dando en bandeja a la oposición para que lidere el gobierno siguiente. Sin embargo, al menos hasta este minuto, tanto la coalición gobernante de ChileVamos, como la oposición parecen estar resignados a que el presidente Piñera entregue la banda presidencial a alguno de los candidatos de su coalición.
La oposición, en tanto siga enfrascada en disputas, desconfianzas, vetos, pequeños cálculos electorales, y sin un mínimo proyecto político consensuado, difícilmente podrá pararse como alternativa con opción de triunfo.
Cuando afirmo que estamos ante un gobierno que hace agua por todos lados, me baso en lo que está ocurriendo con la migración irregular por el norte y con los atentados incendiarios en la Araucanía. Recordemos que en su momento, hace un año, el mismísimo presidente Piñera, afirmó con orgullo que Chile era un oasis en Latinoamérica, criticando al régimen de Maduro por negar la ayuda humanitaria a su propio pueblo. Acto seguido, desde Cúcuta, ciudad colombiana fronteriza con Venezuela, extendió una generosa invitación a los venezolanos para que vinieran a Chile, al sostener: “Vamos a seguir recibiendo venezolanos en Chile”. Por la boca muere el pez.
También recordemos que en su campaña presidencial, Piñera y su coalición, una de las principales críticas al gobierno de Bachelet se centró en el tema de la inseguridad imperante, y en lo que concierne a la Araucanía, fueron reiterativos en la necesidad de restaurar el orden, la seguridad y el derecho en la zona. Lo que vemos hoy ilustra que las políticas y acciones implementadas a la fecha por el gobierno en la zona han sido de un rotundo fracaso. La realidad que se constata a la fecha, es que no hay ni mayor seguridad, ni más orden, sino que todo lo contrario. Los atentados se suceden y multiplican sin que se visualice siquiera alguna lucecilla al final del túnel. Mientras tanto al gobierno no se le ocurre otra cosa más que aumentar las fuerzas policiales y militares en la región y solicitar la aprobación de nuevas leyes orientadas a incrementar la represión sin involucrarse en las causas del conflicto reinante.
Cuando afirmo que estamos ante una oposición perdida en medio de la noche, es en base al despilfarro en que ha incurrido al presentarse en varias listas para la elección de convencionales, así como la discusión que se ha estado dando respecto de la posibilidad de ir con un candidato ´opositor único a la próxima contienda presidencial. Respecto de lo primero, cualquiera con dos dedos de frente, se da cuenta que al ir la oposición en varias listas, y la coalición gobernante en una única lista, que la representatividad en la convención constituyente se verá afectada. Esto se comprobará cuando conozcamos los resultados en la elección del próximo mes de abril. El 78% que votó por apruebo en octubre último debiera reflejarse en que un porcentaje similar debieran ser constituyentes a favor del apruebo, lo que es un hecho que no ocurrirá, salvo un milagro que no se ve por dónde venir.
Respecto de lo segundo, la ingeniería electoral que se está armando para elegir al candidato opositor vía primarias, preprimarias, excluyendo a unos u otros, jugando o amenazando con ir a segunda vuelta, no hace sino revelar que se está renunciando a dar una pelea para ganarla. El sentido común nos dice que la única salida razonable, con perspectivas de triunfo es una gran primaria opositora donde todos los partidos se presenten con sus respectivos candidatos. Ahí se pondría a prueba la capacidad convocatoria y el candidato triunfante surgiría con un vuelo que no será fácil detener. Pero para ello deberá dejarse a un lado la calculadora y la desconfianza, lo que por el momento se ve casi imposible de lograr.
En síntesis, como están las cosas, salvo milagros que nunca hay que descartar, lo que viene es más o menos previsible: pocos cambios y mucha crispación.