Hace pocos días, el vocero del comando de José Kast Risk publicó una columna en La Tercera titulada, sin matices, “Parásitos”. En ella, calificó a los funcionarios públicos como una carga para el Estado. Lo más preocupante no fue la dureza del lenguaje, sino que ninguna autoridad del Partido Republica la desautorizó. Ni su líder, Kast, que solo intentó “explicarla”, ni Ruth Hurtado, secretaria general de la colectividad, mismo partido que patrocina la candidatura del general (r) Cristian Vial en el Maule.
Ese silencio, más que prudencia, es una señal política: expresa una mirada despectiva hacia lo público, hacia el Estado y hacia quienes lo sostienen día a día. Los profesores, los trabajadores de la salud, los funcionarios municipales, los asistentes sociales y los servidores públicos que, con su esfuerzo, mantienen en pie al país incluso cuando el mercado se ausenta.
Y aquí surge una paradoja mayor: el único mérito público conocido del general Vial no proviene de alguna propuesta, gestión o idea, sino de una escena simbólica —su solicitud de permiso, con rostro adusto y gesto desafiante, al Presidente Gabriel Boric durante la primera Parada Militar de su gobierno—. Esa imagen, amplificada por redes y noticieros, bastó para convertirlo en figura política para algunos sectores de derecha. Pero ¿desde cuándo la rigidez marcial es sinónimo de liderazgo civil? ¿Por qué esa fascinación persistente con el uniforme, el fusil y las botas?
Más aún, el propio general Vial fue durante casi 40 años funcionario público. Sirvió en las Fuerzas Armadas, ascendió hasta el grado de general de división y, según el estudio “Pensiones por la Fuerza” de Fundación SOL (2024), percibe una pensión promedio de $4.475.701 mensuales, más del triple que un jubilado del sistema AFP.
Y si llegara a ser electo senador, sumaría a esa cifra los $7.348.983 que corresponden a la dieta parlamentaria, además de cerca de $25 millones en asignaciones mensuales para personal, oficinas, traslados y otros gastos. Ese mismo Estado que su partido acusa de estar infestado de “parásitos”, estaría desembolsando en el retirado general sobre $35 millones de pesos mensuales, por al menos 8 años.
Esa contradicción no puede pasarse por alto. ¿Cómo se puede descalificar a quienes sirven al Estado y, al mismo tiempo, vivir de él con privilegios que la gran mayoría de los chilenos jamás conocerá?
El Maule necesita liderazgos con visión y coherencia, no con nostalgias autoritarias ni discursos de cuartel. Necesita representantes que entiendan los desafíos reales de nuestra gente: la vivienda, la salud, la conectividad, el trabajo digno, la descentralización efectiva.
La consigna de los “parásitos” debe ser respondida con toda claridad y fuerza: los verdaderos parásitos no son los funcionarios públicos que sostienen el país desde sus territorios, sino quienes viven del Estado mientras lo desprecian en público.
La política no necesita más rigidez ni más uniformes. Necesita ideas, coherencia y compromiso democrático con Chile y con las diferentes urgencias de los más postergados.
Rodrigo Poblete Reyes
Abogado
Concejal de Talca