Una investigación realizada por la Universidad Autónoma de Chile detectó que exigir contraseñas, revisar teléfonos o controlar las publicaciones en redes sociales son vistas como gestos de afecto en lugar de las primeras señales de alerta de una relación tóxica.
La investigación es parte de un proyecto, en el que participaron 825 adolescentes de entre 13 y 19 años, que evaluó el impacto de un programa de prevención implementado en cuatro colegios de la Región del Maule. De ellos, 417 jóvenes recibieron el programa (grupo intervención) y 408 formaron parte del grupo control. La comparación de resultados permitió medir cambios en áreas como mitos del amor, aceptación de la violencia, ciberabuso y violencia tradicional.
Así, un dato preocupante del estudio es que uno de cada cuatro adolescentes considera normal informar a su pareja sobre todas sus actividades diarias.
“Esta conducta refleja una peligrosa normalización de la vigilancia, donde exigir contraseñas, revisar teléfonos o controlar las publicaciones en redes sociales son vistas como gestos de afecto en lugar de las primeras señales de alerta de una relación tóxica”, explica la investigadora Laura Lara, académica de la U. Autónoma a cargo de la investigación.
El estudio definió diversas formas de control. Una de ellas es la “dimensión de control online” que son aquellas conductas que buscan fiscalizar a la pareja, como monitorear sus publicaciones, revisar la última hora de conexión o exigir contraseñas.
En el grupo intervención, antes de participar en el programa, el 72,1 % de los adolescentes reportaba haber sufrido al menos una de estas conductas por parte de su pareja. Tras la intervención, la cifra bajó al 49,3 %, y en el seguimiento realizado meses después se redujo aún más hasta el 41 %. Desde la perspectiva de haber ejercido control online, los resultados también muestran mejoras: pasó del 55,9 % antes de la intervención al 38,2 % después, y se mantuvo en torno al 38 % en el seguimiento.
Otra de las formas detectadas es la “agresión directa”. Esta se refiere a formas de violencia digital que utilizan la tecnología para causar daño de manera explícita, como compartir fotos o videos íntimos sin consentimiento o usar las redes sociales para insultar o humillar a la pareja.
En este caso, los porcentajes en el grupo intervención se mantuvieron estables tanto en quienes la recibieron como en quienes la ejercieron, lo que evidencia la necesidad de reforzar la prevención en este tipo de conductas más graves.
Además de estas nuevas formas de violencia digital, la investigación también identificó la presencia de conductas de violencia más tradicionales, como la “coerción” y el “desapego”, lo que subraya la complejidad y la persistencia del problema en las relaciones adolescentes.
“Este proyecto, que incluyó actividades grupales para ayudar a los jóvenes a identificar las ‘banderas rojas’ del abuso, pone de manifiesto la urgente necesidad de educar a los adolescentes sobre las dinámicas de las relaciones saludables en la era digital”, explicó Laura Lara.