Los momentos inciertos de Chile naciente tienen al 12 de febrero de 1812, como fecha memorable, digna del recuerdo.
En medio de controversias, asoman las hojas de la “Aurora de Chile”, primer periódico nacional, editado por fray Camilo Henríquez González (1769-1825).
Conmemorar este singular acontecimiento nos vuelve a los mismos comienzos del periodismo en el país.
Dice al respecto Roberto Hernández Cornejo que “las hojas impresas de ese primer periódico, son como los pañales del diarismo nacional”.
En tales pañales, Camilo Henríquez advirtió con clarividencia cuán indispensable era para la población un medio informativo para el proceso libertario y revolucionario.
Al divulgar el prospecto de la “Aurora”, el editor sentencia con legítima satisfacción: “está ya en nuestro poder, el grande, el precioso instrumento de la ilustración universal, la Imprenta”.
Palabras reveladoras de la conciencia y responsabilidad del fraile sobre el “poder” prodigioso de este “instrumento” nuevo.
Por eso, “Camilo Henríquez -insiste Roberto Hernández- quiso hacer de la prensa el oráculo de la opinión pública -única base firme de los nuevos gobiernos- un magisterio sagrado…” Labor sagrada de educación popular.
Para el padre del periodismo nacional, la imprenta contribuye sustancialmente a la “ilustración universal” y libera del subyugo de la ignorancia a los pueblos.
Al surgir la “Aurora”, la lucha por la independencia librada con heroísmo en los campos de batalla, se desplaza ahora hacia el temple del “soldado ciudadano”, que, con las armas de la inteligencia y la pluma, hace valer la fuerza de la razón y la palabra, comunicando el ideario emancipador.
Instruye para abrir las mentes y notifica sobre las coyunturas que viven los pueblos de América española. Así es posible conseguir el propósito del soberano destino. El periodismo y el proceso político libertario en nuestro país, están de suyo vinculados desde sus orígenes.
Nuestro primer periodista nacional infundió al oficio el compromiso por la suerte de la patria en base a principios y convicciones de libertad, igualdad, participación, justicia y derechos. Alentó decidir la forma de gobierno adecuada al carácter y exigió la información fehaciente y oportuna.
El fraile de la Buena Muerte ve en la imprenta y el periódico, la posibilidad de hacer de la prensa el vehículo de crecimiento humano, educación y cultivo, desarrollo, progreso y cultura. El debate y las ideas circulando por la sociedad despiertan inquietudes e iniciativas promisorias.
Sobre todo, importa servir a la causa común: la emancipación ilustrada que nutre la conciencia y acicatea al ejercicio protagónico de la libertad y soberanía del pueblo.
Roberto Hernández no oculta la admiración por Henríquez cuando dice que, para él, poco aprovecha “la regeneración política” si no va acompañada “de la regeneración social”.
Y agrega: “a la par que pidió facilidades para el comercio, auxilios para la minería, trabajo para la agricultura, máquinas para la industria, fomento de la inmigración y respeto para sus creencias, pidió también policía de salubridad para las poblaciones, árboles para los paseos públicos, hospitales para los enfermos del cuerpo, y libros y escuelas para los enfermos del alma”. ¡Visión de estado!
En circunstancias convulsas y de pasiones políticas extremas, se impone pensar al periodismo. Es cierto que los actuales instrumentos sofisticados de la comunicación, las nuevas tecnologías informáticas y las virtualidades digitales masivas, invaden, poniendo en jaque al ejemplar de “hojas impresas”.
Con todo, en ningún tiempo debe olvidar el periodismo su misión esencial e inevitable: servir al destino del país.
El periodismo jamás puede renunciar a ser tribuna abierta de ideas, puntos de vistas y valores. Le incumbe informar, recoger y difundir opinión. Pero, le corresponde por naturaleza, ilustrar, tomar postura fundada, compromiso insobornable por la verdad de los hechos y el bien común. Es deuda de justicia y servicio a los lectores, para cultivar en éstos el auténtico espíritu ciudadano. Camilo Henríquez prestigia esta labor, porque comprendió que al preparar un artículo o edición de la “Aurora”, se debía al propósito de enaltecer la dignidad de los conciudadanos de una República próspera y soberana.
Horacio Hernández Anguita
Fundación Roberto Hernández Cornejo