A la militancia de Evópoli y a la ciudadanía en general:
No hay peor golpe para una organización política que el de su propia inconsistencia. Y eso es, precisamente, lo que hoy enfrenta Evópoli. La suspensión indefinida de las elecciones internas, bajo el pretexto de fallas técnicas en el sistema de votación electrónica, no es solo un problema operativo. Es un golpe directo a la legitimidad de la conducción política y a la credibilidad del partido ante sus militantes y la opinión pública.
Cuando un partido que se ha erigido sobre la bandera de la transparencia y la modernización de la política fracasa en su propio proceso electoral, el mensaje que se proyecta es inequívoco: si no podemos ordenar nuestra propia casa, ¿con qué autoridad pretendemos ordenar la de los demás? Evópoli no solo ha fallado en la gestión de una elección, ha fallado en la coherencia misma de su proyecto político.
Este no es un “problema técnico”. La técnica no se justifica a sí misma ni actúa por voluntad propia. Los sistemas no fallan por azar, fallan porque los humanos que los diseñan, supervisan o implementan no estuvieron a la altura. Aquí no basta con señalar la falla técnica como chivo expiatorio. Es preciso, primero, nombrar la verdadera causa: la irresponsabilidad en la conducción del proceso electoral. No hubo planificación suficiente, no se previeron contingencias y, lo que es más grave, no hubo control efectivo.
Ante esta situación, cabe formular algunas preguntas inevitables, de esas que incomodan, pero que son necesarias para restituir la confianza: ¿cuáles fueron los criterios para elegir el sistema de votación electrónica?, ¿qué auditorías o pruebas de estrés se realizaron antes de su implementación?, ¿por qué se permitió que el proceso avanzara sin garantías de control y seguridad?, ¿quiénes son los responsables directos de este fracaso y qué consecuencias enfrentarán?
Evópoli no puede pretender dar estas respuestas en voz baja ni en espacios cerrados. La política, cuando es seria, no se juega entre bastidores. Se juega a plena luz, con responsabilidad pública y con los costos que ello implica. La “falla técnica” puede explicarse, pero la negligencia en la conducción solo se corrige con la asunción de responsabilidades políticas claras y concretas.
En ese sentido, esta carta no es solo una crítica, es una exigencia. Quienes la firmamos exigimos tres medidas urgentes e impostergables:
- La asunción de responsabilidades políticas por parte de la directiva nacional de Evópoli. La conducción de un partido no consiste en administrar éxitos, sino en enfrentar fracasos. El liderazgo político exige asumir costos, y este es uno que no se puede esquivar. Si esto implica renuncias, que así sea. La dignidad de la política se construye con actos, no con excusas.
- La intervención del Tribunal Supremo del partido. No se trata de una solicitud, se trata de una obligación. La falta de control y la incapacidad de responder a los militantes exige una investigación interna rigurosa, con plazos y responsables claramente establecidos.
- La reforma de los procesos internos de elección. Este evento no debe ser un simple “accidente” que se olvide con el paso del tiempo. Se requiere una reforma integral de los mecanismos de votación, con auditorías externas, pruebas de estrés previas y la supervisión de entidades imparciales. No hacerlo sería condenar a Evópoli a repetir este fracaso.
Las organizaciones políticas no caen por los errores, sino por la incapacidad de corregirlos. Evópoli se encuentra hoy en una encrucijada. Puede optar por la autocomplacencia, escudándose en la narrativa de la “falla técnica”, o puede elegir el camino más arduo, pero necesario: asumir con seriedad la gravedad de la situación y responder con altura ética.
Evópoli se construyó con la promesa de una política distinta, más exigente, más ética, más transparente. No se puede traicionar esa promesa sin pagar un costo. Y ese costo, en este caso, no es técnico ni operativo: es político. De la capacidad de la directiva actual para reconocer este hecho dependerá la credibilidad futura del partido.
Nadie le exige a la política que no falle, pero se le exige que cuando falle, actúe con consecuencia. Hoy es el momento de demostrar que Evópoli no solo exige probidad a otros, sino que la ejerce consigo mismo.
Por Francisco Leyton
Abogado y Comisionado Político Evópoli
Carta firmada por más de 80 militantes de Evópoli desde distintos puntos del país.