A días de la fecha de inscripción para las candidaturas a la Convención Constitucional y a la elección de alcaldes, concejales y gobernadores, la centroderecha estaría resolviendo satisfactoriamente el primer requisito para tener un aceptable resultado electoral: la unidad. Parece haber primado en esta ocasión entre sus filas la importancia para el futuro del país de los eventos electorales de este año 2021 por sobre consideraciones partidarias o personales, lo que no ha ocurrido de igual manera en los partidos de oposición.
El ajuste de gabinete realizado por el Presidente Piñera adelanta que dos de sus ministros: Antonio Walker de Agricultura y Cristián Monckeberg de la Presidencia serían candidatos a la convención constitucional. Fueron reemplazados en sus cargos por María Emilia Undurraga y Juan José Ossa, con trayectoria relevante en tareas de gobierno en las áreas de sus respectivas carteras.
También se conoció la decisión de Joaquín Lavín de no postular a la reelección en la alcaldía de Las Condes para concentrarse en la carrera presidencial, mientras que Evelyn Matthei ha tomado una decisión distinta, al anunciar que estaba enterada de la decisión de Lavín y que, no obstante, ella postulará a la reelección como alcaldesa de Providencia, sin descartar que si la gente la apoya para una candidatura presidencial pudiera participar en ella. Todo muy civilizado y en buenos términos, lo que es un buen augurio para las difíciles elecciones que enfrenta el país.
En efecto, está ya declarada por buena parte de la centroizquierda la intención de demoler el edificio institucional que ha servido de marco para la evolución del país en los últimos treinta años.
Si bien en la centroderecha hay distintas opiniones acerca de los contenidos de la Constitución que deben cambiarse, el propósito común del sector es que los cambios se produzcan en un ambiente de reflexión y estudio de las propuestas alternativas y sus fundamentos y en un proceso que sea impecable desde el punto de vista del respeto a la institucionalidad vigente en todo momento y la libertad para expresar las ideas sin presiones ni violencia.
La falta de racionalidad en la discusión de las cuestiones públicas que ha prevalecido durante el año que pasó y el daño que ello produjo a la unidad del sector ha actuado como disuasivo para conductas oportunistas y populistas.
Lo contrario parece haber ocurrido en la oposición de centroizquierda. Una sensación triunfalista, un poco infantil, los ha embargado. El malestar contra las elites que se ha manifestado en el país es interpretado por muchos de ellos como malestar contra la derecha o el gobierno, sin reparar en el hecho que también los alcanza a ellos y que los parlamentarios son el grupo de peor evaluación entre la ciudadanía. Ello explica que no hayan tenido la precaución de intentar listas unitarias para las elecciones que se acercan.
El día lunes tendremos la información definitiva de las inscripciones de candidatos, pero la centroderecha parece haber conformado un elenco razonable de candidatos: a los dos ministros podrían sumarse tres subsecretarios, tres intendentes y cuatro gobernadores. Pero, sobre todo, podría descontar la ventaja que se supone tendría la izquierda por la vía de conformar una sola lista que incluye no sólo a los partidos de Chile Vamos sino también al Partido Republicano, al menos para la Convención Constitucional.
Esto permite aprovechar mejor los votos pues los que sobran a un candidato favorecen al de la misma lista, maximizando así el número de candidatos electos. En ese sentido, si bien la opinión prevaleciente en la opinión pública favorece a los candidatos independientes, es importante que ellos se integren a alguna lista para aprovechar los votos de la lista y para tener más antecedentes acerca de sus posiciones.
La unidad de la centroderecha es una buena cosa y si alguien pretende entorpecerla a última hora tendrá el castigo de los electores del sector. Es un buen comienzo. No se trata de ser triunfalistas: el desafío electoral es grande, principalmente por el momento populista que ha instalado el Congreso, pero por algo se empieza.
Luis Larraín
Economista