Cada 31 de octubre, las calles se llenan de disfraces, calabazas y niños que van de puerta en puerta pidiendo dulces. Esta tradición, ampliamente popular en Estados Unidos, ha encontrado un espacio creciente en América Latina y Chile. Guillermina Guzmán Leal, especialista en cultura y tradiciones, y Rodrigo Durán Guzmán, académico en comunicación, explican cómo esta fiesta ancestral ha logrado traspasar fronteras y adaptarse al contexto latinoamericano.
Halloween tiene su origen en el festival celta de Samhain, un evento que marcaba el final de la cosecha y el inicio del invierno. “Los celtas creían que durante esta noche el velo entre el mundo de los vivos y los muertos se debilitaba, permitiendo que los espíritus regresaran a la tierra. Se encendían hogueras y las personas se disfrazaban para protegerse de los seres malignos”, detalla Guzmán Leal. Esta tradición pagana evolucionó al fusionarse con el cristianismo, transformándose en lo que hoy conocemos como Halloween.
La práctica de los disfraces y el famoso “trick-or-treat” proviene de antiguas costumbres europeas, donde niños y mendigos pedían comida a cambio de oraciones por los difuntos. “El disfrazar a los niños era una forma de protegerse de los espíritus. Esta tradición se transformó en una actividad lúdica y social, que con el tiempo llegó a simbolizar diversión y unión comunitaria”, agrega Guzmán Leal.
El auge de Halloween en América Latina tiene su raíz en la influencia cultural de Estados Unidos, especialmente a través del cine, la televisión y la globalización. Según Rodrigo Durán Guzmán, “Halloween ofrece una experiencia accesible y participativa, donde todos pueden involucrarse sin importar su edad o contexto. Esto ha facilitado su expansión en la región, ya que la festividad no requiere mayores estructuras: basta con un disfraz y ganas de celebrar”.
Guzmán Leal explica que otro de los atractivos de Halloween es que responde a una necesidad social de desconexión. “Es una fiesta que permite a las personas liberarse de la rutina diaria, expresar creatividad y compartir con los demás de forma espontánea”. En el contexto de América Latina, donde las festividades suelen ser alegres y participativas, Halloween ha encajado como una oportunidad más para reunirse y celebrar, sobre todo entre los más jóvenes.
En Chile, la tradición se ha consolidado principalmente en zonas urbanas, donde las dinámicas culturales son más abiertas a la influencia extranjera. Sin embargo, aún enfrenta cierta resistencia, especialmente en sectores más conservadores, que la ven como una festividad ajena a las tradiciones locales. “A pesar de esto, su carácter lúdico y la capacidad de generar experiencias compartidas han hecho que cada vez más personas se sumen a la celebración”, comenta Guzmán Leal.
Durán Guzmán también destaca el papel del comercio y las redes sociales en la expansión de Halloween. “La industria ha sabido aprovechar el atractivo visual de esta fiesta, impulsando campañas que fomentan el consumo de disfraces, dulces y decoraciones. Esto, sumado a la difusión en redes sociales, ha creado una atmósfera participativa donde todos quieren ser parte de la celebración”.
Los símbolos más icónicos de Halloween, como la bruja y la calabaza, también han evolucionado con el tiempo. “La bruja representa el temor ancestral hacia lo desconocido, consolidándose como parte de la narrativa cultural de la fiesta. Por otro lado, la calabaza, inspirada en la leyenda de Jack O’Lantern, se convirtió en un ícono cuando los inmigrantes en América sustituyeron los nabos por calabazas, más fáciles de tallar y más abundantes”, explica Durán Guzmán.
A pesar de que Halloween no tiene un arraigo profundo en Chile, su crecimiento es evidente y refleja la apertura hacia nuevas formas de celebración. “Es probable que en los próximos años la festividad continúe ganando espacio, especialmente entre los más jóvenes, quienes encuentran en Halloween una oportunidad para disfrutar, compartir y experimentar fuera de la rutina”, concluye Guzmán Leal.
Con una combinación de historia, diversión y comercio, Halloween sigue evolucionando y ganando adeptos en Chile y América Latina. La participación creciente en esta festividad refleja cómo las culturas se entrelazan en un mundo globalizado, creando nuevas tradiciones que conectan generaciones y comunidades.