“Lo que se juega en el plebiscito constituyente 2020 es la forma en que se regula el ejercicio del poder en la sociedad. Como sociedad, cada uno de nosotros debería hacer un ejercicio de reflexión política, interno, pero también en diálogo con otros y otras, respecto como nuestras vidas son atravesadas, moldeadas, por estos hechos”, precisa Jaime Bassa, abogado constitucionalista de la Universidad Católica de Chile.
En efecto, en el próximo plebiscito del 25 de octubre –salvo que se agudice la crisis sanitaria– los chilenos votarán si aprueban o rechazan que se inicie el camino para elaborar una constitución y el órgano que se encargaría de redactarla.
Bassa, doctor en Derecho por la Universidad de Barcelona, acaba de publicar Chile decide: por una nueva Constitución, Editorial Planeta, 2020…
-Jaime, ¿cómo surge la publicación de Chile decide?
-A lo largo de los últimos años, mi trabajo académico ha tenido un eje importante en la idea de poder constituyente, tanto por lo que significa esa magnitud política del ejercicio del poder, como por las dificultades que ha presentado su ejercicio en Chile. Por lo tanto, es un tema que ha estado permanentemente abierto en mis preocupaciones académicas, pero también políticas.
Luego de los acontecimientos que comienzan en octubre de 2019, las demandas sociales tomaron un color constituyente muy claro y me tocó participar en decenas de asambleas territoriales y charlas de distinto tipo, donde se conversaron cuestiones muy importantes relativas a los procesos políticos en Chile y las características de un presente en crisis. Me pareció muy necesario poder dejar un registro de esa combinación entre el trabajo académico y la deliberación política de la ciudadanía”.
-¿Qué rasgos emergen en la sociedad chilena luego del 18 de octubre?
-En octubre emerge una nueva forma de articulación política y social, que recupera muchas de las prácticas políticas y ciudadanas del pasado, pero que se define a sí misma a partir de las demandas y necesidades que marcan nuestro presente, nuestras vidas. Esas nuevas formas de articulación han generado espacios de convivencia social distintos a aquellos que veníamos protagonizando en los últimos treinta años, formas de articulación que, de alguna manera, recuperan una memoria política que había estado algo olvidada.
Estas nuevas formas de participación cambian, irreversiblemente, a quienes hemos participado de ellas, así como a quienes las observan con cierta distancia, pues esas experiencias nos han permitido mirarnos con otros ojos, mirar nuestra sociedad y nuestros lugares en ellas desde otra perspectiva… y esas son experiencias que quedarán en nuestra memoria y que impactarán en nuestras prácticas políticas y sociales en adelante.
-¿Qué importancia tiene una nueva constitución?
Una Constitución es una forma jurídica, una norma o conjunto de normas, que permite organizar el ejercicio del poder, tanto a nivel institucional, orgánico, como a nivel social. Esto último se verifica a través de la forma en que una Constitución reconoce y protege el ejercicio de los derechos fundamentales, aquellos que le dan forma a nuestra propia cotidianeidad, tales como salud, educación, trabajo, seguridad social, vivienda entre otros.
Hasta ahora, la Constitución configura esos derechos en clave mercantil, entregando su provisión a empresas privadas y segmentando el gasto público y privado desde la focalización y las leyes del mercado. Creo que hemos entendido, especialmente a partir de octubre, que esos derechos cuya protección se viene demandando hace más de tres décadas, pueden dejar de ser un espacio de segregación para convertirse en un espacio de cohesión social, de encuentro. En ese anhelo, una nueva Constitución es clave para la reconfiguración de las relaciones de poder político y social que dan forma a una sociedad, garantizando el ejercicio universal de estos derechos que tanto impactan en nuestra vida cotidiana.
-La actual constitución, la de 1980, ¿es suficiente para garantizar la justicia y paz social?
–Ha quedado demostrado que no. La de 1980 es una Constitución militante, un forma de organización del poder y de la sociedad que responde a una visión parcial y sesgada, que se impuso sin la debida deliberación democrática y cuyas reformas han sido torpedeadas desde sus propias estructuras normativas de auto-protección. Hay que recordar que, en materia de derechos fundamentales, el texto constitucional vigente responde casi íntegramente a su diseño original, prácticamente sin reformas, por lo que esa pretensión de ingeniería social de la dictadura, a través de la cual quiso diseñar nuestra convivencia social, sigue plenamente vigente.
–Se lo pregunto, porque cuando se le hicieron nuevas modificaciones, el año 2005, el Presidente Lagos señaló que era una carta democrática…
–Así es, pero ya para las elecciones presidenciales de 2009 el eje de la campaña fue tema constitucional y el persistente déficit de legitimidad de la Constitución vigente. Esto se explica, porque si bien las reformas de 2005 avanzaron en la democratización del diseño orgánico del Estado, no tocaron el corazón del proyecto político de la dictadura, aquel que mayor incidencia tiene en la configuración de la vida cotidiana de millones de personas en el país: los derechos fundamentales.
UNA DEMANDA TRANSVERSAL
Jaime Bassa Mercado (Santiago, 1977) es profesor titular de la Universidad de Valparaíso. Abogado, formado en la Universidad Católica de Chile. Director del Centro de Estudios Interdisciplinarios en Teoría Social y Subjetividad y del Departamento de Derecho Público. Doctor en derecho (Universidad de Barcelona); Magister en Filosofía (Universidad de Valparaíso y Magister en Derecho (Universidad de Valparaíso).
-Jaime ¿considera que la demanda de una nueva constitución es transversal?-Absolutamente. Lo vimos en las demandas sociales que confluyeron en las protestas de octubre y lo hemos visto en los distintos movimientos sociales de las últimas décadas. Hay una serie de conflictos sociales que han estado activos por muchos años y que no han contado con una respuesta efectiva por parte de la institucionalidad.
Es muy interesante notar, además, que casi todos estos conflictos políticos y sociales están atravesados por el ejercicio de derechos fundamentales, tales como salud, educación, agua, medioambiente, pueblos originarios, igualdad entre hombres y mujeres. A mi juicio, la traducción de estos conflictos en clave constituyente era una resultado relativamente esperable, más aún cuando distintas reformas en estas materias han sido enfrentadas desde la Constitución, es decir, muchos proyectos de ley fueron calificados como contrarios a la Constitución, ya sea en el Tribunal Constitucional o en el propio debate legislativo, por lo que muchos sectores sociales entendieron que la Constitución era parte importante de los problemas sociales.
-¿Qué significaría una baja participación ciudadana en el plebiscito del próximo 25 de octubre?
–La participación electoral de los últimos años presenta una clara tendencia a la baja, pues se han registrado cada vez menos votantes en las elecciones presidenciales, parlamentarias y municipales. Yo creo que la participación ciudadana es un desafío para el proceso constituyente, pero considerando cómo afloraron distintos espacios de diálogos y conversaciones en los distintos territorios del país, creo que es muy razonable esperar que esa tendencia a la baja se revierta en el plebiscito de octubre.
Tengo la impresión que la ciudadanía entiende cuán relevante es este plebiscito para la historia del país, lo que va a despertar el sentido de responsabilidad cívica para incidir en la construcción de nuestro futuro.
-De fondo, ¿cree que existe un rechazo a un orden neoliberal y subsidiario?
-La Constitución vigente toma una serie de opciones políticas y sociales muy marcadas, entre ellas, la de un Estado subsidiario que se ha restado del protagonismo en la prestación de servicios sociales universales y de la actividad económica y empresarial, dando paso al despliegue de los poderes privados que han incidido radicalmente en nuestra vida cotidiana. Salud, educación, seguridad social, entre otros, son derechos cuyo ejercicio depende, radicalmente, de la capacidad de pago de cada persona y de su familia, en casi total ausencia del apoyo de la comunidad o del Estado.
Tengo la impresión que la ciudadanía se ha revelado también contra ese tipo de orden social, individualista, que nos aísla y nos obliga a desconfiar y a competir entre nosotros y nosotras. Los hechos de octubre se dirigen en la dirección opuesta, lo que puede traducirse en un orden constitucional distinto del actual, que sea capaz de responder a las demandas del presente y supere los estrechos márgenes que representa el actual orden social”.
-¿Qué explica que durante 40 años hemos vivido en un orden tan excluyente?
-Tengo la impresión de que se normalizó una determinada forma de convivencia, marcada por el exitismo material y la desconfianza progresiva hacia los espacios públicos, hacia aquellos lugares de encuentro y construcción común de la sociedad, tales como la escuela, pero también las plazas y otros lugares de encuentro y diálogo social.
De alguna forma, la lucha contra la dictadura consumió parte importante de las fuerzas políticas de la sociedad, considerando que, además, operaron diversos mecanismos de desarticulación de los movimientos sociales, desde la institucionalización de la cultura y de las organizaciones no gubernamentales, hasta el sobre endeudamiento de la sociedad y la construcción progresiva de una sensación de temor y recelo hacia aquello que es percibido como diferente.
El miedo y la deuda son formas de gobierno muy efectivas, pues neutralizan la agencia política del pueblo, la que requiere confianza y encuentro. En el mismo sentido operaron algunos mecanismos de la Constitución, que desarticularon las posibilidades de cambios estructurales, lo que fue progresivamente debilitando la actividad política y, especialmente, su proyección hacia la institucionalidad.
-Lo explica de alguna manera una frase de Simone de Beauvoir, que aparece en el libro: “Entre dos individuos la armonía nunca viene dada, sino que debe conquistarse indefinidamente”.
-Así es. De alguna manera, octubre marca un punto de inflexión en la historia de nuestra sociedad que, a mi juicio, la cambia de forma irreversible, pues hemos entendido que la sociedad no es una mera agregación de individuos. Por el contrario, la sociedad es el resultado de una construcción colectiva, un proceso en el cual participamos todos y todas a partir de aquellas cuestiones que las personas tenemos en común, pero también a partir de nuestras diferencias, que le dan forma a las sociedades plurales, diversas y abiertas como espera ser la nuestra. Ambos factores nos ponen en la posición de construir, permanentemente, una convivencia social justa y democrática”.
Mario Rodríguez Órdenes