Con la llegada del invierno, las lluvias y las bajas temperaturas, el aumento de enfermedades respiratorias se hacen sentir. Sin embargo, no todo está perdido. Afortunadamente, existen medidas que podemos tomar para fortalecer nuestras defensas de forma natural y protegernos del frío.
¿Cómo funciona nuestro organismo? Existen dos tipos de inmunidad: innata y adquirida. La inmunidad innata actúa como una barrera inicial contra las enfermedades, mientras que la inmunidad adquirida desarrolla una respuesta más específica y duradera gracias a la memoria inmunológica. Ambos sistemas trabajan juntos para resguardar nuestro cuerpo.
En ese contexto, una dieta equilibrada y saludable es una herramienta valiosa para asegurar el buen funcionamiento de las defensas. Numerosos estudios demuestran que una alimentación adecuada refuerza el sistema inmunológico y enfatizan en el papel del Omega 3.
“Actualmente conocemos una variedad de nutrientes que, en conjunto, influyen en el fortalecimiento del sistema inmune. Por ello, la recomendación es aumentar el consumo de alimentos ricos en vitaminas A, D, C y B6, minerales como el zinc y antioxidantes, e incrementar la ingesta de ácidos grasos Omega-3 mientras se reducen los Omega-6. Resultados experimentales recientes muestran el papel positivo de los Omega-3 en la reducción de los fenómenos inflamatorios resultantes de ataques microbianos”, asegura la gerente de Nutrición, Investigación y Desarrollo de Seeds of Wellness (SOW), Carolina Chica.
Los ácidos grasos poliinsaturados Omega-3, son esenciales para el organismo y se obtienen a través de la alimentación. Existen tres tipos: ácido alfa-linolénico (ALA), ácido eicosapentaenoico (EPA) y ácido docosahexaenoico (DHA). El ALA es de origen vegetal y se encuentra en semillas de chía, nueces y linaza, mientras que el EPA y DHA se encuentran principalmente en pescados grasos como el salmón, atún, jurel y algunos mariscos.
Estos ácidos grasos omega-3 desempeñan un papel clave como inmunomoduladores. Son precursores de agentes especializados (también conocidos como SPMs) producidos por nuestro propio organismo, los cuales participan de manera muy activa en la resolución del proceso inflamatorio. Estos ácidos grasos han demostrado regular la síntesis de sustancias que provocan síntomas como fiebre, dolor, hinchazón e irritación, además de evitar el daño asociado a la inflamación, disminuir cargas microbianas y promover la regeneración de los tejidos.
¿Cómo aumentar los niveles de Omega-3 para controlar la inflamación?
“En la dieta moderna, el consumo de Omega-6 es alto, mientras que el de Omega-3 resulta deficiente, creando un desequilibrio. Esta desproporción en la ingesta de ácidos grasos puede tener efectos adversos para la salud, ya que fomenta un estado de inflamación crónica en el cuerpo. Por ello, es esencial que las personas regulen los niveles de estos ácidos grasos en la dieta y busquen la asesoría de un especialista en nutrición para reducir la inflamación crónica y mantener un sistema inmunológico robusto”, sostiene Carolina Chica
La especialista indica que es beneficioso reducir la ingesta de alimentos ultra procesados y aceites ricos en ácidos grasos omega-6 presente en el aceite de maíz, de girasol, de cártamo y de soja. Por el contrario, se recomienda aumentar el consumo de productos ricos en ácidos grasos omega-3 como el aceite de chía, ya que este aceite tiene el más alto contenido de omega-3 ALA disponible en el mundo vegetal y una gran cantidad de antioxidantes.
Asimismo, destaca que el mucílago de las semillas de chía contiene fibra con un efecto prebiótico, también conocido como “alimento para las bacterias buenas” en nuestro intestino, que trabaja para mantener saludable nuestro sistema inmune.
Finalmente, recalca que “Idealmente, una alimentación balanceada debe complementarse con dormir lo suficiente, no fumar, hidratarse, manejar el estrés y la ansiedad, y hacer ejercicio”.