Navidad, viene del latín nativitas, que significa “nacimiento”, aludiendo al nacimiento de tantos redentores que nacieron un 25 de diciembre como Buda, Zaratustra, Krishna, entre otros. Y también Jesús en Belén, relevante para el mundo occidental.
En estricto rigor, tales circunstancias correspondían a la fecha de los solsticios en que cada creencia o religión intentaba aproximarse a esa trascedente fecha astronómica.
En occidente no es algo distinto y, aunque para algunos historiadores la celebración de la Navidad de Jesús debería situarse en primavera (entre abril y mayo), siguiendo el relato de Lucas 2:8 que indica que la noche del nacimiento de Jesús los pastores cuidaban los rebaños al aire libre y que el cielo estaba lleno de estrellas, es poco probable que este acontecimiento hubiera ocurrido en el invierno (hemisferio norte). Sin embargo, la Iglesia cristiana mantiene el 25 de diciembre como fecha convencional, puesto que en la primavera u otoño la Iglesia celebra la Pascua.
Más allá del origen cristiano de esta Navidad, esta efeméride ha ido combinando su carácter religioso con la tradición de convivencia familiar.
Efectivamente, desde el siglo XIX la Navidad empieza a afianzarse con el carácter que le conocemos hoy, pues en ese siglo se popularizó la costumbre de intercambiar regalos y de obsequiar tarjetas de Navidad: Se creó a Santa Claus. Costumbres que con el tiempo la mercadotecnia aprovecharía para expandir la Navidad por el mundo dándole un carácter alternativo al religioso, y con temas diversos a la tradicional celebración navideña.
La Navidad es celebrada entonces por los cristianos, pero también por los no cristianos; es decir por los agnósticos y no creyentes, asignándole éstos a la navidad una connotación más de convivencia familiar y social; con un contenido valórico tal vez alternativo, pero en el fondo coincidente.
Cierto. Para los religiosos, la navidad es el nacimiento del hijo de Dios. Para los no religiosos es el nacimiento de un ser sobresaliente que trajo un mensaje de Amor y de Paz, y que pagó con su propia vida la consecuencia con los principios y valores que propaló y practicó.
El “Sermón de la Montaña” es aún hoy día una tarea pendiente para todos quienes se comprometen con los valores más alto del humanismo.
Hace un par de días, en plena pandemia, pasando en vehículo por calle 1 Sur de Talca me pareció no solo grave la inmensa cantidad de personas vitrineando a riesgo de sus propias y de cercanas vidas… Empero también es algo injusto que en los hogares olvidemos de los Valores, pues son éstos precisamente lo que le dan sentido a nuestras vidas.
A veces las personas se encandilan con las cosas, es casi febril comprar “algo”… desechando ideales, principios y valores morales.
He escuchado decir “prefiero cualquier cosa a la fraternidad”… evidenciando que esa persona tiene el deseo como medida de Valor, y no el Valor como medida del deseo. Qué triste ¿Verdad?
En ésta Fiestas Solsticiales, que es como debieran llamarse en rigor, más allá de las ventas y regalos, no nos olvidemos del mensaje del hombre humilde y profundo de Galilea, sea usted religioso o no, pues al fin y al cabo, son los valores, los sentimientos, y no las cosas, las que mueven al ser humano verdadero y, en definitiva, al mundo en que vivimos.
Felices Fiestas Solsticiales.
Jorge Navarrete Bustamante