Llena de esperanzas y contrastes, Talca inició el convulsionado siglo XX en medio de una creciente migración del campo a la ciudad y una fuerte tensión entre la elite dominante y el mundo rural.
El aumento de la población urbana, el origen de distintos barrios y la consolidación de una aristocracia local, obligaron a modernizar la red sanitaria.
“La modernización del sistema de alcantarillado y de distribución de agua potable se ejecutó entre 1906 y 1916, cuando la prensa de la época dio los trabajos por concluidos. El sistema previo eran acequias, cuyo recorrido pasaba por el interior de las viviendas. Como todo estaba conectado, si una persona tenía una mala práctica afectaba al vecino. Había además acequias a atajo abierto y distribuir agua por el interior de ellas para que los desechos circularan era un problema, porque no siempre había agua disponible y se producía estancamiento. Cuando la población comenzó a crecer se generó un colapso urbano sanitario”, relató el doctor en Arquitectura, Samuel García-Oteiza, autor del libro “Dar curso al recurso”, que explora el proceso de saneamiento de la capital regional.
La obra -publicada por Ediciones UCM- contó con el apoyo de la convocatoria Fondart Nacional de Investigación en Arquitectura, versión 2022, y la empresa Nuevosur.
“En reemplazo de todas las acequias de la ciudad, se instaló un sistema de alcantarillado hermético, bajo tierra, con circulación de aguas negras y grises. Se eliminaron los ductos de albañilería y se colocó cañería metálica. Hasta ahí, el sistema de distribución de agua potable también era bien básico y no llegaba bien a todas partes, por cuestiones de topografía. Se tomó la decisión radical de cambiar todo eso”, sostuvo el académico de la Universidad Católica del Maule.
El libro, en cuyo diseño, dibujo y diagramación participaron los colegas de García-Oteiza, Christian López y David Guerrero, destaca la articulación entre el gobierno y la sociedad civil, ante los desafíos complejos de la época.
“Cuando empezaron estos trabajos, la Municipalidad de Talca estaba a cargo y de alguna forma encontró un punto en común con la ciudadanía frente a una problemática que aquejaba todos, desde abajo hasta arriba. La ciencia y la tecnología se pusieron a disposición. La lección es que no basta solamente con el conocimiento; los proyectos de infraestructura deben involucrar a todos los actores, incluso aunque no se vean. Porque uno observa la ciudad y se ocupa de lo que está encima, como Las Concentradas, el Mercado Municipal, el Terminal de Buses y el CREA, que se encuentran como abandonados, pero también hay una historia debajo de Talca que uno ni siquiera la piensa”, indicó el investigador.