La Navidad se torna compleja cuando las familias de padres separados acuerdan compartir esta festividad conviniendo las fechas que le corresponderá a cada uno pasarlo con su hijo. Sin duda, tanto para padres como para hijos, no es un escenario fácil de enfrentar.
Es importante que los padres lo asuman con serenidad, normalizando la situación a través de conductas que favorezcan el manejo de las emociones y que a su vez generen un ambiente seguro, afectuoso y de protección para el bienestar de los niños.
En este contexto los adultos deben evitar frases que produzcan culpa como, por ejemplo: “vayan tranquilos, me quedaré solo, pero no importa”, ya que los niños tienden a percibir el doble discurso; en cambio la comunicación debe estar focalizada en frases que transmitan tranquilidad y buenos deseos que aseguren el disfrute en su otro hogar.
Asimismo, los padres no deben ser excluyentes con el otro, obstaculizando los encuentros solicitados previamente. Es importante, también, no regañar a los niños por sus sentimientos, ni tampoco hacerles promesas que no se puedan cumplir, pues ellos necesitan confiar en sus padres que son su figura protectora. La Navidad es una invitación a dejar de lado las disputas y concentrarse en el tiempo que se otorga a los hijos.