En la actualidad, la presencia constante de pantallas en la vida de niños y niñas ha surgido como una inquietud latente para padres, madres y educadores. Aunque los dispositivos digitales ofrecen oportunidades valiosas para el aprendizaje y la socialización, su uso excesivo plantea riesgos considerables para la salud física y mental de los más jóvenes.
La sobreexposición a las pantallas, especialmente en edades tempranas, conlleva amenazas significativas que van más allá de la fatiga visual y dolor de cabeza, sino además pueden producir obesidad por sedentarismo y trastornos del sueño, agravados por la emisión de luz azul característica de las pantallas.
En el ámbito cognitivo y social, el impacto negativo es innegable. Limitar el juego interactivo con pares y la exploración del mundo real puede influir en el desarrollo de habilidades esenciales, además que la sobreexposición puede conducir a un uso compulsivo de dispositivos, dificultando la desconexión y afectando la atención, generando irritabilidad y ansiedad en niños y niñas al prohibir o eliminar abruptamente el acceso a estas tecnologías.
En momentos como las vacaciones, donde el tiempo libre se extiende, es crucial implementar estrategias efectivas para gestionar el uso de la tecnología. Establecer límites claros, definir horarios específicos y fomentar actividades alternativas, como deportes y juegos de mesa, son pasos esenciales.
La participación activa de los adultos es vital para un control efectivo. Los padres y cuidadores deben ser modelos a seguir, limitando su propio tiempo de pantalla. La implementación de herramientas de control parental, como Google Family Link, puede ayudar a supervisar el acceso y limitar el tiempo frente a las pantallas, sin embargo, más allá de las soluciones tecnológicas, la comunicación abierta con los niños y niñas sobre su experiencia en línea y los posibles peligros es esencial.
Educar a los jóvenes para que sean conscientes de la importancia de limitar su tiempo frente a las pantallas y fomentar su capacidad para autorregularse es una responsabilidad compartida. En este contexto, la tecnología no es un enemigo, sino una herramienta que, con un manejo adecuado, puede potenciar el desarrollo de habilidades y conocimientos. La clave está en encontrar un equilibrio, donde la interacción real y las experiencias digitales coexistan de manera armoniosa.
María Loreto Bustamante
Directora Carrera de Educación Parvularia
Universidad de Las Américas Sede Concepción