Su nombre se inspira en las pequeñas embarcaciones de recreo que surcan los canales de Venecia, con las cuales también comparte una forma arqueada y esbelta. La llamada “góndola”, de fabricación italiana, corresponde a la tecnología más reciente para tratar los síntomas del movimiento causados por trastornos neurológicos, como el Parkinson.
“La góndola otorga una estimulación periférica a zonas específicas de los pies, mediante impulsos mecánicos controlados, que van a la punta del dedo gordo y al primer hueso metatarsiano. Otros autores descubrieron que esos puntos son de extrema sensibilidad y entonces si les generamos presión, los pacientes pueden mejorar sus movimientos, sobre todo la marcha”, sostuvo el profesor clínico de la Universidad Católica del Maule (UCM), Armando Cifuentes-Amigo.
El magíster en Kinesiología participa en un proyecto encabezado por el doctor en Fisioterapia Antonio Zamunér, que evalúa los efectos inmediatos y a largo plazo de la estimulación periférica automática sobre parámetros cardiovasculares y motores en pacientes de Parkinson, con financiamiento del Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico, Fondecyt.
“Junto al profesor Zamunér, usamos este dispositivo, que es único en Chile, en una investigación con pacientes con Parkinson, que sufren de temblores, lentitud en los movimientos o rigidez muscular. Quisimos probar si este sistema, sumado al ejercicio físico, tenía mejores resultados, en comparación solamente con el ejercicio, y descubrimos que la terapia, con el dispositivo que hay en la universidad, es superior al ejercicio físico por sí solo en algunas variables”, precisó el académico, cuyo trabajo obtuvo el primer lugar en uno de los certámenes CONAKI 2023, la instancia científica más relevante del área en el país.
“Presentamos resultados preliminares del estudio, que consideró dos grupos de 19 personas cada uno. Un grupo tenía ejercicio físico, con el uso de góndolas que simulaban funcionar para confirmar si había un efecto placebo, y el otro que tenía ejercicio más el dispositivo. Entrenamos a los pacientes por tres meses, en 24 sesiones, y vimos que el segundo grupo había ganado capacidad funcional y calidad de vida y disminuido el congelamiento de la marcha”, indicó.
Los académicos de la Facultad de Ciencias de la Salud del plantel, donde existen dos pares de “góndolas”, esperan que su proyecto permita generar un tratamiento que alivie síntomas de una afección sin cura. “No es una terapia invasiva ni farmacológica, pero permitiría que el paciente con Parkinson se mantenga más activo”, puntualizó Cifuentes-Amigo.