Las bebidas energéticas se han convertido en una elección popular entre los jóvenes a nivel mundial y, en Chile, se ha registrado un impactante aumento en el consumo. Un estudio realizado en el año 2022 por la Corporación Nacional de Consumidores y Usuarios (CONADECUS) concluyó que el consumo per cápita mensual en personas de entre 14 y 30 años, durante el período de 2010 a 2020, aumentó 9 veces. Es decir, pasó de 0.4 a 3.6 litros, lo que ha generado preocupación en la comunidad.
Ya en el año 2015, el Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (SENDA) informaba que aproximadamente un cuarto de la población estudiantil, el 24.7%, había consumido bebidas energéticas al menos una vez en el último año. Además, se observó que el consumo era más alto en hombres y en establecimientos educativos asociados a niveles socioeconómicos más altos, como los colegios particulares pagados.
Los expertos de todo el mundo han alzado sus voces de alerta en relación con el consumo de estas bebidas, especialmente en la población infantojuvenil, debido a sus altos contenidos de azúcar y cafeína. “Ni a nivel nacional ni internacional se han establecido recomendaciones para su consumo, ni siquiera para quienes realizan actividades deportivas”, explica Edson Bustos, académico investigador de la Escuela de Nutrición de la Universidad Finis Terrae.
La recomendación de Bustos va en la línea de las medidas que ya se están tomando en algunos países de Europa. En Galicia, comunidad autónoma de España, se creó un proyecto de ley que busca prohibir la venta y el consumo de bebidas energéticas a menores de edad, equiparándolas al alcohol.
Efectos del consumo
Sobre los efectos del consumo, un estudio reciente publicado en el año 2023 en la reconocida revista Nature llevó a cabo una comparación de la presión arterial sistólica y diastólica en niños y adolescentes sanos. Se evaluaron estos parámetros antes y después de que los participantes consumieran una sola dosis de bebida energética ajustada a su peso durante un período de 24 horas. Los resultados son inquietantes, ya que el simple acto de consumir una dosis de estas bebidas provocó un aumento significativo en la presión arterial.
«Los supuestos beneficios que se podrían obtener de estas bebidas pueden lograrse a través de una dieta equilibrada que incluya frutas, verduras, legumbres, carnes, lácteos y aceites para obtener los nutrientes necesarios. Además, el ejercicio físico potencia el sistema nervioso y estimula la mente, por lo que si se busca estar más alerta, el ejercicio regular en niños y adolescentes es una alternativa más saludable que las bebidas energéticas», agrega el académico de la U. Finis Terrae.
Es esencial subrayar los peligros vinculados al consumo de azúcar, como la obesidad, los cuales están ampliamente documentados y se ven agravados por la elevada concentración de azúcar en las bebidas energéticas. Para ilustrar, una lata típica de 500 ml de estas bebidas contiene alrededor de 14 cucharaditas de azúcar refinado.
Si bien, hay algunas marcas que han reemplazado el azúcar por endulzante, la gran mayoría de estas bebidas incluyen, como estimulante, la cafeína, en cantidades considerablemente superiores a las que se encuentran en una taza de café tradicional o una lata de refresco de cola. A modo de ejemplo, una lata de estas bebidas equivale a la cafeína contenida en tres espressos, lo que indudablemente constituye una dosis excesivamente alta, especialmente para la población joven, cuyo sistema nervioso central se encuentra en pleno desarrollo, y cuyas consecuencias a largo plazo aún no se comprenden completamente.
La evidencia científica respalda el hecho de que el consumo de dosis elevadas de cafeína en adultos que no fueron expuestos al consumo masivo de bebidas energéticas durante su infancia o juventud conlleva un mayor riesgo de intoxicación y dependencia a la cafeína. Además, se han documentado casos de arritmias, infartos cardíacos, empeoramiento de trastornos psiquiátricos y episodios de crisis convulsivas asociados a su consumo.
Por último, el académico de la U. Finis Terrae señala que el consumo de este tipo de bebidas en adolescentes se dan principalmente en el contexto de reemplazo de otros líquidos y asociado al consumo de bebidas alcohólicas, “lo cual es aún más preocupante pues existen diversas investigaciones que demuestran mayor riesgo de consumo intenso, intoxicación y dependencia al alcohol a mediano y largo plazo,” puntualizó Bustos.
La necesidad de conciencia y regulación
El aumento en el consumo de bebidas energéticas en Chile y en todo el mundo plantea serias preocupaciones de salud pública, especialmente entre la población joven. Mientras que estas bebidas a menudo se comercializan como potenciadores de energía y rendimiento, la evidencia científica respalda la idea de que sus riesgos superan con creces los posibles beneficios.
La sobrecarga de azúcar y cafeína, junto con los riesgos para la salud a largo plazo, hacen necesario que las autoridades reguladoras y las instituciones educativas tomen medidas para concienciar a la población, especialmente a los jóvenes, sobre los peligros asociados con el consumo de bebidas energéticas. “Una regulación más estricta y una mayor promoción de alternativas más saludables, como la dieta equilibrada y el ejercicio regular, son esenciales para proteger la salud y el bienestar de las generaciones futuras», finalizó Bustos.