Durante las últimas semanas hemos sido testigos de una virulencia política como hacía tiempo no veíamos. El “caso convenios” ha derivado en un “tira y afloje” entre quienes presionan por desbancar al ministro Jackson y su defensa gubernamental.
Lo que sorprende de esto no son las teorías conspirativas sustentadas en suposiciones o la agresión discursiva y hasta calumniosa, sino más bien en la insistencia de un imposible: Botar al ministro Jackson sería quebrar el Frente Amplio y su proyecto político.
Recordemos que esta coalición se creó y formó al alero de tres grandes liderazgos: Gabriel Boric, Camila Vallejos y Giorgio Jackson. Coincidentemente, estas tres figuras representan a su vez a Convergencia Social, Partido Comunista y Revolución Democrática, los tres partidos más grandes del ala izquierda del gobierno y por qué no decirlo, los más alineados en su defensa.
Su histórico discurso crítico no solo a la derecha sino también al rol ejercido por la Concertación dentro de la transición democrática, hacían predecible una “cobrada de cuentas” ahora que son gobierno. De los tres liderazgos, quien con mayor seguridad concentraría el foco de las críticas sería Jackson, no solo por sus antiguas declaraciones sobre “superioridad moral” que tanta roncha genera para el resto de los sectores políticos, sino porque concentrar las críticas en Boric sería inoficioso y desestabilizador, y hacerlo en contra de Vallejos, quien como bocera ha logrado un reconocimiento y empoderamiento, sería riesgoso considerando incluso una perspectiva de género.
Quien quedaba entonces era Jackson, cuyas críticas responden más hacia su persona y lo que representa que a sus propios actos toda vez al menos hasta hoy, salvo fecundas e imaginarias conjeturas, no existen pruebas objetivas que sustenten un mal obrar político o delictual.
Tal vez el error del gobierno fue no prever en su nombramiento la apertura de un flanco de críticas sin contar con una estrategia defensiva. Y aquí volvemos al proyecto político, ya que la única forma de darle viabilidad en el tiempo no es necesariamente que el gobierno salga airoso en estos cuatro años, obviamente sería de gran ayuda, sino más bien que el proyecto no cojee y para lograrlo resulta fundamental evitar un quiebre en sus principales fuerzas. Bajo esta mirada, Jackson no podría caer, que es posiblemente lo que Boric intenta cuidar, es decir, que no ocurra lo sucedido con “Podemos” en España y su virtual desaparición.
Algunos dirán que el presidente debe pensar antes en su gobierno, pero lo cierto es que hacerlo a costa de quienes junto a él construyeron su proyecto político podría significar al término de su mandato quedar en la orfandad política y porque no decirlo, truncar una carrera política que recién comienza.
Por lo demás, admitir su renuncia sería abrir un flanco en el único lado que ha sido leal al gobierno, no vislumbrando ganancia alguna en hacer una concesión al Socialismo Democrático cuyas críticas han sido visibles y hasta reiteradas en varios de sus dirigentes.
Es inevitable no rememorar lo sucedido en tiempos de Allende, donde también el desorden de sus propias fuerzas políticas hizo aún más difícil la maniobrabilidad de la administración presidencial. Es obvio esperar críticas de sectores fuera de la coalición, de eso se trata la política, pero que provengan desde su propio conglomerado solo denota falta de disciplina y compromiso. Los reproches realizados tiempo atrás por Natalia Piergentili, o las críticas permanentes del socialista Fidel Espinoza, o lo ocurrido estas últimas semanas con los también socialistas Juan Enrique Castro y Osvaldo Andrade, son una muestra de una cuestionable rebeldía que solo debilitan aún más a este gobierno.
Por eso hago mías las palabras del senador Huenchumilla: ¡Primero ordénense!… Chile necesita un buen gobierno y para esto es fundamental ordenar a los díscolos y terminar las luchas internas y disputas llenas de adjetivos, dando espacio a un mejor nivel en la sana discusión pública que permita enfocar los esfuerzos de nuestros líderes en la solución de las urgencias que nuestra ciudadanía todavía sigue esperando pacientemente.
José Ignacio Cárdenas Gebauer
Abogado autor de libros como “El Jaguar Ahogándose en el Oasis” y “La Trampa de la Democracia”
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