El apego es un concepto que se ha vuelto muy popular hoy en día. En Psicología, se refiere a un vínculo afectivo estable que cumple funciones de protección y regulación biológica y emocional. Este vínculo es una de las primeras tomas de contacto con el mundo de un bebé, y a través de él aprende cómo afrontar la vida, particularmente cómo regular las emociones y relacionarse con los demás. En la adultez afecta en las relaciones de pareja; de hecho, amamos y cuidamos a nuestras parejas de una manera similar a como fuimos amados y cuidados en esos primeros vínculos.
En la adultez pueden clasificarse cuatro estilos de apego en las personas, dependiendo de cómo afrontan la intimidad emocional y la ansiedad que sientan respecto a la posibilidad de ser abandonados:
Seguro: saben reconocer y regular sus emociones, se sienten cómodos con la intimidad emocional, buscan ayuda y son capaces de “leer” y cuidar a los demás.
Rechazante: se caracterizan por evitar la intimidad emocional y favorecer la autonomía, lo cual puede ser interpretado como falta de amor. Tienden a ignorar sus emociones.
Preocupado: se caracterizan por un miedo continuo a ser abandonados, lo cual les lleva a mostrarse dependientes. Tienden a exagerar sus emociones y se les hace difícil regularlas.
Temeroso: suele ser el estilo más complejo. Tienden a ser inestables, les interesa la intimidad, pero a la vez les produce un intenso temor, lo cual deriva en conductas confusas y desajustadas.
Aunque esta clasificación puede parecer simple y atractiva, la realidad es mucho más compleja. Es común que la gente tenga conductas de varios estilos, o en distintos períodos de su vida (porque el apego puede cambiar) o que con distintas personas funcione de manera diferente. Además, tener un apego seguro no es sinónimo de salud y felicidad, igualmente se puede sufrir y enfermarse igual que cualquier persona.
Por lo anterior, no trate de “diagnosticarse” con un estilo de apego, ni clasificarse para comprender su personalidad como si fuera un horóscopo. Si realmente quiere mejorar su relación de pareja, es mejor hacerse preguntas como: ¿Cómo me siento con la intimidad física o emocional? ¿Qué emociones son más frecuentes en mí y cómo las regulo? ¿Qué hago cuando mi pareja tiene problemas o me muestra emociones negativas? La reflexión sobre estos puntos (y muchos otros) le dará luces de cómo mantener relaciones más saludables.
Juan Pablo Ogueda
Académico Carrera de Psicología
Universidad de Las Américas Sede Concepción