La pandemia deja grandes trastornos físicos, psicológicos y espirituales. Todavía existen secuelas y seguirán las heridas. Aunque mayoritariamente nos hayamos sacado la mascarilla y las alertas sanitarias disminuyan, debemos enfrentar lo que el covid provocó. Es que se produjo un cambio radical en las conductas sociales, familiares y personales; cambios operativos en las empresas e instituciones, con protocolos y labores en formato digital cuando se podía; en fin, agréguense a ello, las perturbaciones en los ámbitos educativos: la escuela primaria y secundaria, institutos profesionales y universidades. El “aula virtual” puso exigencias no solo técnicas, sino a los hábitos y ritos de casa y trabajo.
Todos estos sectores vieron trastocaron los tácitos códigos y las arraigadas costumbres. Aunque el reencuentro con la “nueva normalidad”, es alegre, todavía enfrentamos muchas adversidades jamás imaginadas, cuando no se padecen quiebres o rupturas que dejan en completo desamparo.
El trabajo y la educación replegados a la mera comunicación virtual por plataformas, produjo distorsiones y daños en las relaciones humanas. Las apariencias y los ardides se hicieron frecuentes. Se perdió sobre todo el contacto vivo y veraz del encuentro personal, que es, desde luego, más exigente y que va acompañado no solo de virtudes cívicas, de valores humanos sencillos como la acogida, honestidad, franqueza y responsabilidad por la palabra empeñada.
Ocultos y agazapados tras la pandemia, altos directivos cometieron atrocidades y abusos en los trabajos. No faltaron despidos injustificados y sin rostro, solo vía telefónica. La salud mental de los menores y adolescentes sufrió las faltas del trato presente a causa de los prolongados y asfixiantes encierros, y la servidumbre enfermiza a internet, generando cuadros patológicos.
¡Cuántos crónicos y ancianos fallecieron sin compañía!
¡Qué decir de los pequeños emprendimientos y de otros más grandes que vieron la ruina! Pues hemos vivido en extremo una sensación de incertidumbre colectiva. El virus asestó golpes mortales a las familias. Murieron muchos de los que nunca se habría pensado.
La vulnerabilidad e inseguridad generalizada replegó la existencia al hogar, desnudando fragilidades, pobrezas y precariedades. Pues bien: ¿quiénes somos ahora tras lo sucedido? ¿Cómo enfrentaremos el futuro? ¿Qué amistades están presentes? ¿Cuántas deslealtades y ausencias son manifiestas? La pandemia recordó que los tiempos de crisis son tiempos donde surge en hombres y las mujeres lo peor y lo más noble, lo ruin y lo bajo, así como el servicio abnegado, heroico y fiel.
Importa ahora saber cómo seguiremos nuestra andadura post Covid…