Carlos Amaya Reyes fue campeón chileno representando a su querida Chuquicamata en los años 70. Luego tuvo una exitosa carrera internacional que lo llevó a pelear en Estados Unidos, Canadá e Inglaterra, entre otros países. Finalmente recaló en Miami y Nueva York, y ahí se ha quedado por más de 40 años.
Pero, no ha colgado los guantes. Hace pocos meses inició su trabajo con niños y jóvenes en una escuela de boxeo en New Haven, estado de Connecticut, donde vive.
Todos los días se le puede ver entre las 16 y las 20 horas en el moderno gimnasio del Elephant in the Room Boxing Club.
Cuenta que se ha propuesto la tarea de rescatar a jóvenes con problemas conductuales y buscar talentos que quieran hacer carrera en este exigente deporte.
“La idea es que sean campeones dentro y fuera del ring”, explica con seriedad y agrega que “cuando llegué me dije estos muchachos necesitan a alguien que los guíe y me dediqué a ellos. Me los fui ganando poco a poco y hoy todos me respetan como yo los respeto a ellos”.
Son 22 niños entre los 10 y los 14 años de edad de las 16 a las 18 horas y 24 jóvenes y adultos entre las 18 y las 20 horas. Muchos de ellos tienen diversas dificultades por lo que “uno trabaja con ellos como una especie de sicólogo, como una persona mayor, como un padre. Soy un tipo que está en los 70 años de edad por lo que me ven como un adulto, como una persona de experiencia. Si hay un problema los escucho y le buscamos una solución. Me gusta hacer esto”.
Apunta que “me identifico con ellos porque yo también empecé de cero. No sabía dar un golpe, me daba miedo subir a un ring, no sabía defenderme. Me identifico con ellos cuando alguno no quiere subirse a un ring, cuando tienen miedo, cuando algo les incomoda. Siempre trato de buscar cómo llegar a ellos”.
Añade que “lo que me avala es la experiencia de 50 años. Siempre he estado ligado al boxeo, pero ahora me he concentrado en trabajar con muchachos con diferentes problemas. Uno les toma aprecio, pese a que a veces llegan al gimnasio y te abrazan y otros días no quien hablar con nadie. Pero eso es parte de lo que estamos haciendo”.
Explica que hay algunos muchachos con buenas condiciones, pero apunta que el boxeo no es algo que ocurra de un día para otro, sino que requiere esfuerzo y mucha práctica, además de buenos contactos para seguir una carrera. “Aquí en Estados Unidos si te ven con condiciones hay proyecciones, pero se requiere convicción en querer salir adelante y llegar arriba. Hay muchachos que han llegado con excelentes condiciones que son campeones en el gimnasio, pero no tienen la constancia, la ambición, la decisión”, aclara.
Menciona el caso de una joven polaca que entrena con ellos y que tiene un gran futuro porque trabaja duro, con determinación y gran disciplina. Llega todos los días y “sabe lo que tiene que hacer, se comunica y me dice “coach, qué estoy haciendo bien, qué me falta”.
Respecto al boxeo chileno, Amaya expresa que “le deseo lo mejor a los muchachos que están empezando, a los que tienen su carrera. Chile siempre ha tenido buenos boxeadores. Si alguno de ellos llega a Nueva York, que me contacte porque si los puedo ayudar en algo, aquí estaré”.
Larga carrera
Cuenta que su carrera partió en 1969 en Chuquicamata, donde en ese momento había grandes campeones de Chile como Carlos Sandoval, Francisco Pinto, Juan Formas, Nelson Pastén, Luis Gajardo y Raúl Cerda. Llegó de visita al gimnasio y le gustó por lo que empezó a entrenar hasta que en 1975 salió campeón de Chile en la categoría de peso pluma, de unos 57 kilos.
En 1981 viajó a Miami junto a Martín Vargas para una serie de combates, donde tras ganar y perder algunas peleas, fue a Canadá donde estuvo dos años. Regresó a Estados Unidos, donde le extendieron su contrato y, además, comenzó a estudiar enfermería y perfeccionó su inglés. Finalmente, se quedó a vivir. “Las oportunidades se me dieron en términos de contrato, me extendieron mi visado y logré consolidar mi situación legal para quedarme acá. Estoy contento, estoy bien, nada que decir. Pero mi país siempre ha sido y va a ser Chile. Vivo en Estados Unidos, pero nunca he negado mi ciudadanía chilena”, concluye con emoción.
José Manuel Alvarez
Fotos: Bárbara Díaz