Terrorismo, según el Diccionario de la Lengua Española (DLE), tiene tres acepciones. La tercera es categórica: “Actuación criminal de bandas organizadas, que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos”.
Pese a esta claridad, en nuestro país cuesta que las autoridades decidan cuando estamos frente a actos terroristas. No es un fenómeno exclusivamente chileno. En Europa se ha discutido largamente acerca del uso del término. La BBC planteó en 2017 que las palabras terrorismo y terrorista “rara vez contentan a todos… Muchos denuncian que la etiqueta se aplica casi sin cuestionamiento en los ataques perpetrados por musulmanes, pero tiende a evitarse cuando sus protagonistas son occidentales.
Justificada o no, esa crítica plantea preguntas relevantes: ¿Qué es terrorismo? ¿Quién y cómo se decide qué actos son llamados ‘terroristas’? ¿Varía esa definición en función de quiénes son los atacantes, las víctimas o el lugar en que se comete el acto?”
El debate se ha revivido en Chile. El uso de bombas molotov contra buses de la locomoción colectiva por parte de estudiantes encapuchados o que visten mamelucos blancos, hizo sonar nuevamente las alarmas. La conmoción origina fuera de la capital fue peor. Tras una larga serie de incidentes en la llamada “Macrozona sur”, fue atacado un minibús con trabajadores. Pertenecían a una empresa subcontratada por CMPC para reforestar con árboles nativos las orillas del lago Lleu Lleu. El trabajador mapuche
Segundo Catril Neculqueo, de 66 años, recibió en la emboscada un disparo en el cráneo. Falleció más tarde en el Hospital de Temuco.
Hay una sensación creciente de que el llamado Conflicto Mapuche se ha convertido actualmente en una guerra de guerrillas. Este alevoso crimen solo sirvió para confirmarla. Pero, sobre todo, afianza la idea de que estas acciones “pretenden crear alarma social con fines políticos”, Es decir: terrorismo.
Hay sectores políticos que estiman que la declaración de un Estado de Emergencia “acotado” fue un error. Pero, al margen de esta conclusión, la gran mayoría se pregunta ahora cómo se resuelve el problema.
La historia no ofrece pistas positivas.
Entre las experiencias internacionales más recordadas en la represión del terrorismo, supuesto o real, figuran las dictaduras de Argentina y Chile en la década de 1970; el gobierno italiano frente a las Brigadas Rojas; el gobierno español frente a la ETA (1983-1987) y Estados Unidos en la “Guerra contra el terrorismo” tras los ataques del 11 de septiembre de 2001. Aunque, hasta ahora, no se trata de bandas organizadas, es imposible no tomar en cuenta las masacres en establecimientos educacionales norteamericanos.
En la maraña de datos se incluye desde los partidarios de la “supremacía blanca”, muy parecida a lo que ya se conoció en la Alemania nazi, hasta el legítimo temor de quienes adquirieron propiedades que reivindican, con razón, los mapuches. Ello hace que sea tan difícil aceptar y entender la realidad de la situación en Chile, cruzada, además, de otros conflictos de norte a sur.
Como nos ha recordado el asesinato de Don Segundo Catril Neculqueo, no se trata solo de teorías, ni de juegos de salón. Diariamente, para millones de chilenos es una situación de vida o muerte.
Abraham Santibáñez
Premio Nacional de Periodismo