En el año 2015, Erwin Ramdohr le dio un giro radical a su vida. Cerró la empresa constructora que había formado con su esposa,en 1979, y se dedica exclusivamente a su tarea de escritor. El resultado ha sido fecundo en diversos ámbitos y su saga de historia novelada va en el volumen V.
Se trata de El secreto de los proceres / La historia de Chile contada desde dentro (2022) que fue la ocasión para que El Maule informa.cl conversara con Erwin, un hombre cálido, apasionado de la lectura, nacido en Santiago en 1952.
Erwin, ¿cómo se produce su pasión por la historia?
-Cuando aún era adolescente, tuve la suerte de leer un libro de un tío, cuyo nombre no me acuerdo, pero que relataba las relaciones comerciales entre los pueblos de la antigüedad, lo que me permitió entender que las historias particulares de los países estaban estrechamente interrelacionadas y que el intercambio cultural y tecnológico incidía fuertemente en el desarrollo de los pueblos. Eso me motivó a querer conocer las causas de los procesos históricos.
¿Qué características debe tener la novela histórica?
– Yo distinguiría dos variantes en este ámbito. Está la novela que narra hechos de ficción insertos en medio de un ambiente histórico, pero que no da cuenta del proceso en que están inmersos, y, por otro lado, lo que yo trato de hacer, que, tal vez se podría llamar ‘Historia Novelada’, en que las tramas de ficción se inventan para introducirse en los vericuetos de la historia y, así, poder entender los procesos para entregárselos medianamente digeridos al lector. La narrativa al servicio de la divulgación histórica.
¿Qué influencia ha recibido de los historiadores chilenos para escribir la historia nacional?
– Partí ordenando mi saga siguiendo la pauta de Diego Barros Arana, lo que fue significativo en los tomos 1 y 2. Después, comencé a obtener información de múltiples fuentes, tanto de los historiadores, como de los escritores que, sin serlo, dejaron sus testimonios de nuestra historia patria. Con ello pude entender que no existe un solo relato histórico, sino que este está influido, en cada uno de los testimonios, por la cosmovisión de los autores.
¿Cómo concibió las generaciones de las familias García Lazcano y Ramirez que recorren la saga de sus libros de historia?
– Antes de comenzar a escribir yo ya sabía que los hechos históricos eran causados por quienes estaban en el poder. Por tal motivo, era la alta sociedad chilena, formada por los chapetones y los criollos, la que tenía las herramientas para encausar cualquier proceso histórico. Necesitaba, por lo tanto, un personaje que perteneciera a esa casta. Y, para poder entender la visión de quienes estaban alejados del poder, imaginé al personaje ‘Juancho’, quien tiene la suerte de estar presente, junto a su amo, en el lugar de los hechos. Lo que no pensé al momento de crearlo, era que, al ser instruido, ya no tendría la misma visión que podía tener la masa iletrada del pueblo llano o, lo que en aquel entonces se llamaba ‘la plebe’.
¿Cómo fue escribiendo los volúmenes, trabajo en equipo?
– He trabajado siempre solo y, en algún momento, pedí la opinión del historiador Cristián Guerrero Lira, a quien agradezco su generosidad. Mi intención original era escribir una sola novela sobre el tiempo de la independencia, pero me salió tan extensa, que tuve que dividirla en dos tomos. Y, entonces le tomé el gusto, por un lado, y, por el otro, sentí que mi relato quedaba trunco con la abdicación de O’Higgins en 1823. Descubrí que él, lo único que quería, era poder traspasarle el mando a alguien de su corriente liberal-masónica, que fue, en definitiva, su hermano Freire.
Esto me acicateó y me obligó a escribir el tomo 3. Y, yo creo que, por ahí, me envicié con el trago fuerte de la historia. Descubrí que, a la par de las batallas y de la liberación del yugo español, se estaba llevando a cabo una feroz guerra subterránea entre dos formas de concebir el mundo diametralmente opuestas, la de la Iglesia Católica con su pensamiento religioso y dogmático, por un lado, y la del iluminismo racionalista del siglo XVIII, representado por los liberales masones, por el otro. Y esa guerra no se acabó pronto y siguió vigente en todos los tomos que llevo escritos.
¿Qué fuentes revisó para el respaldo de sus libros?
– Partí, como ya lo mencioné, con Diego Barros Arana y, después, es una pléyade interminable de fuentes, como ser los hermanos Amunátegui, Diego José Benavente, Alberto Edwards, Jaime Eyzaguirre, Claudio Gay, Ignacio Domeyko, Cristián Gazmuri, Cristián Guerrero, María Angélica Illanes, Julio Jiménez, por nombrar algunos de entre los historiadores, luego, las memorias de José Miguel Carrera, entonces, todas las cartas de Bernardo O’Higgins, de Diego Portales y de Manuel Monnt, los relatos de Juan Egaña, de Vicente Pérez Rosales, de Benjamín Vicuña Mackenna, de Alberto Blest Gana, actas del congreso, diarios, cientos de documentos de diversa índole y muchísimo más.
El volumen V de la saga, relata los acontecimientos de la historia de Chile entre 1850 y 1870. ¿Qué rasgos destacaría de la sociedad chilena de esos años?
– En aquel tiempo ya no estaba en cuestionamiento la democracia republicana, que lograron introducir los liberales bien al inicio del proceso independentista. Por lo tanto, en el ámbito de la política, la disputa era entre aquellos que se declaraban conservadores y que defendían la necesidad de gobiernos autoritarios, y los liberales que propendían al desarrollo social de la población en todas sus clases. Pero, además, en ese momento ya ha surgido el desarrollo económico y, con este, el mejoramiento de las condiciones de vida de los chilenos.
Aparecen el ferrocarril, los buques a vapor, el telégrafo y el correo, lo que permite una relación mucho más rápida entre las personas del territorio nacional. En el sur se produjo la virtuosa colonización alemana, que aportó cultura, laboriosidad, emprendimiento y apertura religiosa. La industria minera, de metales en el norte y de carbón en el sur, creó una riqueza invaluable, lo que trajo consigo un desarrollo cultural que nos acercó a Europa. Y, en medio de todo ello, una clase baja que, poco a poco, va exigiendo mayor preocupación y más espacios de participación en la vida nacional.
Se producen procesos históricos relevantes, como la colonización alemana, el nacimiento del Partido Radical. ¿Se va configurando una sociedad muy centralizada y con grandes diferencias, que perdura hasta nuestros días?
– Cuando José Miguel Infante logró introducir el sistema federalista para promover el desarrollo equilibrado de las regiones, el experimento no perduró, porque las diferencias entre los ingresos de las provincias pobres, fundamentalmente agrícolas, y las ricas, mineras y comerciales, eran brutales. Siempre, hasta el día de hoy, la riqueza producida en algunos lugares ha tenido que ser usada para mejorar las condiciones donde esta no se produce. Y, por supuesto, la administración de ese proceso, hecho desde la capital, se ha llevado parte de la riqueza, por lo que su crecimiento se disparó, creando un desarrollo virtuoso allí, en desmedro del débil crecimiento de las regiones.
El oficio de escribir
Erwin, desde sus tiempos colegiales (estudió en el Colegio Alemán de Santiago), tuvo habilidad para la escritura, tanto como para la redacción de ensayos. El año 2005, tardíamente, decidió emplear su capacidad para escribir una novela, la que sería precursora de otras tantas que tiene escritas hasta ahora. Para afianzar estos afanes, el año 2016 cursó un Diplomado en Escritura Creativa en la Facultad de Letras de la Universidad Diego Portales. Además, hizo un curso virtual de Lectura Profesional dictado por la Asociación de Escritores de España.
Erwin, ¿aficionado a la lectura?
– Muchísimo, antes de comenzar a escribir ya había leído miles de libros. Lamentablemente la escritura es demasiado absorbente de tiempo y de vida mental, razón por la cual he concentrado mis lecturas en los textos de estudio para mis novelas. Ocasionalmente leo por diversión, pero cuando eso sucede, trato que sea relacionado con la historia.
¿Qué libros le resultan indispensables tenerlos cerca?
– Por lo general, no vuelvo a leer los libros. Así y todo, hay libros a los que uno le tiene un afecto especial, como fueron casi todos los de Mario Vargas Llosa. A esos sumaría a Phillip Roth, a Ken Follet y otros.
En su formación de escritor, ¿qué importancia tuvo participar en el taller de Gonzalo Contreras?
– Cuando participé en el taller con Carla Guelfenbein, tuve la sensación de que ella nos transmitía claves útiles para ordenar y mejorar nuestro proceso narrativo. En el caso de Gonzalo, tendría que decir que fue más académico, aprendí que existía un mundillo de la literatura en que incluso el bestseller es despreciado, ya que, supuestamente, no cuida las formas literarias, aun cuando para los lectores pueda ser más entretenido y accesible. Él transmitía esa búsqueda de la excelencia literaria de acuerdo al canon que, en mi opinión, está un poco pasado de moda.
Usted admira a dos figuras de la historia de Chile: O’Higgins y Diego Portales. ¿Qué lo atrajo de ellos?
– En lo sustancial yo no diría que admiro a Diego Portales. Le reconozco su astucia para conducir la política y me sorprendo de su doble vida, pipiolo puertas adentro y pelucón para afuera. En el caso de O’Higgins, efectivamente lo admiro. Era un hombre que había tenido la suerte de vivir y conocer la cultura inglesa, pero no se quedó con eso y, a lo largo de su vida, siempre buscó el conocimiento y estuvo al tanto del desarrollo de la ciencia y la tecnología en el mundo. Por otro lado, fue un hombre que conservó su humildad hasta cuando estuvo en la cima, lo que es admirable, si uno piensa que el medio en que vivía lo detestaba por ser ‘huacho’. Otro habría aprovechado el poder para subyugar a los adversarios. Cuando las presiones de la casta alta, ligada a la Iglesia, amenazaban con provocar una guerra civil, él entregó el poder en silencio y se fue al destierro. Y, desde allá, siguió interesado en el desarrollo cultural y económico de su país.
¿Cómo cree que se enseña la historia en los colegios?
– Muy mal, ya que la historia no se puede enseñar en base a personajes y hechos aislados. Todo suceso histórico tiene raíces, que deben ser conocidas para entender el porqué de ellos.
¿Qué tema está trabajando para su próximo libro?
Si bien todos sabemos acerca de las magníficas catedrales góticas, que se construyeron durante el medioevo en Europa, existen grandes misterios respecto de los hombres que llevaron a cabo ese trabajo. He encontrado un libro, que recoge antecedentes de documentos poco conocidos, que revelan la participación de los masones-constructores en esta sublime tarea. Eso es lo que estoy desarrollando ahora.
Mario Rodríguez Órdenes