El miércoles era mi día favorito cuando iba al colegio. Y no sólo porque salíamos más temprano, sino porque era el día que teníamos 4 horas de Educación Física. Si bien nunca fui un atleta destacado, ni mucho menos un eximio delantero en el fútbol, solo el hecho de estar al aire libre, practicando deporte y disfrutando con los compañeros, era más que suficiente para estar feliz.
Hace un par de días, la Cámara de Diputadas y Diputados aprobó el proyecto de ley que busca exigir la práctica diaria de ejercicio de 15 minutos, al inicio de la jornada escolar en los establecimientos educacionales. La iniciativa fue aprobada por 133 votos a favor y 1 abstención, y tiene como fin “estimular en los menores de edad la práctica de la actividad física y los hábitos saludables”.
Según el Mapa Nutricional Junaeb 2020 más de la mitad de los estudiantes tiene problema de sobrepeso u obesidad. En donde la prevalencia de obesidad en escolares aumentó de 23,5% a 25,4%. Números alarmantes, sobre todo si consideramos que no existe una política pública sólida y estructurada para enfrentar el problema. Es por esto, que contar con iniciativas que releven y aseguren la práctica de la actividad física al interior de las escuelas y colegios, es vital y se presenta como una tremenda oportunidad.
Lamentablemente, y tal como sucediera por largos pasajes en 2020 y 2021, este tipo de proyectos que buscan impactar de manera positiva a las escuelas y colegios de nuestro país, tienen algo en común: la nula participación de las comunidades escolares en la discusión.
Promoción automática, uso del uniforme escolar, regreso presencial a clases durante el 2021, fueron sólo algunos de las decenas de proyectos de ley y mociones discutidas y presentadas de manera incesante durante el pasado año. Discusiones que no sólo se dieron sin considerar a los establecimientos educativos, sino que además completamente fuera de timing, lo que demuestra, una vez más, el profundo desconocimiento de cómo funcionan los procesos escolares y su calendarización, realmente.
“Hubiese sido lindo que lo propusieran antes de que hiciéramos los horarios”, decía Magdalena Plant, directora de escuela. Esto es un buen ejemplo: los colegios organizan y planifican su estructura y procesos con meses de anticipación. No responden a impulsos o ideas azarosas e improvisadas. ¿Cómo impactarían estos 15 minutos en los horarios ya establecidos en los colegios? ¿Cuentan las escuelas con la dotación docente necesaria para llevar a cabo esta práctica diariamente? ¿Habría que contar con más profesores de educación física? De ser así: ¿contarán las comunidades escolares con recursos frescos para aquello? Estas son solo algunas de las interrogantes que surgen luego de conocer este proyecto que por estos días busca avanzar en el Senado.
Que no se malinterprete. Es una muy buena noticia que -de una vez por todas- la actividad física sea una prioridad en nuestro sistema educativo. Pero el punto es otro. Esto va más allá de los 15 minutos propuestos para el inicio de cada jornada. Se trata de que este tipo de disposiciones (extremadamente relevantes y necesarias, por cierto) incluyan a los docentes y equipos directivos. Porque de lo contrario, cuando los retiramos de la toma de decisiones políticas, corremos el riesgo que este tipo de proyectos carezca de sentido, convirtiéndolo en un estorbo más que en una solución. Pero, sobre todo, impedimos que nuestros profesores nutran las conversaciones sobre las propias escuelas, a las que dan vida.
Roberto Bravo
Director Líderes Escolares