Un grupo de 78 personalidades encabezadas por Cristián Warnken Lihn dio nacimiento a un nuevo movimiento político denominado Amarillos por Chile, donde intentan representar al Chile silencioso que ve con preocupación lo que está ocurriendo en el país.
En su primera declaración plantean duras críticas a la Convención Constitucional y expresan que las propuestas que se están aprobando “están encendiendo la señal de alerta entre quienes no queremos la deconstrucción de Chile, ni su desmembramiento, ni su refundación desde cero, sino un nuevo comienzo que recoja lo mejor que hemos construido todos juntos en estas décadas y mejore de manera eficaz e inteligente lo que haya que mejorar”.
Agrega que “hoy enfrentamos el peligro de lo que alguien ha llamado ‘estallido institucional’, cuando se vislumbra la posibilidad de que la Convención Constitucional, en vez de ofrecerle al país una Constitución que nos incluya a todos y ayude a construir un pacto social, nos lleve a un callejón sin salida”.
El texto se su primera declaración es el siguiente:
AMARILLOS POR CHILE
La denominación “amarillo” surgió hace mucho tiempo en nuestro país como una denostación hacia quienes estaban por los cambios, pero de manera gradual y responsable, y preferían el camino de las reformas al de la revolución, el del diálogo con quienes piensan distinto a la idea de convertir al adversario político en enemigo a destruir. En medio de la euforia refundacional que quiere partir de cero, es usual que la voz de los amarillos intente ser acallada, y parezca mucho más atractiva la radicalidad y el maximalismo que la prudencia y el realismo.
Pero en la voluntad de transformaciones sociales no sólo existe el impulso hacia lo imposible (propio de las utopías), nosotros los amarillos sentimos la pasión por lo posible que consiste en hacer las cosas bien hechas, conseguir los cambios necesarios sin destruir lo bueno, apostar por un futuro mejor sin pensar que se parte de cero. Los amarillos creemos en esa frase del poeta W.B Yeats: “después de los sueños empiezan las responsabilidades”. La historia -sobre todo en Latinoamérica- ha demostrado que ir detrás de lo imposible y refundarlo todo, en vez de solucionar las desigualdades y los abusos, sólo ha traído más sufrimiento y más pobreza para las grandes mayorías.
Las grandes tragedias en nuestro continente y en el mundo entero han ocurrido cuando los amarillos hemos sido acallados o no hemos levantado con convicción suficiente nuestra voz (como ante la legitimación de la violencia política, por ejemplo), acomplejándonos ante quienes gritan más y construyen una versión de la realidad como un relato maniqueo, que divide el mundo entre buenos y malos y ofrecen soluciones simplistas a problemas complejos.
Hoy enfrentamos el peligro de lo que alguien ha llamado “estallido institucional”, cuando se vislumbra la posibilidad de que la Convención Constitucional en vez de ofrecerle al país una Constitución que nos incluya a todos y ayude a construir un pacto social, nos lleve a un callejón sin salida que empuje a muchos de los que votaron “apruebo” y quieren que el proceso constitucional resulte, a quedar sin otra opción posible que la de oponer un “No” a una Constitución que no nos represente a todos.
Muchas de las propuestas que han emanado de las comisiones y algunas de las que ya están alcanzando los 2/3 en el Pleno están encendiendo la señal de alerta entre quienes no queremos la deconstrucción de Chile, ni su desmembramiento, ni su refundación desde cero, sino un nuevo comienzo que recoja lo mejor que hemos construido todos juntos en estas décadas y mejore de manera eficaz e inteligente lo que haya que mejorar.
Para ello, el espíritu que debe primar en la Convención debe ser el del diálogo, la conversación, el escuchar de verdad al que piensa distinto.
El diálogo y la conversación son una de las pasiones fundamentales de los “amarillos”. Suscribimos esa bella definición del gran profesor de filosofía y ensayista Humberto Giannini quien afirmaba: “la conversación es una de las más altas formas de la hospitalidad humana”. Eso necesita Chile más que nunca: hospitalidad, civismo, respeto por el “otro como legítimamente otro” (como decía Humberto Maturana).
En ese sentido, el intento de algunas facciones radicalizadas de la Convención de ignorar, e incluso borrar, a un sector político significativo del país (la centroderecha), tal como intentaran hacerlo en la Constitución del 80 los maximalistas de entonces (de signo inverso a los de hoy), es un error político garrafal.
No hay que olvidar que ese sector obtuvo una votación muy importante en la última elección legislativa y un 45 % en la elección presidencial. ¿Se puede hacer una Constitución viable sin incluir ni escuchar a ese sector, como si no existiera? Proponer un texto constitucional excluyente y que no naciera del genuino diálogo y la escucha también de la minoría sería una victoria pírrica que no le aseguraría una larga vida a dicha Constitución y sólo ayudaría a polarizar aún más al país. Sería repetir el mismo error que cometió ayer una parte de la derecha.
Por estas razones, de la misma manera que pedimos a la izquierda asumir su responsabilidad democrática en abrirse a una genuina y respetuosa escucha, solicitamos a la derecha no abandonar el proceso Constituyente de manera precipitada: ambos sectores se deben a los electores que los eligieron para estar ahí en un proceso difícil, cuyo fracaso sería muy negativo para nuestra democracia.
Lo que necesitamos hoy es una visión generosa, de largo plazo, bien pensada, que convoque y no una que excluya o niegue al que piense distinto, aunque éste sea minoría. Esa es la esencia de un espíritu genuinamente democrático. Hay que ser democráticos hasta que duela.
Los “amarillos” hemos existido siempre. Somos -así lo creemos- una mayoría silenciosa del país. Nos manifestamos en la elección presidencial reciente y con nuestro voto obligamos a los extremos a moderarse. Este país es -en el fondo- más amarillo de lo que parece. Quiere reformas, no revolución, no una Constitución inarmónica o sesgada, sino una nueva Constitución equilibrada, que recoja lo mejor de nuestra propia tradición institucional (y no la copia de experimentos fallidos de otros países de América Latina), que logre conciliar orden con libertad, cambio con estabilidad, como lo soñara y pensara uno de nuestros padres intelectuales de la patria, Andrés Bello. Una Constitución que enfrente los temas de futuro (medioambiente, respeto de las culturas originarias y nuestro carácter mestizo, equidad de género, etc.) pero que esté enraizada en nuestra propia historia.
Los amarillos hemos decidido levantar nuestra voz para aportar en esta encrucijada fundamental de nuestra historia política e institucional. Estamos aquí para apoyar toda iniciativa que vaya en la dirección del equilibrio, la mesura, el sentido común, el respeto irrestricto de la Democracia (sin apellidos), del Estado de Derecho, la libertad y también la promoción de los derechos sociales, reformando y mejorando tanto el mercado como el Estado. Y alzaremos la voz contundentemente ante cualquier intento de llevarnos por el camino equivocado a repetir experimentos refundacionales fracasados en todas partes del mundo. Contra cualquier tipo de iluminismo, reafirmamos nuestra confianza en la luz del diálogo y la razón, la que hizo posible que este país existiera como país y que la democracia resurgiera después de la larga noche de la intolerancia y la dictadura.
Apoyaremos el trabajo de la Convención si ésta avanza en la dirección democrática señalada, pero ejerceremos el legítimo y necesario derecho a la crítica si la Convención se extravía y nos lleva a un callejón sin salida. No hacerlo sería una irresponsabilidad. Estamos preocupados, encendemos las alarmas y encenderlas no significa ser catastrofistas. Una catástrofe sería llegar a un texto impresentable al final de la discusión o no tener ningún texto que presentar.
Esta es nuestra primera declaración, pero no será la última. Queremos que muchos chilenos que hoy se sienten huérfanos políticamente, sepan que los Amarillos estamos aquí y ahora, en este momento decisivo de nuestra historia. El amarillo es uno de los colores fundamentales de la primavera y eso es lo que queremos para Chile, no una regresión ni un salto al vacío. Invitamos a todos los espíritus libres y democráticos a sumarse a esta iniciativa sin complejos, ni miedo, ni desconfianza. Esta es la hora del coraje, no de la cobardía ni de la renuncia. Invitamos especialmente a los jóvenes a soñar con nosotros un futuro amarillo, a cultivar el coraje amarillo, la pasión por lo posible. Somos más, únete a nosotros y que la bandera amarilla flamee en el cielo de Chile en estos meses decisivos que vienen.
Cristián Warnken Lihn
Ada Torres Becerra
Alberto Chacón Oyanedel
Alejandro Ferreiro Yazigi
Alejandro Foxley Rioseco
Alejandro Witker Velásquez
Álvaro Briones Ramírez
Álvaro Clarke de la Cerda
Ana Luz Durán Sáez
Andrés Jouannet Valderrama
Andrés Montecinos Almarza
Andrés Morales Gaete
Andrés Velasco Brañes
Armando Sanhueza Silva
Bernarda Soto Sepúlveda
Carolina Goic Borojevic
Carlos Franz Thorud
Claudio Elortegui Raffo
Darío Contador Valenzuela
Eleodoro Olivares Oneto
Emilio Oñate Vera
Enrique Krauss Rusque
Eugenio Tuma Zedan
Felipe Sandoval Precht
Fernando Bustamante Huerta
Francisco Peragallo Carrasco
Fulvio Rossi Ciocca
Fredy Cancino Berríos
Gutemberg Martínez Ocamica
Hernán Vodanovic Schnake
Ignacio Walker Prieto
Iris Boeninger von Kreschmann
Isidro Solís Palma
Iván Jaksic Andrade
Iván Poduje Capdeville
Iván Ramírez Araya
Iván Witker Barra
Jaime Campos Quiroga
Joaquín Tuma Zedan
Jorge Burgos Varela
Jorge Vives Dibarrat
José de Gregorio Rebeco
José Ignacio Martínez Estay
José Joaquín Brunner Ried
José Pablo Arellano
José Rodríguez Elizondo
Juan Alberto Rabah Cahbar
Luis Otero Durán
Luis Riveros Cornejo
Manuel Marfán Lewis
Manuel Matta Aylwin
María de los Ángeles Fernández Ramil
Mariana Aylwin Oyarzún
Mario Cabezas Thomas
Mario Waissbluth Subelman
Mauricio Electorat Muller
Oscar Guillermo Garretón Purcell
Pablo Morales Ahumada
Paola Assael Montaldo
Paola Marín Martínez
Patricio Walker Prieto
Pedro García Aspillaga
Pilar Peña D´Ardaillon
Ramón Montes Parraguez
Raimundo Burgos Salas
René Cortázar Sanz
Ricardo Escobar Calderón
Ricardo González Middleton
Rodrigo Valdés Pulido
Sebastián Pavlovic Jeldres
Sergio Morales Morales
Sergio Solís Mateluna
Soledad Alvear Valenzuela
Susan Sesnich Espinoza
Tomás Aylwin Arregui
Vivianne Blanlot Soza
Zarko Luksic Sandoval