En este somero análisis me remitiré a los resultados de la elección presidencial que arroja varias sorpresas, la mayor de ellas, la irrupción de Parisi al tercer lugar no obstante su ausencia del país. Habiendo hecho su campaña en modo virtual, no presencial, desde Estados Unidos, acusado por una millonaria deuda de pensión alimenticia, su posición por encima de los candidatos de las coaliciones que han gobernado el país en los últimos 30 años, es todo un signo de los tiempos que corren.
Signo que se complementa con el dado en la última elección de convencionales, donde la Lista del Pueblo, hoy desaparecida, obtuvo una imprevista votación que descolocó al mundo político. Ahora, quien da el batacazo es la Lista de la Gente, la que llevó como candidato a la presidencia a Parisi. Que haya alcanzado una votación similar al candidato de la centroderecha (Sichel) sin mayor respaldo financiero, sin presencia física y sin mediar primaria alguna nos tiene que estar diciendo algo. Lo mismo respecto de su ventaja por sobre la candidata de la centroizquierda (Provoste).
Si uno se remite al discurso de Parisi, observamos que se esfuerza por desmarcarse del eje derecha-izquierda y sacarle el jugo al discurso antiinmigrante y antipolítico. Tal como en su momento, para la elección de convencionales la Lista del Pueblo se apoyó en el descrédito político reinante, que a poco andar se desintegró atrapado en sus propias trampas. Lo concreto es que hoy por hoy, lo más probable es que los votantes de Parisi sean quienes definirán quién ganará la segunda vuelta presidencial que tendrá lugar en poco menos de un mes más. La definirán inclinando su votación a favor de Kast o Boric, o bien, absteniéndose.
La otra sorpresa está dada por la irrupción de Kast, a quien no le hizo mella su débil presentación en el último debate presidencial. Irrupción que da cuenta de que ha sabido sintonizar con los crecientes sentimientos de inseguridad que afectan a las personas mediante un impacto centrado en la necesidad de imponer el orden en medio de un creciente clima de violencia. En tal sentido su discurso se impuso con creces al impulsado por el otro representante de la derecha (Sichel).
La ultraizquierda, por su parte, quedó sumida en la irrelevancia, sin mayor influencia para inclinar la balanza en la segunda vuelta. Discrepo con quienes sostienen que el país vive un período de polarización. Ese habría sido así si para la segunda vuelta se enfrentaran Kast con Artés, lo que no es el caso. Lo que ha ocurrido es que dentro de la derecha, se ha producido un fuerte corrimiento hacia la ultraderecha, no así en la izquierda, donde la ultraizquierda a lo más tiene una presencia meramente testimonial.
Se asume que la mayoría de los votantes de Sichel se cuadrarán tras Kast, así como los de Provoste lo harán tras Boric, en tanto que entre los votantes de Enriquez-Ominami, podríamos presumir que un tercio se inclinará a favor de Kast y dos tercios en favor de Boric.
Lo concreto es que:
Las dos primeras mayorías, suman tan solo poco más del 50%, por lo que deberán ser capaces de atraer a quienes hoy votaron por quienes quedaron relegados, así como a quienes hoy se abstuvieron;
La crisis política se está expresando en un debilitamiento de los partidos políticos históricos que han dominado la política chilena desde los 90, partidos que no pueden seguir posponiendo una autoevaluación sin arriesgar quedar fuera de juego;
La crisis política también se está traduciendo en una multiplicación de pequeños partidos que sin duda debilitará la gobernabilidad del país;
El polo representado por la ultraderecha se ha fortalecido en detrimento de la derecha blanda o social;
El comportamiento de los votantes de Parisi y de quienes no votaron en esta primera vuelta, será clave a los resultados que arroje la segunda vuelta;
Décadas de estabilidad partidaria están abriendo paso a un período de inestabilidad y volatilidad política, o de ajuste, cuya duración es imprevisible;
Hoy los vientos soplan a favor de Kast, tal como hace menos de dos años soplaban en su contra.
Como en el futbol, nadie puede cantar victoria hasta el pitazo final.