Conforme los tiempos que corren, el Ministerio de Educación optó por twitter para hacer el anuncio: “¡Tenemos nuevo Premio Nacional de Periodismo! Nuestro reconocimiento a Ascanio Cavallo Castro. Destacamos su producción bibliográfica y documental, y su labor como analista de cine, combinando la densidad intelectual con la práctica del periodismo”.
Menos lacónico, el jurado explicó haber considerado su versatilidad en el ejercicio periodístico, en tiempos muy difíciles del país, como redactor, investigador, editor y director de medios… Asimismo, por su trayectoria profesional como profesor y académico, su producción bibliográfica y documental, y su labor como analista de cine, combinando la densidad intelectual con la práctica del periodismo, distinguiéndose por su valentía, solvencia y altísima calidad…”.
El jurado no mencionó el impacto en el periodismo de las redes sociales, pero Ascanio Cavallo, aunque reconoce sus enormes posibilidades, ha sido crítico de su uso excesivo. En el Diario Financiero, en febrero del año pasado, acusó que “las redes sociales están cumpliendo un papel fascista”. Su duro juicio, explicó en esa entrevista, se basa en que “no existen normas ni estándares exigibles para el discurso en las plataformas digitales”. Como consecuencia, precisó, “a diferencia de lo que pasa con los medios de comunicación tradicionales, (se) termina avalando un espacio que, junto con sus innegables virtudes, contiene no pocos riesgos para la convivencia cívica y el debate democrático”.
Hay quienes creen, no solo en Chile sino en el mundo entero, que estamos viviendo el ocaso del periodismo. Pero hay quienes, como Cavallo, creen que el periodismo tiene un papel perdurable.
A esa observación de fondo, el Premio Nacional de Periodismo de este año ha agregado otra igualmente memorable: “El periodismo es un oficio colectivo. Uno siempre está con gente, está con compañeros de trabajo… No me acuerdo de mi trabajo particular, me acuerdo de que he sido acompañado por mucha gente siempre. Eso es lo que me gusta, que me trae a la memoria la muchísima gente con la que he trabajado y que tuve el honor de conocer”.
Y, por eso mismo, añade una tercera reflexión cuando le preguntan acerca de qué recomendación le haría a un estudiante de periodismo: “Lo fundamental es leer, salir a la calle y conversar con los compañeros de trabajo. Yo diría que esas son las tres normas básicas para nosotros. Las otras son las técnicas, pero éstas son las humanas fundamentales. Conocer más, contactarse con la realidad y hacer un trabajo de equipo porque esto no es de llanero solitario”.
Esta visión sintetiza cabalmente su vida, desde sus inicios como estudiante en práctica en la revista Hoy. El resto son análisis periodísticos, libros, crítica de cine y clases de Periodismo. Lo fundamental, aparte de su gran calidad humana, son sus libros. En La Tercera, donde publica sus comentarios políticos, calificaron a Ascanio Cavallo como “El relator de la transición”.
Es el reconocimiento a una sólida empresa bibliográfica que inició en 1988 con La historia oculta del régimen militar y continuó once años después con La historia oculta de la transición: Chile 1990-1998. A ellos se suman Los hombres de la transición y El poder de la paradoja. 14 lecciones políticas de la vida de Patricio Aylwin.
Y la serie, ya lo dijo, no ha terminado.
Abraham Santibáñez
Premio Nacional de Periodismo