Con lucidez, en la década de los 60’ Martin Luther King Jr. señalaba: “No vamos a tener paz en la tierra hasta que no reconozcamos este hecho de la estructura interrelacionada de la humanidad”. Un mensaje que llega con fuerza en momentos en que la humanidad enfrenta una coyuntura compleja.
Querámoslo o no todos somos pasajeros de un mismo viaje. Algo que nos muestra el psicólogo Claudio Araya Véliz en La humanidad compartida. Habitando juntos el momento presente (Editorial Desclée de Brouwer, 2019).
Claudio, ¿cómo afianzar los rasgos de humanidad que todos compartimos?
-Más allá de todas las diferencias que tenemos, los seres humanos compartimos diversos aspectos en común, desde lo biológico hasta la dimensión social, compartimos que somos seres sensibles, que no queremos sufrir, y que anhelamos tener una buena vida. Para afianzar estos rasgos, el primer paso es reconocer todas aquellas cosas que nos conectan y que nos unen a los demás.
Creo que la humanidad compartida es una perspectiva que podemos entrenar y educarnos en ella.
¿Qué nos condujo a un mundo individualista, preocupado por un consumismo ilimitado y ajeno a lo que le pasa al otro?
-Esta es una pregunta compleja, creo que hay diversas razones que llevan al individualismo, vivimos en una cultura moderna, donde ha prevalecido el desarrollo puramente individual y material, en desmedro de la visión de comunidad y fraternidad. La visión moderna filosóficamente hablando nos ha llevado a una concepción del ser humano como independiente y separado de los demás, una ilusión que se termina transformando en una “realidad práctica”. Creo que hoy esta visión está en crisis, y está surgiendo una visión más interdependiente y relacional del ser humano.
¿La escuela no pudo enfrentarse a este mundo consumista?
-Lamentablemente la escuela no sólo no pudo enfrentarse al mundo consumista e individualista, sino que en algunos casos contribuyó a fomentarlo, enfatizando la competencia, el desarrollo puramente individual y material, en desmedro de una perspectiva de colaboración y de relacionalidad. Justo hoy estamos reconociendo en educación la urgencia de formarnos no solo en contenidos y competencias técnicas, sino en habilidades socioemocionales, necesitamos cultivar activamente la escucha, empatía y la compasión.
¿Esta profunda crisis que vivimos también es una oportunidad para pensar en un mundo distinto?
-Comparto la idea de que la crisis que estamos viviendo es una oportunidad para recuperar una visión más interdependiente y relacional. Tanto la pandemia como la crisis social nos está mostrando que no podemos resolver las dificultades que estamos enfrentando solos, no necesitamos unos a otros, la interdependencia hoy más que nunca se hace evidente. Solos podemos llegar más rápido, pero juntos llegamos más lejos. Creo que la crisis que estamos viviendo es previa a la crisis social, y tiene que ver con un modo de relacionarnos con el mundo, con los demás, y con nosotros mismos. Necesitamos desarrollar una perspectiva relacionan de cuidado y aprecio, donde podamos ver al otro como legítimo (como lo expresaba Humberto Maturana), vernos como válidos y como profundamente semejante, como hermanos de especie”.
“Este ha sido un tiempo desafiante”
Claudio Araya Véliz es psicólogo y doctor en investigación e psicoterapia por la Pontificia Universidad Católica de Chile / Universidad de Chile (co tutela). Actualmente es docente e investigador en la Escuela de Psicología de la Universidad Adolfo Ibáñez. Es autor de El mayor avance es detenerse (2010).
Claudio, si solo nos salva la experiencia con los otros y sentirnos parte de una humanidad compartida, ¿cómo han vivido los hombres esta experiencia para intentar hacerla realidad?
-Creo que para todas las personas (mujeres y hombres) este tiempo ha sido un tiempo desafiante, nos hemos visto enfrentados a la pérdida de seres queridos, a la pérdida de empleos, a la incertidumbre, situaciones en las cuales corremos el riesgo de deshumanizarnos, sin embargo, ante este riesgo también ha emergido lo mejor de nosotros, la capacidad de cuidarnos, la ayuda de unos a otros. Un sencillo ejemplo personal, tras la partida de mi hermano mayor, visibilicé y aprecié todo el cuidado, una enorme red de cariño y protección, que trasciende a mis familiares directos. En los momentos de dolor surgió también la enorme capacidad de abrazarnos y cuidarnos.
¿Podría ahondar en la experiencia vivida?
-En mi caso personal, si bien me siento afortunado de poder estar con mi familia, estar cerca de mis amigos y de tener un trabajo donde puedo servir a otros, también me he visto enfrentado a lo incierto, a la pérdida de seres queridos, y a la necesidad de replantear mi modo de vida. En lo personal, me ha ayudado estar con los demás desde la humanidad compartida, poder sostener y ser sostenido, buscar formas en lo cotidiano de construir comunidad.
Usted propone en su libro una ruta de trabajo para construir un mundo distinto. ¿En qué consiste?
-El libro humanidad compartida es una invitación a conectar con nuestra capacidad de cuidado, conectar con nuestra capacidad de reconocer que todos somos en última instancia seres que necesitamos sentirnos conectados y valorados por los demás. Mi apuesta personal y profesional es la de reconocer que hay muchas más cosas que compartimos que cosas que nos separan, y que las diferencias tienen la capacidad de enriquecer nuestra vida, la diversidad nos hace bien y que podemos elegir no seguir separándonos. El libro humanidad compartida incluye tanto reflexiones como prácticas concretas basada en la ciencia, que buscan contribuir al bienestar personal y relacional.
¿Ve, entonces, mejores días para un mundo hasta ahora tan golpeado?
-Sobre lo que viene, me parece todo aún muy incierto, no creo que el futuro esté escrito previamente, creo que está aún por escribirse. Creo que lo que termine ocurriendo va a depender de los aprendizajes que podamos rescatar de esta crisis. Mi temor es que nos olvidemos demasiado rápido y volvamos a una pseudo normalidad pre pandemia, mi miedo es que nos volvamos a olvidar que nos necesitamos unos a otros.
Más que volvernos malvados, veo más riesgo en volvernos insensibles. Mi esperanza está puesta en las personas y en la capacidad de practicar en conjunto y generar comunidad, si tuviera que decirlo en pocas palabras, mi esperanza está puesta en que desarrollemos en conjunto micro-prácticas cotidianas de cuidado, aprecio y gratitud, guiados por una visión de humanidad compartida.