Comentario al libro
PoeMario OPINO,
de Mario Toro Vicencio
En una época de muchos hallazgos, se nos revela una realidad que sospechábamos en medio de la selva poética criolla. Yo estaba seguro que así sería algún día; como en mi generación poética (no etárea) no aparecía nadie en esa función y debí rendirme a la evidencia que yo mismo, poeta del amor casi exclusivamente, no tenía altura para ello, penaba acertadamente que tendría que ser alguien novísimo o definitivamente de mayor trayectoria quien ocupara el lugar.
Pero, querido lector, jamás pensé que ese poeta mayor (en edad y nivel) nos habría de sorprender con una creación nueva, para dejar en claro que es él, él y no otro, quien asume el papel buscado por tantos, ansiado, codiciado sin mesura ni recato. Él, silencioso a veces – recordando los elocuentes silencios de Armando Uribe -, persistente en sus presencias en todos los salones literarios – virtuales o físicos si se puede -, opinante cariñoso la mayor parte de las veces, nos presente una obra de tercera edad, con el frescor de quien tiene energías para debatir, predicar, protestar, alzar voces y golpear el tablado con su báculo para captar la atención de todos los lectores de poesía – incluyendo a críticos y profesores universitarios – mostrando no solo realidad de un país y las circunstancias de un mundo, sino sobre todo que en medio de todo, hay esperanzas de que todo será mejor.
Definitivamente: el eslabón perdido entre Pablo de Rokha y Pablo Neruda es nuestro Mario –hijo adoptivo en privilegio del dios de la guerra – Toro por raigambre y Vivencio de madre. El “Poemario OPINO” en todos sus poemas, nos saca a pasear con los cataclismos poéticos del viejo Pablo de Rokha, luchador incansable, sonoro, combativo, gigantesco y dramático hasta el encuentro con el Canto General del gran Neruda. Mario une a estos Pablos en una obra que merece comentarios más importantes que el mío, espacios en la prensa y una segunda edición en tapas duras y con letras más grandes.
Parto por comentar la belleza de las ilustraciones y que fueron muy bien elegidas. Me duele que se silencie el nombre de quien las hizo, porque son de gran calidad e incluso pueden ocupar espacios propios.
Entre los dos Pablo, Mario agrega una abundante cultura fina, conocimientos arraigados de filosofía y mitología, gran manejo de variantes del idioma, bellas metáforas. Incursiona en temas difíciles de tratar en la poesía, como la relación entre los acontecimientos que afectan a la sociedad toda y las dimensiones personales, los espacios pequeños y los anhelos y frustraciones de cada uno. El drama entre la Nueva Era y la vigencia de una esclavitud que se prolonga no aplastará la esperanza con la que se corona el libro. Desde las primeras líneas, desde las páginas iniciales se va desenvolviendo armónicamente un diálogo de Mario con su lector en el que tercian los estilos de quienes él reúne en su mesa.
“Para el desposeído/ la vida quita más que la muerte” …
Es el comienzo de una larga frase que conecta las tragedias de la pobreza con los dolores de la pandemia, que lo hacen evocar el Apocalipsis. Grita, porque eso a ratos el libro, un grito potente, con su voz más grave y más enérgica para denunciar injusticias, errores, abusos e incluso los descuidos de Dios.
Sus textos contienen denuncia, proclama ideológica, llamamientos a la acción política, admiración por paisajes ideas y personas. En ciertos es un relato concienzudo que muestra cómo se han desenvuelto los acontecimientos en el pasado reciente desde que “la paciencia se escapó”, pero “la codicia (…) ha creado una casta con falta de empatía” y ello encuentra eco en seres que van y vienen desde la desesperación hasta la esperanza.
Es una obra intensa, de aquellas que es mejor leer en voz alta para no perder nada de la poderosa sonoridad de las palabras elegidas por el autor. Toro ha captado lo que pasa en su entorno, los sentires del pueblo a su alcance, el sentido de la rebelión, la experiencia de los ojos vistos, de las manos tendidas. Mira su propia historia y desde allí expresa su crisis, su enojo por lo que se constata en cada paso por calles, campos, casas.
Sugiero leer el libro lentamente, capítulo a capítulo, saboreando lentamente los tragos dulces y los amargos, con la certeza de conseguir al final del día un manto tejido entre ilusiones, sueños y una esperanza que se levanta desde el deseo y el realismo histórico.
¡Bien por Mario! ¡Salud a la gran poesía chilena! ¡Salud a los Pablos y al guerrero Mario!
¡Salud al pueblo chileno, hombres y mujeres, que dejaron salir su ansiedad en un momento decisivo!
¡Salud, lectores, por nosotros que entramos a este juego al que nos invita PoeMario, decididos a revertir el curso de los ríos y asumir el protagonismo irrenunciable!